miércoles, 10 de julio de 2019

BILOCACIÓN

PUBLICADO EN LA VERDAD EL MARTES 9 DE JULIO DE 2019
Estoy que no estoy. Sí, mi cuerpo está aquí, amarrado a la pata de la silla, pero mi cabeza se quedó el sábado en un chiringuito y todavía no ha vuelto, la muy rebelde. Y así no se puede. Ni escribir, ni vivir. 
Más que la cabeza, lo que me gustaría tener en la playa es el cuerpo entero. Ojalá tuviera yo el don de la bilocación. Y no me refiero al hecho de estar loca por partida doble, que esa capacidad ya la tengo de nacimiento, sino a la posibilidad de estar en dos sitos a la vez. En el salón y en la playa. En el despacho y en la playa. En la cola del Mercadona y en la playa. Pero no, aquí sigo de cuerpo presente, que en lugar de mística he salido penitente. Y, para penitencia, la que estoy sufriendo al recibir las fotos de las vacaciones de mi pandilla: Costa Rica, Cerdeña, Pamplona. Hasta la perspectiva de ser pillada por un morlaco en la curva de Estafeta se me antoja más apetecible que estar aquí. Porque, digan lo que digan el calendario, los anuncios y los informativos, sólo es verano cuando te despiertas y te quedas en la cama leyendo, con la ventana entreabierta y la brisa de la mañana moviendo ligeramente las cortinas. O cuando te das cuenta de que son las nueve de la noche y todavía no has salido del agua. Si no es así, no es verano. Es otra cosa. Es un cocerte en papillote en tu casa en lugar de tostarte vuelta y vuelta en la arena. Y no sabe igual. Ni mucho menos. 
Desde hace años sólo tengo trozos de verano. Y así sobrevivo: junto una siesta por aquí, un paseo en bici por allá, un baño por acullá, y los pego con papel celo. Pero quiero volver a tener un verano entero, sin cortes; un verano continuo impreso a sangre en un papel couché semi mate; uno de esos veranos que comenzaban a mitad de junio y terminaban a mitad de septiembre, un verano moroso, lento, donde no sabías qué hacer con los días, un verano tan largo que llegabas a aburrirte. Ahora tengo un verano fragmentado, por horas. Y se me hacen cortas. Así que la cabeza ha dicho que no vuelve, que mi cuerpo haga lo que quiera, pero que ella se queda en la República Independiente del Chiringuito. Otra separatista más. Estamos buenos. 

miércoles, 3 de julio de 2019

POLLO A LA CERVEZA

PUBLICADO EN LA VERDAD EL MARTES 2 DE JULIO DE 2019
También es coincidencia: a la Esteban le hackean el móvil el día de su boda, y a mí me hackean el mío al día siguiente. Que yo no digo nada, pero que es mucha casualidad. Que a ver si es que voy a ser famosa, y yo sin enterarme. Famosa anónima, un nuevo concepto. Y famosa cutre, como mi hackeo: han utilizado mis cuentas en las redes para hacer publicidad de marcas rebajadas. Pero por algo se empieza, oiga, que de aquí a nada me veo mis WhatsApp analizados en "Sálvame". Se van a quedar muertos con mis escandalosas listas de sustantivos: amoniaco, agua, yogures. Con mis perturbadoras fotos de mis paseos en bicicleta por Lo Poyo. Y con mis amenazadores mensajes: "¡¡¡Tío, no quedan cervezas en el frigo!!!" será interpretado por Kiko Hernández como el evidente inicio de una crisis matrimonial. Al tiempo.
Cuando era pequeña tuve un diario. Era pequeñito, cerrado con un candado. Escribí dos páginas con una letra redonda y clara, hasta que al tercer día perdí la llave y no pude volver a abrirlo. Ahora ya no hace falta escribir diarios porque tu vida está en tu móvil: lo que lees, lo que ves, lo que oyes, lo que te llena el espíritu y la nevera. Pero hasta las señoras insulsas que llevamos una existencia desnatada, inane y monjil, tenemos derecho a la privacidad. La vida que queremos que se vea ya la exhibimos en las redes, mientras que la otra intentamos mantenerla oculta, fuera de campo, en ese difícil equilibrio entre el ser y el parecer. El caso es que, por mucho candado que le echemos a nuestro teléfono, nos pillan la llave y nos dejan en bragas. A mí metafóricamente, porque de la otra forma ni de coña. Ya les digo: pudibunda que es una.
Lo único que me importa de que me hackeen el móvil es que descubran mi peso. Lo apunto los lunes, cuando me subo a la báscula con la vana esperanza de empezar la semana con cien gramos menos. Y nada, que no adelgazo ni a tiros, pero es que con este calor a ver quién no se mete un quinto fresquito entre pecho caído y espalda sudada. Siempre que haya cervezas en el frigorífico, claro. "¡¡¡Tía, pues haberlas metido tú!!!", me ha contestado mi santo. Al final, Kiko Hernández va a tener razón. A éste le monto yo el pollo. A la cerveza.   

