miércoles, 24 de abril de 2013

Novela por entregas


PUBLICADO EL 23 DE ABRIL DE 2013 EN LA VERDAD

Ay, Pantoja, qué mala suerte tienes. El único pecado que cometiste fue enamorarte, que lo otro, lo de llenarte los bolsillos de la bata de cola con dineros ajenos, no es pecado sino delito, y tú ya solo crees en la justicia divina. Sales del juzgado condenada y empashminada y casi te comen, como a Montgomery Clift en De repente, el último verano. Y, para colmo de males, tu hijo anuncia vía Twitter que se separa de la Jessi mientras tú estás desmayada en el coche, con la ropa interior color carne al aire; menos mal que sigues al pie de la letra la máxima almodovariana de “Hagas lo que hagas, ponte bragas”, que imagínate que ese día hubieras ido de comando y se te hubiera visto el pantojo.

Tu Kiko le ha cogido más gusto al Twitter que a las hamburguesas con doble de queso. No sé cuántas veces ya ha tuiteado que se separa, que vuelve y que se vuelve a separar, y hasta le sobran caracteres al tío. Resuelve en dos líneas y se ahorra el comunicado, que así está el gremio periodístico ahora que todos han optado por el “Do it yourself”; eso sí, hay un baile de acentos en los tuits que ni Leonardo Dantés con un ataque de epilepsia. Pero esta vez Kiko ha sido elegante y se ha limitado a un “Jessica y yo no estamos juntos”, que no hay nada peor que un amante despechado con un móvil en la mano: mira a los dos exconsejeros del gobierno balear, que se divorcian por Twitter y se acusan de fraude. Cuánto me hubiera gustado leeros a ti y a Cachuli tirándoos los tuits a la cabeza, en una versión 2.0 de La guerra de los Rose: “@Cachuli Tú al talego y yo a Cantora. Que te den”. O que Cachuli hubiera publicado una imagen tuya en porretas, como ha hecho Andrés Calamaro con su novia: ella lo manda más allá de la Pampa y él se venga subiendo una foto de la susodicha en cueros. Pero ustedes vosotros sois más de las vías oficiales, que ¡HOLA! paga y Twitter no. Y es una pena, porque Twitter es una novela por entregas, que en un tuit caben todo el dolor y el amor de mundo. Cabe hasta un cuento, y aún sobran 90 caracteres: “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”. Feliz Día del Twitter. O del libro. 

miércoles, 17 de abril de 2013

Mercados

PUBLICADO EL 16 DE ABRIL DE 2013 EN LA VERDAD
Bar. Interior noche. Salida de madres (no de madre, que aquí el plural es importante). S. echa una visual y sentencia “¡Cómo está el mercao!”. Y sí, entre los perullos con aspiraciones y los perullos a secas, una confirma que, efectivamente, hace falta que Europa nos intervenga, porque la cosa está muy malita, ¿te das cuen? Nosotras tampoco es que estemos para tirar cohetes, que yo tengo los huesos desencajados, el fémur tengo muy dislocado y tengo el cuerpo muy mal, pero no porque lleve una gran vida social, sino porque ya estoy viejuna. Entre los perullos y las desencajadas, el nuestro es un mercado en crisis. 

Pero los malos tiempos han llegado incluso a los mercados de los países desarrollados: en Holalandia, ese lugar donde los diamantes de Suárez brillan más que el sol, Adriana Abascal, viuda in pectore del dueño de Televisa y ex de Juan Villalonga (sí, el de Telefónica) anuncia su boda con un tal Emmanuel diciendo que no es multimillonario. Cuando se da un titular así, por algo será, que “Excusatio non petita, accusatio manifesta”, reina. Pero es que somos muy mal pensados, que a ella lo que le enamoró de Emmanuel fue su alma, que ellos son felices con unas palomitas en el cine. En eso lleva razón: yo sería feliz yendo al cine en París aunque fuera a ver Los Bingueros (por cierto, Fernando Esteso quiere volver a los escenarios y busca fondos a través del crowfunding; ahí lo dejo, por si quieren convertirse en mecenas de la cultura). 

