miércoles, 25 de junio de 2014

Living on an island


PUBLICADO EN LA VERDAD EL MARTES 24 DE JUNIO DE 2014

Hala, ya he guardado la pamela, que ha acabado la coronación. No la vuelvo a sacar hasta que la princesa Leonor se case con mi chiquillo, que yo soy muy fan del matrimonio concertado y de las uniones morganáticas. Pero mi futura consuegra Letizia me ha mandado un whatsapp diciéndome que, si me voy a convertir en Suegra Madre dentro de unos años, tengo que abandonar este rol de junta letras periférica y escribir sobre las cosas que escriben las grandes columnistas de este país. Que me deje el costumbrismo y el roserío, y que comience una carrera como colaboradora intensa y viajada, hablando de periplos interminables y de lugares que no quiero compartir con nadie. Que un poquito de glamour, hija. Y yo, que soy obediente y que lo último que pretendo es que otra columna sobre Isabel Pantoja me deje fuera de la familia real, le hago caso. Así que pongamos que hablo de Tabarca.

Tabarca, una pequeña isla situada frente a las costas de Santa Pola, es para servidora lo que Skorpios era para Jackie Onassis: la libertad. Si ella llegaba a su isla y se quedaba con las jacquelinas al aire, yo desembarco en la mía y me olvido del maquillaje y del secador: me convierto en una mujer libre y salvaje (y fea, que cuando no me arreglo estoy para echarme de comida a los peces, pero me da igual). Sin los aperos de belleza, el equipaje se reduce al mínimo: un par de bañadores, un hato para la noche y gafas de bucear como el must de la temporada. Y, por delante, dos días de sol inclemente, agua transparente y dolce far niente. En Tabarca, perder el tiempo es ganarlo. Deambular, charlar, nadar, comer, dormir, leer y volver a nadar porque, en una isla, todas las calles llevan al mar. Quedarte viendo cómo se pone el sol mientras la gente abandona la isla en el último barco. Tabarca es vivir dentro de un anuncio de cerveza.

Lo único malo de ir a Tabarca es tener que volver; salir de la isla exterior y regresar a la interior. Por eso estoy dispuesta a exiliarme allí, y pasar los días rodeada de libros, gaviotas reidoras y gatos con sobrepeso. Y vivir feliz e incomunicada: sólo les digo que no vi el desvirgue televisivo de Chabelita el sábado por la noche y me dio igual. Es la magia de la isla. 



miércoles, 18 de junio de 2014

Secretos de belleza


PUBLICADO EN LA VERDAD EL MARTES 17 DE JUNIO DE 2014

La que avisa no es traidora: si vuelvo a oír declaraciones de una guapa oficial diciendo que su secreto de belleza está en beber mucha agua, dormir 8 horas y llevar una alimentación sana, entro en la próxima Pasarela Cibeles con un look guerrillero-chic y un Kalashnikov, y me lío a tiros. Con todas menos con Caritina Goyanes, claro, que es la única que reconoce que lo ha intentado todo para adelgazar, y nada, que si quieres arroz, Caritina. Que ya está bien de intentar convencernos de lo imposible, monas. Que por mucha agua que beba, no reduzco molla ni aunque sea agüita milagrosa del manantial de Lourdes. Que, aunque duerma del tirón porque me he echado dos Orfidales al coleto, me levanto con peor cara que el feo de los Calatrava después de una noche de juerga en el Florida Park. Y que, por mucho que me alimente tan equilibradamente como Nadia Comaneci, no puedo volver a tener un cuerpo que nunca tuve.

Las mujeres de verdad no sólo tienen curvas, también tienen ojeras porque los críos dan malas noches, y barriga porque no consiguen sacar un hueco para ir al gimnasio, y pelos en las pantorrillas porque no les da tiempo a pasarse la Epilady, y un sentimiento eterno de culpabilidad cada vez que se comen un trozo de tarta de cumpleaños. Y, por eso, además de acumular más líquidos que la presa de Asuán, también vamos acumulando rencor. Y no me vengan con chuminás de que tengo que quererme a mí misma y aceptarme como soy. ¿Cómo me voy a querer cuando llevan toda la vida metiéndome por los ojos que tengo que ser más joven, más guapa, más delgada? Si con trece años sabía más de dietas que del descubrimiento de América y era capaz de distinguir la celulitis edematosa de la compacta de un vistazo, ahora no pretendan desprogramarme colgando frases para subir mi autoestima en el muro del Facebook ni haciendo anuncios sobre la supuesta belleza real.