miércoles, 26 de junio de 2019

DÍAS DE BODA

PUBLICADO EL MARTES 25 DE JUNIO DE 2019 EN LA VERDAD

Qué me gusta a mí una boda. Y un canapé. Y un sarao con barra libre: dadme un vodka con tónica y moveré el mundo. Y el esqueleto, que una es bailonga por afición, por devoción y por Raffaella Carrá. Las bodas son especialmente disfrutables, sobre todo para los invitados. Lo de los novios es otro cantar: viendo los enlaces de estas últimas semanas, agradezco haberme casado en el siglo pasado, en una época donde bastaba un convite medio en condiciones, un cartón de Marlboro para repartir entre los asistentes y un tío con un pinfanillo para amenizar la fiesta. Si me tengo que casar ahora, me dan las siete plagas: poco menos que tienes que llamar a la Fura dels Baus para que te organice la fiesta. O al Circo Ringling. Cierto es que cada uno se gasta los cuartos como le da la gana, y si a ti te luce una noria porque eres de bodón verbenero, pues aquí paz y después gloria. Qué fantasía todo. 

Pero, además de la boda de Ramos y Rubio, estos días hemos tenido la de Ainhoa Arteta, la de María Pombo y la de la Esteban. Demasié. A lo mejor por eso Pedro Sánchez está aplazando su casorio con Pablo Iglesias, porque no quiere que le hagan sombra. O porque no se ponen de acuerdo en el tipo de celebración: Sánchez quiere una boda sencillita, informal, de cooperación, e Iglesias un bodón de coalición, con sus langostinos, su jamón de pata negra, su solomillo Wellington y su tarta nupcial de seis pisos. Y venga bronca. Sobre todo por los ocupantes de la mesa presidencial, que está siendo más difícil de configurar que cuando los padres de la novia están separados. Pueden pedirle consejo a Albert Rivera, que lleva más divorcios a sus espaldas que Zsa Zsa Gabor y Elizabeth Taylor juntas: primero, el de Manuel Valls y, ahora, el de Toni Roldán. Roldán se ha desilusionado, el pobre; se creía que se había casado con un morenazo con buena planta, y se ha dado cuenta de que lleva Farmatint en el pelo y alzas en los zapatos. "Este no es el producto que yo compré", ha dicho. Lo mismo me dice mi santo, que si llega a saber lo que ronco, no se casa conmigo. Que muevo hasta las cortinas, me suelta. Se ve que él no se oye por las noches.   

miércoles, 19 de junio de 2019

INFANTES

PUBLICADO EN LA VERDAD EL MARTES 18 DE JUNIO DE 2019 

En todas la casas cuecen habas. Hasta en la Casa del Rey, aunque allí no sé si las cocerán con langosta, que para eso son muy finústicos. Lo digo porque la Infanta Elena ha regañado públicamente a su hija al darse cuenta de que se le veía el tirante del sujetador, y la chiquilla le ha respondido con un gesto de ay, mamá, déjame en paz. El mismo gesto de cualquier adolescente en cualquier parte del mundo, que mucha nanny inglesa y mucha hípica y mucha regata, pero a la hora de mirar a los padres con cara de qué dice esta tía loca no hay pedigrí ni apellido compuesto con guion en medio que valga. A este paso, el día que Victoria Federica se haga un piercing en el ombligo se monta una que ni la batalla de Olmedo.  

