miércoles, 31 de agosto de 2011

Operación Vaqueros

Publicado el 28 de agosto en LA VERDAD


El verano es ese corto espacio de tiempo que transcurre entre dos operaciones: la Operación Bikini y la Operación Vaqueros. Si al principio de las vacaciones hay que superar el dolor inicial de la autocontemplación en traje de baño, el final del verano es el momento de pasar del pantaloncico suelto al vaquero, paso más complicado que la transición a la democracia en los países árabes. De hecho, a estas horas es más posible que hayan capturado a Gadafi que yo entre en los Levi’s.

Por eso se pone en marcha la Operación Vaqueros que, aunque tenga nombre de maniobra estadounidense para capturar a sátrapas musulmanes, es el intento desesperado por entrar en unos pantalones sin goma en la cintura al final de verano. Pero antes de iniciarla tenga en cuenta un dato revelador: si su abuela le ha dicho últimamente “¡Estás más repuesta!” mientras le da palicos en la parte superior del brazo, tiemble. Sí, su abuela es la médium de Poltergeist, le está avisando del desastre. La redondez del brazo es el signo fatal de que el resto del cuerpo también está redondo, en mi caso especialmente, ya que después de beberme todas las estrellas (no es una imagen poética, no, es que me las he bebido de verdad: Estrella de Levante, Estrella de Galicia, Estrella Damm…) lo que se expande no es el universo, sino mi barriga. Preveo un segundo Big-Bang que no lo podrá evitar ni Carmen Machi con un camión cisterna lleno de Activia. Avisados quedan.

Y, para colmo de males, tengo que dejar este apartamento tan bonico que me ha alquilado La Verdad los domingos de verano, con vistas a la actualidad, en primera línea y con esos vecinos tan estupendos que he tenido. Así que, ciao. Ha sido un placer. Nos vemos en Naturhouse. ¡Oh, no, que allí está José Campos…todo el verano huyendo de él y, al final, me lo voy a encontrar! Pues me voy a la Buchinger, que por lo menos allí va Vargas Llosa. Y yo ya soy escritora ;)

Yateando

Publicado el 21 de agosto en LA VERDAD


Entre usted y yo: lo mejor es no leer revistas en verano. Está uno con el tupper en la playa, atiborrándose de magra con tomate, cuando al abrir las revistas le saltan a los ojos una profusión de fotos de cuerpazos al sol en chiringuitos en los que no nos dejarían entrar ni con una orden judicial, o una profusión de fotos de cuerpazos al sol en yates a los que tampoco nos dejarían subir. No, no digo un barquico para ir a la Perdiguera a comer sardinas (cuando comer sardinas no era delito ecológico), sino uno de verdad, con fornida tripulación uniformada y un coste de mantenimiento cercano a nuestra deuda externa. Si debajo de las uñas de los pies de Marujita Díaz pueden vivir David el Gnomo y toda su familia, en un yate de los buenos cabe un polígono industrial.

Como el tamaño sí que importa, cuando uno tiene un barco de más de 40 metros de eslora puede ponerle el nombre que le salga del palo mayor. Si le apetece un rollo camionero colóquele Mi Pepi y mis tres soles y, si no, siga con esa moda ochentera de combinaciones de nombres, como el Núfer, de Fernando Fernández Tapias, mezcla entre Nuria y Fernando, o el Pachá, formado por las iniciales de Pierre, Andrea y Carlota, los pequeños Carolinos. Veo que el mayor, Andrea, se ha rapado al cero este verano; los Carolinos siempre han tenido esa tendencia al rapado, la matriarca se afeitó la cabeza hace 15 años en unas vacaciones y el tito Alberto lo lleva de serie. Aunque no creo que veamos este año a Alberto a bordo de ningún yate, porque con lo buena nadadora que es Charlene y las ganas que tiene de largarse, al menor descuido se tira por la borda y llega nadando a Sudáfrica. No, si ahora que lo pienso viendo la cara de tristeza de Charlene ¿será posible que los yates no den la felicidad? Ay, qué tonterías se me ocurren. Debe ser la magra, que me ha sentado mal.

jueves, 18 de agosto de 2011

Crónicas pasiegas

Publicado el 14 de agosto en LA VERDAD

Con los ojos llenos de verde y la barriga llena de anchoas. Así escribo esta crónica cántabra, observada por las vacas vecinas y con una rebequica puesta (¡rebequica en agosto! ¡qué a gusto!).

Antes de llegar al Valle del Pas, parada y fonda en Lerma, con lección de geografía incluida: “Esto pertenece a Castila La Vieja”, le digo a mi hijo. Y ahí es donde descubro que la que está vieja de verdad es servidora. Lerma es un pueblo peculiar, llenetico de conventos. Yo, propensa al silencio y a los pastelitos de yema, busco una comunidad donde ingresar que sea apropiada para mi carácter, pero no la encuentro. Pienso en fundar la Orden de las Hermanas Calamardas, aunque cuando llego a Santander, la Covadonga del pijerío español, y veo los bikinis de Missoni me paso el voto de pobreza por la peineta. Y miren que Santander es pía, de hecho está consagrada a San Slam y San Burberry, dos santos extranjeros de gran predicamento entre los paisanos, porque van todos con la ropa talar por la calle (alguno hay también de Nuestros Hermanos del Barbour). Y no, no me topé allí con José Campos, ni con Busta en San Vicente de la Barquera, aunque estuve todo el tiempo alerta, porque no te das cuenta y ¡zas!, aparece a tu lado cantándote eso de “Cantabriaaaaaaaaaaaaaa” mientras te comes una cigala y te metes una pata en el ojo (con lo que cuesta, oiga, que aquí no está “Mariscos Recio, el mar al mejor precio”). No hay que bajar nunca la guardia, ni siquiera en vacaciones.

