PUBLICADO EN LA VERDAD EL MARTES 28 DE JUNIO DE 2016
Soy
bodófila perdida, lo confieso. Me gusta más una boda que comer con los dedos. Y
no sólo por el romanticismo (que sí), por el convite (que también) y por la
barra libre (que sobre todo), sino porque en esta época en que vivimos sólo se
casan los valientes. O los temerarios: preparar un casorio hoy en día es más
difícil que organizar Eurovisión. Antes uno se apañaba con la parroquia del
barrio, un salón de celebraciones correctito, la orquesta “Ilusiones” y un
paquete de peladillas de recuerdo (y de recuerdo imborrable, que te dejaban
todo el bolso pringando). Ahora, en cambio, hay que dar el triple mortal hacia
atrás para epatar al personal, que cuando una lleva en el cuerpo tantas bodas
(ajenas, no propias, que servidora no es Zsa Zsa Gabor), siempre espera el más
difícil todavía: un lugar original, unos discursos dignos de ingreso en la RAE,
un recuerdo de la ceremonia que puedas lucir con orgullo en el salón sin tener
que esconderlo detrás de los libros y un menú que contemple la posibilidad de
que haya un vegetariano en la boda (o un vegano, o un crudívoro, o un herbívoro,
o un macrobiótico, o un ayurvédico, o un rumiante con cuatro estómagos). Y hacer
todo eso sin que te patrocine ¡HOLA! ya es para nota.
A
pesar de ello, y de los agoreros que anunciaban el fin del matrimonio, la gente
se sigue casando. Y de dos en dos hasta nueva orden de la CUP (ellos son más
del poliamor, yo del polideluxe). Pero si el bipartidismo amoroso no ha muerto,
el político tampoco, ya sea por suerte, por desgracia o por elección. Ahora
veremos si hay boda entre el PP y el PSOE, o un arrejuntamiento, o un “convivir
juntos”, que dice Rosa Benito (también dijo que antes que volver a bajar las escaleras de “Sálvame” se
rompía las piernas, así que no hay que hacerle mucho caso), o tan siquiera un yo miro para el otro lado
mientras te invisten presidente, que ojos que no ven corazón que no siente. Lo
único que está claro es que si hay nupcias, Soraya Sáez de Santamaría estará de
Dj en el convite con una camiseta de lamé cobrizo pinchando merengue como si no
hubiera un mañana, que los peperos se nos han vuelto caribeños. Ya decía yo que
ese moreno tropical de Javier Arenas no era normal.
LA BODA EN CUESTIÓN, CELEBRADA EN UN BARCO SURCANDO EL EBRO.
¿SE PUEDE PEDIR MÁS? SÍ, QUE LOS NOVIOS SEAN FELICES PARA SIEMPRE. Y LO SERÁN.