miércoles, 27 de marzo de 2013

La yaya Carolina


PUBLICADO EN LA VERDAD EL 26 DE MARZO DE 2013

Carolina ya es abuela. Eso no es un titular, es el fin de los tiempos, el Papa Negro y la pera limonera todo junto. Diga usted conmigo que sí, compañera, porque el abuelazgo carolino nos envejece prematuramente a todas las demás, a las que nos hemos ido deshojando mientras veíamos cómo Carolina vivía en un perpetuo Baile de la Rosa sin marchitarse, a las que podemos enumerar sus novios de memoria (¡ay, Robertino!, ¿dónde estarás?) y a las que hemos merendado bocadillos de chorizo con las migas y la envidia cayendo sobre titulares como “Carolina descansando a bordo del Pachá III”, “Carolina descansando en la Provenza” o “Carolina descansando en el Beach Club”. Porque Carolina siempre está descansando. ¿De qué?

Por eso no creo que ahora se vaya herniar ejerciendo de yaya, que no la veo yo persiguiendo al crío por el parque, ni saliendo al balcón del palacio gritando “¡Nene, sube, que ya está la comida!”. Si sale al balcón será para sacar al niño y enseñarlo como si fuera un nuevo complemento, que los perritos esos enanos y chuchurríos están muy vistos y el tito Karl ya no sabe ni qué nuevo modelo de bolso diseñar.

El fallo es que la criatura ha sido varón, cuando aquí las que parten el bacalao son las grimaldas, porque ellos son meros satélites que giran en torno a las mujeres de la familia. El auténtico heredero no es Alberto, sino Carolina, y luego lo será Carlota, que para eso ellas lucen mejor un vestido de alta costura, por mucho que al príncipe le guste el palabra de honor. En Carolinalandia tendría que haber una ley sálica al revés por la que sólo las mujeres heredaran el trono, que los príncipes habrán hecho el cabra en todas las playas paradisíacas del mundo y habrán meado fuera del tiesto (sobre todo Ernesto de Hannover), pero las princesas, con su belleza, su poderío y sus maromos inconvenientes son las que han puesto a Mónaco en la órbita internacional, que sólo nos faltó que Estefanía de Mónaco se enrollara con Ángel Cristo para que la fiesta fuera completa. Y por eso, porque es la alteza menos serenísima del mundo y porque ha sobrevivido a escándalos, cuernos, divorcios y Bailes de la Cruz Roja, la noticia no es que Andrea ha sido padre, sino que Carolina es abuela. Maravillosa, sí, pero abuela al fin y al cabo. Tempus fugit. 

miércoles, 20 de marzo de 2013

Padres modernos


PUBLICADO EN LA VERDAD EL 19 DE MARZO DE 2013

Hoy es el santo de mi santo. Está de felicitación doble porque, además de santo, es padre (que no Santo Padre, no se confundan, que por muy majo que sea el Papa Francisco no está como para marcarse un Pájaro Espino). Y, como padre moderno que es, pertenece a esa nueva especie de hombres desconcertados que ven con horror cómo sus hijos prefieren el “Gangnam Style” a los AC/DC, que se compran los Madelmanes y no los sacan de sus cajas (y los chiquillos que por qué no me los dejas, y los padres que porque me los vas a romper, y los chiquillos que entonces para qué los compras si no podemos jugar con ellos), y que se han prometido a sí mismos no decir jamás “Cuando seas padre comerás huevos”. Pero todo llegará, porque si las madres estamos perdidas, ellos ni les cuento.

Los padres modernos ya no tienen la mirada de los padres de antes, esa mirada que acababa con cualquier discusión porque estaba cargada de promesas (te prometía que, como siguieras por ahí, ibas a estar castigado hasta que Mario Vaquerizo se cortara la melena). Ahora los padres ponen la mirada Sabater, la de Leticia Sabater, porque se quedan bizcos esperando a que los críos obedezcan. Nosotras ya no podemos ni utilizar el “Cuando venga tu padre, verás”. Nada. La igualdad radica en que no nos hacen ni puñetero caso ni a las madres ni a los padres; la conciliación, en que tanto ellos como nosotras vamos de cráneo entre deberes, extraescolares, funciones del colegio y días sin clase. Pero los padres de ahora, como los de antes, siguen subiendo a los niños a caballito, y enseñándoles a montar en bici, y jugando con ellos, y explicándoles las matemáticas, y llevándoles en brazos hasta su cuarto cuando se quedan dormidos en el sofá. Son héroes en el microcosmos familiar, y si tienen que serlo también en el mundo exterior para proteger a sus hijos, lo serán. Y hoy, cuando les llegue una tarjeta con una corbata malamente pintada en el colegio, se pondrán más contentos que si les hubieran regalado un Barceló, y cambiarán la mirada Sabater por una más tierna que un PowerPoint de gaticos, y se comerán a besos a sus hijos. Así que, por todo eso y por todo lo que no me cabe en esta columna, felicidades, papás. A los de antes y a los de ahora. 