Cantabria infinita, dice la publicidad. Y monísima, que dice Caritina Goyanes, ya saben. Parece que todos los verdes del pantonero hubieran caído sobre el valle. En Cantabria te entra el síndrome de Heidi y te dan ganas de revolcarte por el prado todo el rato. Sólo hay que sortear a las vacas. Por cierto, esa de ahí me suena: ¿no es la que salía en el anuncio de Milka? ¡Clic! Hala, pues ya tengo una foto de una famosa.

Las primas de riesgo

Publicado el 7 de agosto en LA VERDAD

Desayuno de vacaciones a mitad de semana. Oigo entre bostezos y Special K que Zapatero retrasa las suyas por la prima de riesgo. “¿Qué pasa?”, le pregunto a mi marido. “¿Que va a ir una parienta suya a cascar al Sálvame?”. Porque yo las únicas primas de riesgo que conozco son las que les cuentan a tus amigos en una fiesta que llevabas sayas hasta los 12 años, o las que aparecen diciendo que te liaste con un casado, como la prima de la Campanario. O la prima de Sonia Monroy, que te pega un guantazo que te deja turulata si te metes con las canas de la susodicha. Pero esto pasa en las mejores familias, no se crean: miren a los de Inglaterra, duchos en primas de riesgo desde los tiempos de María Estuardo, por lo que no les extraña nada ni lo de la prima stripper de Kate Middleton ni lo de Zara Phillips, prima de Guillermo de Inglaterra, que intentó vender la exclusiva de su boda al ¡HELLO! hasta que la reina Isabel la amenazó con darle un bolsazo (aunque personalmente creo que el verdadero riesgo de Zara Phillips reside en que te arree un mordisco con esa boca de caballo que tiene. Y viendo esas bocas Windsor y ese amor por los caballos que profesan en la familia empiezo a pensar en extrañas ramificaciones de su árbol genealógico, que ya saben que los ingleses son muy raros para sus cosas).

Insisto: “Pero ¿qué va a contar la prima de Zapatero? ¿Que de pequeño tenía un póster de Farrah Fawcett en la habitación en lugar de una foto de la Pasionaria?”. Mi marido, el pobre, con una paciencia infinita, me lo explica. “Ah, vale. Entonces Kiko Rivera es una prima de riego, porque le pagaron un pastón y luego va y les deja colgados con el ataque de gota”. Se va a la cocina, desesperado. Eso me pasa por levantarme y poner las noticias en lugar de Canal Cocina. A ver si la Esteban me lo aclara, que ella sí que habla el lenguaje del pueblo.

miércoles, 3 de agosto de 2011

Haz las maletas

Publicado el 31 de Julio en LA VERDAD

Como todos necesitamos un poco de norte para no perder el sur, me pillan ustedes preparando las maletas para ir a Cantabria. ¿Recuerdan cuando uno viajaba con un trolley en la mano y un cigarrillo en la boca? Qué grande era ser joven y qué poco espacio ocupaba. Ahora parece que un maletón de Samsonite tenga la misma capacidad que un bolso de noche, ya que tienen que caber todos los “por si”: la rebequica “por si refresca”, los modelos “por si salgo” (cosa que nunca sucede), el paraguas “por si llueve” (cosa que siempre sucede), las chanclas y las toallas “por si hace bueno”, el Dalsy ibuprofeno (se me olvidaba lo de los genéricos, perdón) “por si el crío se pone malo”… Y luego, cierra la maleta: la última vez tuve que llamar a Falete para que se echara sobre ella. Y después, ábrela si es que recuerdas la combinación, porque si no te toca hacer más cálculos que Russell Crowe en Una mente maravillosa.

Y así, transportando maletones para los que necesitaríamos dos sherpas, nos encontramos el año pasado en León a Carmen Lomana de cuerpo presente, que diría Kiko Hernández. Con la mala suerte que tengo este verano me toparé con José Campos en guayabera por el Sardinero. A Carmen Martínez Bordiú seguro que no la veo, porque estará en algún viaje patrocinado persiguiendo gorilas. Ni a Bustamante, que ahora que ha adelgazado ya le dejan entrar en Ibiza (en Ibiza cuando te bajas del avión te miden la masa corporal, como en Cibeles, pero al revés: si tu índice supera el 18%, te deportan). ¿Cómo habrá entrado Joan Laporta, ahora que lo pienso? Pero seguro que todos ellos tienen un valet de chambre que les hace las maletas, que para eso los puso Dios en la tierra, para eso y para planchar los periódicos: mi marido, después de ver Downton Abbey, quería que le planchara La Verdad antes de leerla. Como intente llevarme a la caza del zorro, le pongo las maletas en la puerta. Aunque se las tenga que hacer yo.