El "lávate los dientes, échate desodorante y quítate esa camiseta churretosa" que le suelto al heredero cada vez que sale por la puerta es el nuevo "ponte las bragas limpias por si tienes un accidente" que me decía mi abuela: de todos es sabido que, mientras están intentando salvarte la vida en el quirófano porque te ha atropellado un trolebús, hay una enfermera revisándote la ropa interior para luego apuntarlo en el informe clínico. Pero estos adolescentes marrandungos que huelen a hormona reconcentrada, a desafío y a hartazgo, también huelen a nervios, a angustia y a inseguridad: que si los finales, que si la selectividad, que si estoy gorda, que si estoy flaco, que si no me hacen caso, que si no sé en qué matricularme, que si los granos, que si nadie me entiende. Tienen que ser bonicos, y listos, y sacar buenas notas, y caer bien, y ser aceptados, y aceptarse a sí mismos. Y todo eso exponiéndolo en las redes, no sea que se vayan a hacer el moco y no se enteren en Kuala Lumpur. Y sintiendo que se les escapa el mundo que tienen al alcance de la mano, y aguantando que nosotros nos tomemos sus problemas a chufla, y soportando a unos vendetazas que les impulsan a perseguir sus sueños cuando todavía no saben que, a veces, hay sueños que es mejor no alcanzarlos nunca. Qué presión, oigan. No volvía yo a los quince ni así se me pusiera a tiro John Cusack. El de hace treinta y cinco años, claro. El de ahora, ni con un palo.  

miércoles, 12 de junio de 2019

CARA DE NADA

PUBLICADO EL MARTES 11 DE JUNIO EN LA VERDAD

El final de "La reina Cristina de Suecia" es un formidable plano que nos lleva hasta la cara de Greta Garbo, su protagonista. Cuando la Garbo le pidió indicaciones al director sobre qué gesto poner, Rouben Mamoulian le dijo que quería que su rostro fuera como una hoja de papel en blanco donde cada espectador pudiera escribir su propio final. "Pon cara de nada", resumió. Así que la Garbo, obediente, puso la cara de nada más expresiva de la historia del cine. Poner cara de nada y conseguir transmitirlo todo sólo está al alcance de unos pocos, de la Garbo o de la Huppert; los demás siempre ponemos cara de algo. De tontos, generalmente, que salimos en las fotos que parece que nos ha dado un aire.

Muchas semanas después de las elecciones, los candidatos siguen ahí, mirándonos desde los carteles que todavía permanecen pegados en las paredes y colgados de las farolas. Aunque es raro ver unos rostros que continúan pidiendo un voto que ya ha sido emitido, no lo es tanto si pensamos que, en algunos lugares, aún no sabemos quién va a gobernar. Por eso permanecen a la intemperie, en una prórroga obligada, con la cara de nada que intentaron poner para que los electores escribiéramos en ella nuestros propios deseos: cara de te voy a arreglar las farolas de tu calle, de voy a hacer que consigas un trabajo decente, de voy a solucionarte tus problemas de vivienda, de voy a acabar con la corrupción institucional, de voy a preocuparme de que tengas una pensión digna. Pero en su tentativa de poner cara de nada, o de algo (de solidez, de fuerza, de poder, de capacidad), a algunos les pasa lo que a mí, que quiero poner cara de interesante y salgo con cara de estreñida; para muestra, la cabecera de la columna. Por eso miro las fotos en las que salgo de refilón, con cierta vergüenza, sin enfocar del todo la mirada, como cuando ojeas un libro con desgana. Y por eso no me imagino levantándome por las mañanas, tomándome un café de pie junto a la ventana y viendo mi cara de lo que sea en la pared de enfrente y en tamaño poster, recordándome mi propio fracaso, mis promesas incumplidas, mis problemas no resueltos y mis arrugas sin solución. Bastante tengo con verme cada día en el espejo. 



miércoles, 5 de junio de 2019

UN ANUNCIO EN LAS AFUERAS

PUBLICADO EN LA VERDAD EL MARTES 4 DE JUNIO DE 2019

Acabas de terminar de trabajar. Vuelves a casa uno de esos días de junio, largos y calurosos, que dan para las últimas comuniones y los primeros baños en la playa. Llevas la camisa empapada en sudor, el asiento de atrás del coche cubierto por una pila de carpetas y la agenda del móvil llena de citas para toda la semana. Ya estás cansado, y sólo estamos a martes. Miras distraído por la ventanilla y te encuentras una valla publicitaria en la autovía anunciando un puticlub. "Porque te lo mereces", dice el cartel. Y sí, es verdad, qué coño. Te lo mereces.