miércoles, 13 de marzo de 2013

Móviles


PUBLICADO EL 12 DE MARZO DE 2013 EN LA VERDAD






Me cuentan que a mi amigo A. le han robado la mochila y lo han dejado sin dinero, sin tarjetas, sin llaves. “Menos mal que el móvil lo llevaba en el bolsillo”, añaden aliviados. Menos mal. Porque te quedas sin móvil y te quedas sin contactos, sin fotos, sin correos, sin números de teléfono (¿recuerdan cuando nos los sabíamos de memoria?). Te quedas en cueros. O peor, porque incluso si vas en cueros pero tienes móvil te lo puedes colgar del cuello, como hacen los guiris que pasean en porretas por El Portús (los guiris de El Portús también hacen cosas tan raras como llevar un plumas en invierno con el botafumeiro colgando, pero en fin, son eso, guiris).

“¿Cómo podías vivir antes sin móvil?”, me pregunta mi hijo mientras juega a los “Angry Birds”. Y me siento más vieja que Sofía Petrillo. Porque vivir, vivía, no sé si mejor o peor, pero vivía. Vivía esperando a que el chiquillo que me gustaba me llamara el sábado por la tarde para salir, y me quedaba sentadica al lado del teléfono, con la raya del ojo por dentro y el corazón saliéndome por la boca cada vez que sonaba. Vivía sin temor a que un pavo me grabara cuando me emborrachaba indignamente en una boda y acababa cantando por Camilo Sesto con los tacones en la mano. Vivía pegada a una agenda donde anotaba los números de teléfono fijo con una letra diminuta. Vivía haciendo cadenas de llamadas para quedar con los amigos, “Tú le das un toque a Fulano y yo a Mengano”. Ahora no, ahora no hay ni esperas, ni intimidad, ni borracheras discretas, ni conversaciones a la hora de la comida: antes de que lleguen los aperitivos, nosotros ya hemos desenfundado nuestros móviles y los críos sus Nintendos. Las armas están sobre la mesa. Y sólo se oye “te cambio tu Pokémon Legendario por el mío”. Por cierto, que nunca sé si el teléfono se pone a la izquierda o a la derecha de plato, a ver si Carmen Lomana publica un libro de buenas maneras y me saca de dudas.

Mi hijo escucha la perorata, levanta la cabeza del móvil y me mira con cara de asombro. “Hija, mamá, qué rollo. ¿Es que tampoco existía la electricidad cuando eras joven?”. Ahora si que me ha matao. Voy a ponerle un WhatsApp a su padre y se lo cuento.

P.D. Gracias a Paco Hernández por mandarme la imagen que ilustra la columna (y sacarme de dudas, de paso).

miércoles, 6 de marzo de 2013

Eufemismos


PUBLICADO EN LA VERDAD EL 5 DE MARZO DE 2013

Hay días en los que necesito un traductor, pero de español, porque no entiendo la mitad de lo que me dicen: en el primer café de la mañana me caen varios “poner en valor”, distintas “sinergias” y multitud de “trenzar niveles de significación”, “dinamizar” y “tender puentes”. ¿Tender puentes? Yo sólo tiendo calcetines.

Normal que no me entere, si lo único que leo es el ¡HOLA! Pero eso sí, he aprendido a interpretar sus eufemismos y me he convertido en una exégeta de primera, porque en el mundo holístico hay términos que no se usan para evitar que a las lectoras se nos salten los puntos del lifting con el susto. Así que "recupera la ilusión" se traduce por “tiene un nuevo rollo”, "afronta en solitario su maternidad" por “madre soltera”, y el clásico "pone fin a su historia de amor" por “que le den”. Cuando hablan de la "espléndida y serena madurez" de una señora significa que ha superado la cincuentena con más plástico en la cara que en el DNI; si la califican de "sencilla y natural" es que la han pillado hecha un Cristo por la calle, y si va más pedo que Alfredo a la salida de una fiesta es que se muestra “alegre y desinhibida”. Hasta ahí, bien. Pero ahora hay un nuevo término: “amistad entrañable”. ¿Cómo se traduce eso? Pues como “la que te saca las entrañas”, que Corinna es muy finna, más finna que las gallinnas. Menos mal que el nombre es facilico y da para mucho, porque el apellido lo dejamos para pronunciarlo durante el discurso de la próxima Nochebuena, cuando en vez de decir “Pamplona” con un polvorón en la boca digamos “Zu Sayn-Wittgenstein”, que es mucho más apropiado para el momento, dónde va a parar.

Palabras que disfrazan las cosas, pero que no consiguen esconderlas: Cospedal y su “simulación en diferido del salario”. Mi salario sí que es una simulación. Y en directo, no en diferido. Por eso hay veces en que los números son más claros que las palabras: 38 millones de euros en Suiza, 5.040.222 de parados en España. Bueno, 5.040.223 cuando Bárcenas se apunte al paro. Y aquí no hay interpretaciones posibles, ni eufemismos, ni forma alguna de suavizar los datos; lo que hay es un drama detrás de cada cifra. Pero, para no ver la realidad, corramos un tupido velo. O una corinna de humo.