domingo, 25 de octubre de 2009

Los 40 son míos

Comemos en el Moncho con Miguel P., el crítico gastronómico, y tras dos orujos me habla sobre la muerte y la intrascendencia (ya les he dicho que se había tomado dos orujos). Me quedo de una pieza, porque en mi egocentrismo ombliguero siempre creo que soy la única a la que se le ocurren esas cosas. Y ahora, a pocos días de cumplir los 40 (sí, ya sé que estoy monísima y que parece increíble, pero los voy a cumplir) me entra el canguele. Reconozcámoslo: ya no llego a ninguna parte viva. Después de los 40 sólo conozco a alguien que haya triunfado, y Chiquito de la Calzada no me parece un ejemplo a seguir debido a mi conocida incapacidad para contar chistes. Por lo tanto sólo me queda un camino: pasar de ser una viva intrascendente a una muerta relevante.

Así que aquí van mis notas acerca de cómo ser famosa después de palmarla.

- Una necrológica firmada por Pérez Reverte. Yo la dejo escrita, don Arturo, no se preocupe: usted sólo tiene que poner la firma, que entre los ex-alumnos de Maristas tenemos que ayudarnos. Yo si quiere le escribo la suya por si usted muere antes que servidora en un duelo con Biscarrat o cualquier otro esbirro del cardenal, y quedamos en paz.

- Una esquela en El País 4x5 módulos en la edición nacional, para que todo el mundo se pregunte quién será esa tía a la que le han puesto ese pedazo de esquela (lo dejo pagado, no se preocupen). En los periódicos locales exijo portada como mínimo.

- Flores, muchas flores.

- Quiero que me entierren, no que me incineren, que luego a saber donde acabo con el despiste que nos gastamos por aquí (recuerden lo de las cenizas de la madre de Robert de Niro en Los padres de ella).

- No me cierren el blog, por favor. Que lo herede algún otro desocupao con mala follá.

- Que me nombren en "Sálvame". Miren ustedes (y esto no es discutible): si Jorge Javier no te cita, no eres nadie. Y que monten un video con música fúnebre donde hagan referencia al romance secreto que mantuve con John Cusack (¡que me demande si quiere!). Y cuando salgan imágenes mías se oiga un "uy, uy, uy, uy" tomatero dicho en tono necrofílico. Y muchos mensajes de condolencia al 7705 (estos los pagan ustedes).

- Dejaré preparado un vestido de Jesús del Pozo para el funeral, rollo "ninfa yacente" (digo yo que el último día de mi vida tendré que estrenar algo, ¿no?) o de Josep Font, de su línea "Blancanieves traspuesta tras comer la manzana", que también vale.

- Si me muero en verano, quiero ser embalsamada y conservada hasta invierno, porque ya lo dice Josemi: un entierro en verano es un horror, con esos vestidos veraniegos de tirantes y de colores alegres en lugar de los preceptivos petite robe noire de manga al codo. Elijan un día tan lluvioso como el del funeral de Ava Gardner en La condesa descalza. Para el tema de la conservación de servidora hasta la bajada de los termómetros contacten con Naty Abascal o con Carmen Lomana, que ya se ocupan ellas de llamar a Maribel Yébenes. El doctor Zelicovich que ni se acerque.

- El tema ¡HOLA!: ya saben que fui defenestrada por la citada revista, así que desde aquí le pido a Hong Kong Blues que interceda por mí ante los Sánchez Junco. Sé que no conseguiré la foto grande de portada (seguro que Isabel Preysler todavía está viva para entonces), pero sí quiero ventanita con titular tipo "Emotiva despedida".

- Y algo muy importante: en el momento previo al óbito, cuando esté con una pata aquí y otra allí estilo Ana Obregón en la barra de striptease, mándenme un cura. Una es agnóstica pero precavida.

Y a todo esto: ¿creen de verdad que me preocupan los 40? No, en absoluto. Me preocupa mucho más no cumplirlos. Verán, todo lo que se me tenía que caer se me cayó hace ya muchos años, y la lucha contra la celulitis ya se imaginan quién la ganó, así que llego intrascendente y anónima, celulítica y rodillera, aturdida y confusa, de acuerdo, pero llego. Bueno, eso espero: sólo tengo que sobrevivir hasta el 3 de noviembre. Están invitados.