Así que será por el rencor almacenado, por la programación mental o porque soy más mala que el baladre, pero cuando detecto un atisbo de flacidez en los muslos de alguna guapa fotografiada a traición en una playa de Ibiza, siento alegría. Mezquina, muy mezquina, pero alegría al fin y al cabo. “La belleza, como el dolor, hace sufrir”, decía Thomas Mann. Pues no les digo no tenerla. 

miércoles, 11 de junio de 2014

Las tetas inesperadas


PUBLICADO EN LA VERDAD EL MARTES 9 DE JUNIO DE 2014

Isabel II se ha puesto tetas. No, la de Inglaterra no, la de aquí, la hija de Isabel Pantoja,  que también es reina, pero de la copla: Isabel I de España y V de Cantora. Chabelita se ha operado el pecho como símbolo de su independencia, igual que la chaqueta de piel de serpiente que Nicolas Cage llevaba en Corazón Salvaje era símbolo de su individualidad y de su fe en la libertad personal. Chabelita se sentía agobiada, oprimida y enclaustrada en Cantora, una finca de más de 500 hectáreas (tendría miedo a los espacios abiertos, que si no, no se explica tanto ahogo) y, al cumplir los dieciocho, se dio el piro y se puso tetas. En los sesenta, las mujeres quemaban los sujetadores como símbolo de emancipación, ahora se aumentan tres tallas. La liberación era esto. Si Simone de Beauvoir levantara la cabeza, la metía en el horno.

Unas se ponen y otras se quitan: Raquel Mosquera se redujo el tamaño del pecho hace unos años. Y así, reducida gracias a la operación y al Photoshop, ha salido en pelotas en el Interviú. Y es que el día que Terelu fue portada de la revista, se abrió la caja de Pandora. Comenzó la democratización del desnudo, una segunda transición basada en la aparición de tetas que nunca hubiéramos esperado ver, y ahora vienen las madres mías, claro. “¿Que la Mosquera has salido en pelotas? ¡Madre mía, madre mía!”, dice mi santo. ¿Ven?

A Mosquera el Interviú le ha salido vintage, porque su belleza no es de este mundo ni de esta época. Mosquera es un personaje de “La Colmena”, curvilínea y rotunda; es la peluquera pícara pero pudorosa que se tuvo que tomar dos mojitos para relajarse y despelotarse, y puso como condición durante la sesión fotográfica no quitarse la parte de abajo, siguiendo el consejo de Cecilia Roth en Pepi, Luci, Bom: “Hagas lo que hagas, ponte bragas”.

Tan inesperado es que una chiquilla se ponga tetas como que una casta las enseñe. Son formas diferentes (y raras) de liberarse. La mía es quitarme la faja, y con eso me vale, que yo no me opero ni loca porque sé que cuando haces pop, ya no hay stop. Empiezo por las mamellas y acabo rajándome entera. De poder ponerme, me pondría un poco más de cerebro. O un mucho, que falta me hace. Pero, por desgracia, eso no está en el catálogo de Corporación Dermoestética.




miércoles, 4 de junio de 2014

Peñafiel


PUBLICADO EN LA VERDAD EL 3 DE JUNIO DE 2014

Ya está. Ya me han desvirgado (periodísticamente hablando). Ya me ha pasado lo peor que le puede pasar a una columnista: tener un “¡PAREN LAS MÁQUINAS!” en toda regla. Estaba yo ayer tan fresca escribiendo sobre la Mosquera en pelotas en el Interviú, con una comparación maravillosa entre Amarcord y las pelis de Russ Meyer y con una prosa tan florida que no iban a tener más remedio que poner la columna como comentario de texto en Selectividad… y va el Rey y abdica. Esto se avisa, Majestad. A lo Gila, si usted quiere, en plan “Alguien está pensando en abdicar… alguien se está cansando de ser Rey…”, pero no así, a lo loco, que nos ha pillado a todos con la guardia baja.

Nos hemos quedado descolocados. En la redacción de ¡HOLA! se están tomando los Orfidales por cajas mezclándolos con Red Bull, Felipe Varela va como una moto haciendo bocetos para la entronización de la futura reina sobre servilletas del Starbucks y preguntando a cuánto está el metro cuadrado de armiño, Lorenzo Caprile ha metido la cabeza en el horno y, en la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre, han llamado a un cirujano plástico para que les ayude a esculpir el perfil de Doña Letizia. Pero Jaime Peñafiel… ¡ay, Jaime! Con la pastilla debajo de la lengua, abrazado a su almohada, balbuceando entre sollozos “Letizia reina… Letizia reina…”. Pobretico mío. Está sin ingerir alimentos sólidos desde ayer, viendo en bucle la saga de Sissi e intercalándola con ¿Dónde vas, Alfonso XII?. No sé yo si se va a recuperar de ésta: ahora que estaba el hombre tan contento porque al fin Charlene se ha quedado preñada y se ha asegurado la continuidad del trono monegasco, va la vida y le suelta este golpe. La nieta de un taxista, reina de España. Y has vivido para verlo, Jaime. Y, encima, un lunes. Qué día tan aciago. No somos nadie.

Sólo te queda el exilio en el Reino Unido, Jaime: en Buckingham, Carlos de Inglaterra le ha enseñado la portada del ABC a su madre con las palabras “El Rey cede el trono” subrayadas en amarillo fosforito. “Sorry, I don’t speak Spanish”, le ha contestado Su Graciosa Majestad, y ha seguido dándole de comer a sus corgis un solomillo de ternera mezclado con la autoestima de su hijo. Así que haz las maletas, Peñafiel, y vete con la prima Lilibeth. Seguro que te hará hueco en la corte.