PUBLICADO EN LA VERDAD EL MARTES 28 DE NOVIEMBRE DE 2017
La gente tiene unas ganas de indignarse
que es demasié. De verdad. Que va el personal por el mundo a punto de
ebullición, esperando un mal gesto, un comentario desafortunado, un despiste,
para ponerse a hervir como las ollas de un cuartel. Y, encima, nos lo ponen muy
fácil en esta época de relatos y postverdades (de rollos y mentiras, vamos), en
la que lo mismo se coge el rábano por las hojas que el toro por los cuernos que
la parte por el todo que Paquirrín por los michelines, y a partir de ahí se
monta un pollo que pa qué. Sin contrastar, sin verificar, sin preocuparse lo
más mínimo de si ese primer impacto que recibimos entre los ojos es cierto. Las
fronteras entre la verdad y la mentira están más difuminadas que mi lápiz de
labios después de comerme unos espaguetis.
Al final, la caricatura del español bajito y cabreado va a ser cierta. Justo
ahora, que ya nos creíamos que la habíamos superado porque de pequeños nos
daban dos petit-suisse y habíamos crecido dos palmos (bueno, algunos). Pero la
indignación sigue ahí, enfeltría en la masa de la sangre, metida hasta el
tuétano. Y motivos para cabrearse hay a mogollón, públicos y privados, y tenemos
todo el derecho del mundo a manifestar nuestro desacuerdo y nuestro enfado, con
el ceño fruncido y la voz bien alta, y la pancarta en la mano y el pie en la
calle. Pero de ahí a que todo sea susceptible de convertirse en un ataque, hay
un trecho. Que parecemos un viejo de Wisconsin con la escopeta cargada sentado
en el porche de su casa esperando a que alguien salte la cerca para
descerrajarle un tiro. Que dices "Buenos días" y te contestan "Serán
para ti, gilipollas". Que la gente parece que desayuna hiel con cereales.
Que vivimos en una tertulia inacabable de La Sexta. Que una ya escribe las
columnas con miedo en el cuerpo, por si alguien se molesta, se enfada o
malinterpreta lo que dices. Que vamos a hacer de José Luis López Vázquez un
estoico. Y que ya lo decía Zenón de Citio: "La
naturaleza nos ha dado dos oídos y una boca para enseñarnos que vale más oír
que hablar". Claro, que también nos ha dado diez dedos para teclear
improperios como si no hubiera un mañana. Así estamos.
1 comentario:
Cuánta razón tiene, querida colega. Vivimos en una crispación perenne, en ocasiones subterránea y otras bien visible.
Es preocupante la pérdida de diálogo y hasta de juicio. Ya todo son condenas sin perdones. Y lo que es peor: sin reparaciones.
Un fuerte abrazo.
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