Tú te mereces que te den lo tuyo, papito lindo, que te dejen relajarte un ratito, que te mimen y que te sonrían aunque sea pagando, que para eso llevas el peso del mundo sobre los hombros. Que tienes derecho a olvidarte por un momento de las malas notas de Andresito, que no hay quien lo meta en vereda, y del arreglo de la cocina, y de las cortinas del salón, las putas cortinas del salón, que a la señora le ha dado por cambiarlas justo ahora, cuando os queda nada para iros a la playa. Pero la que te lleva por el camino de la amargura es la cría, que está insoportable, y contestona, y hecha una fresca, que cada vez que pisa la calle con esos pantalones cortísimos te dan ganas de encerrarla bajo siete llaves. Y, para colmo, ha empezado a salir con repetidor de la clase. Como le ponga la mano encima a tu niña lo lleva claro, el pollo.

Hasta los cojones te tienen. Tu jefe, que es un gilipollas. Y Paco, el del taller, que te está amargando la vida porque no sabe hacer bien su trabajo y después te comes tú todos los marrones. Y tu cuñada, que no para de ir a llorarle a tu mujer por culpa de su marido, que es otro gilipollas. Y tu suegra, siempre dando por saco y metiéndose en lo que no le importa. Y tú, trabajando sin que nadie te lo agradezca, que cuanto más les das, más quieren. Sin parar, sin dormir, que te metes en la cama y te dan las tres de la mañana con los ojos como platos haciendo números. Definitivamente, te mereces un momento de descanso. Si es que has tenido muy mala suerte en esta vida. Con lo que tú vales.       

miércoles, 29 de mayo de 2019

EL PORVENIR

PUBLICADO EN LA VERDAD EL MARTES 28 DE MAYO DE 2019
Lo más indómito que he hecho en mi vida fue quedarme a dormir en Tabarca sin haberlo planeado. El día, uno de esos de anuncio de cervezas, se nos había hecho corto, así que decidimos alargarlo convirtiéndolo en uno de esos de anuncio de ron. Y allí nos quedamos: sin muda, sin maquillaje y sin secador, pero en un hotel, claro, que una no ha dormido nunca al raso y no es cuestión de empezar a hacerlo cuando ya tiene las vértebras caducadas. 
Más que sentir la llamada de lo salvaje, aquel día sentimos la llamada de hacer que lo bueno no se acabara, de que las conversaciones, hechas íntimas, o locas, o sinceras, o pedantes por el alcohol y la playa, siguieran hasta que cerrara el único bar que había en la isla. P., incluso, nos leyó las cartas. Y acertó. Tal cual. Después de aquello, y viendo que P. reinaba sobre el futuro, jamás le volvimos a decir que nos las echara. Pero seguro que, más de uno, y si hubiera tenido ocasión, le hubiera preguntado a P. sobre el porvenir. Sobre la salud, el dinero o el amor. O sobre los resultados electorales del domingo, que lo mismo tiene. Para ir preparándose para lo peor o para lo mejor, que no sé que estado requiere mayor prevención, si asumir el fracaso de una debacle o soportar la responsabilidad de tener en tus manos una ciudad entera, un pueblo, una región. Yo, que no sé qué hacer con mi vida los días pares, no me quiero ni imaginar dirigiendo las vidas de los demás hasta en los años bisiestos, tomando decisiones que afectan a tanta gente, creyendo que mi criterio es el bueno y, por tanto, el único. Tampoco sé si eso es valentía, soberbia, osadía, temeridad o supervivencia. O simple y pura política. 
Lo curioso es que, tras estas elecciones y una vez conocido el futuro pasado, en algunos casos nos siguen haciendo falta videntes para saber quiénes van a ser los que nos gobiernen. Menos mal que están los pactómetros, que son el nuevo tarot: 8.000 tiene Ferreras a disposición de escépticos y creyentes. Aunque, puestos a que te adivinen el porvenir, casi prefiero al maestro Joao leyendo culos en "Supervivientes". Con el mío, iba a tener más lectura que con la Enciclopedia Británica. Con los treinta y dos tomos. Y con celulitis.