viernes, 7 de mayo de 2010

Los autobuses filosóficos

Voy en autobús. No se preocupen, que no soy ecologista ni vegana, pero es que hasta que no me pongan un coche oficial, o de producción o de lo que sea, servidora va en autobús. Y de vez en cuando tengo que levantar la vista del periódico (o del SEMANA, si es miércoles) porque se oyen perlas de sabiduría popular de este calibre:

- "Donde está el cuerpo está la muerte": pasajero filósofo haciendo referencia al repentino fallecimiento de un amigo que estaba de vacaciones en Benidorm. De anuncio de A dos metros bajo tierra.

- A la pregunta "¿Cómo está usted?", responde una gitana "Tirando... como el Señor de su cruz".

También pueden enterarse dónde coger agua gratis ("pueh yo voy con una garrafa de esah de 5 litros al grifo que está en la gasolinera que hay al lao del Intermarché"), o comprobar que los carritos de niño sin niño constituyen un excelente medio de transporte ecológico y alternativo para llevar cartones, o que si una se queda viuda no tiene que salir a la calle pa ná na máh que pa ir ar curto, o pillar una conversación entre una conductora y una rubia poligonera con todo teñido menos el bigote propia de El diario de Patricia: "Pues me entregaron una hoja en la que ponía que querías ser mi amiga", "¿Una hoja? ¡Era una carta!", "Pues no, que le faltaba el sobre". Todo esto amenizado con Cadena Dial, Radio Tele Taxi (¿sabían que Chiquetete sigue de plena actualidad discográfica?) o cedés propios: un sensible conductor ponía todos los días a las 9:15 de la mañana una canción que contiene las palabras novia, conejo, zanahoria y pelos. Pueden usted hacer la combinación que quieran con estos términos, que seguro que aciertan. A puntito de denunciarlo a Bibiana Aído que estuve.

Y, por supuesto, las broncas con el conductor (mi mecánico, que diría Josemi Rodríguez Siero): que si le he dicho que me pare, que si no la he oído, ¿verdad que lo he dicho?, pues no, pues sí, pues no querrá que tenga todas las paradas en la cabeza (¡¡¿¿??!!). Como verán, esto sí que es un reality digno de ser televisado, y no El Bus, aquella cosa que se inventó Antena 3 como respuesta a Gran Hermano y que no vió ni el conductor. En cambio lo coge Samantha Villar, se tira 21 días sin bajarse del autobús y le sale un docudrama social que pa qué.

Y como Facebook se ha convertido en el mayor instrumento de clasificación antropológica conocido hasta ahora, les dejo algunos grupos que suscribo plenamente:

Señoras que van con bolsas de pescado en el autobús

Señoras que se bajan del autobús de espaldas para no caerse

:Señoras que se preparan para bajar del autobús 5 paradas antes que la suya

Señoras que le dicen a sus maridos donde sentarse en el autobús

Señoras que se santiguan antes de subirse al autobús

Señoras que viajan en el autobús sin desodorante

Señoras que imitan a chiquito de la calzada al bajar del autobus

Señoras que esperan a subir al autobús, para buscar el billete en el bolso.

Señoras que gritan en el autobús: LA PUERTAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!

Señoras charlatanas que se sientan detrás del conductor del autobús

Señoras que aunque el autobús este vacio se sientan a tu lado

Qué quieren: las señoras que viajamos en autobús somos así.

Pues hala, ya está. Me he ganado el odio de los autobuseros para siempre, igual que Karmele con los taxistas. A partir de mañana, en bicicleta.

Rosa a través del espejo: Rosa Belmonte ha vuelto a atravesar el espejo y ahora está al otro lado. Ya lo atravesó en Mira lo que ven, en la 1, y en Dry Martini (creo recordar que se llamaba así el programa; lo busco en internet pero sólo me salen recetas del cóctel), pero ahora se va directamente al meollo de la cuestión televisiva, a Sálvame, donde espero que la Reina de Corazones no le corte la cabeza. A la Belmonte la sigo desde que escribía sus crónicas sobre la Feria de Murcia en La Verdad: evidentemente han sido las primeras y las últimas crónicas taurinas que he leído en mi vida, porque los toros no eran más que una excusa como otra cualquiera para inventarse la crónica social murciana y que las Vera Meseguer y las Paquichelos tuvieran su sitio.

La Belmonte, con esa cara de niña buena enmarcada entre sus mocasines, rebautiza a Lara Rodríguez como "La Mala Rodríguez", o compara el meterse con Belén Esteban a meterse con el Islam. De antología. Y de momento, el placer de leer a la Belmonte supera la envidia que me produce no tener la tecla tan afilada como ella. Sólo le pido que si no ha firmado contrato de confidencialidad, nos cuente los entresijos del programa. Total, que me he vuelto a enganchar. La culpa la tienes tú, Rosa.