No sé si me molesta más que Adriana Abascal tenga ese tipazo o que intente convencerme de que se casa con un tornero fresador. Pero a mí no me la pegas, mona, que lo que no queréis es cumplir los Objetivos del Milenio y que los países ricos aumenten el acceso al mercado para que haya un comercio abierto y no discriminatorio. O lo que es lo mismo, que cualquiera de nosotras pueda tener la oportunidad de ligarse a un pibonazo forrado como Emmanuel, que ya le cambiaré yo el nombre y le diré Manolo, que es más de macho. Y en pleno intercambio comercial tú, Adriana querida, te vienes para acá y te paseas entre los perullos, a ver si alguno te encadila por su alma. Y si te enamoras, ya me llamas y quedamos para ir al Carrefour cuando haya ofertas. Bienvenida a la economía de subsistencia. 

miércoles, 10 de abril de 2013

Daguerrotipos


PUBLICADO EN LA VERDAD EL 9 DE ABRIL DE 2013

Tarde de fotos antiguas. Repaso, miro y remiro, pero no encuentro fotos comprometedoras, porque ni me he fotografiado con narcos (que yo sepa) ni he salido en el Interviú, que hasta que no nazca un diseñador gráfico capaz de photoshopearme las lorzas sin que le de un calambre en la muñeca, servidora no se despelota.

Lo único comprometedor de las fotos viejas es la pinta que llevábamos. Nosotras, con hombreras a lo Super Bowl y las cejas más salvajes que el Mato Grosso; ellos, con cara de hombres a medio hacer. Y sí, todos lucían un pelucón que pa qué, pero ahora el pelo se les ha caído de la cabeza y se les ha quedado pegado en la espalda, en una suerte de autotransplante capilar en la zona equivocada. Sigo mirando y veo sonrisas en algunas imágenes, poses de interesante en otras, caras jóvenes en todas; veo lo que éramos y veo lo que somos y me da cosica. Lo mismo me pasa cuando echo un ojo a las antiguas fotos de Iñaki y Cristina en estos días urdangarines. Porque ahora no se hagan las listas, hermanas, que todas pensábamos lo buen mozo que era el muchacho y la suerte que había tenido Cristina, mucha más que Elena, dónde va a parar, que a Marichalar lo veíamos más como “personal shopper” que como marido: Marichalar era ideal para acompañarnos de compras a Loewe (sobre todo porque a mí las dependientas de las tiendas caras me miran con cara de estreñidas, en cambio a Jaime le hacen un chuminero cuando entra), pero Iñaki era perfecto para todo lo demás. Y mira tú por dónde ya no están ninguno de los dos en las fotos, ni tampoco Cristina, ni los niños, que si años atrás se necesitaba un gran angular para que cupieran todos los miembros de la familia real, hoy entran en una foto de carnet. Y esta vez la Reina no lo arregla ni con el Photoshop.

Pero la vida da muchas vueltas, no crean: fíjense lo malísimamente que lo pasó Isabel II en su famoso “annus horribilis”, y ahora baja de los cielos convertida en chica Bond. A este paso, al Rey lo hacen chico Almodóvar, que a surrealistas no nos gana nadie. Iñaki ya lo es; en su laberinto de pasiones particular va cantando “Urdanga, Urdanga, soy de Teherán”. O de Qatar, que lo mismo da. Y tan fresco.

miércoles, 3 de abril de 2013

El desencanto


PUBLICADO EL 2 DE ABRIL DE 2013 EN LA VERDAD

Hemos sido buenos chicos. Sí, usted y yo. Hemos seguido a pies juntillas el plan de vuelo que nos habían marcado, hemos cumplido nuestra parte del trato, hemos hecho todo lo que nos han dicho: ir al colegio, estudiar una carrera, casarnos, comprar una casa, tener hijos. Con despistes y resbalones, con borracheras de más y jornadas de estudio de menos, con broncas por la hora de llegada y con enfrentamientos por los cortes de pelo, que sí, que vale, que de acuerdo, que dimos algún disgusto que otro porque éramos jóvenes y “queríamos ser eléctricos, queríamos ser seis cuerdas, arder en un solo suicida y glorioso” (Diego Sánchez Aguilar), pero al final acabamos desenchufando las guitarras y corrimos a ocupar nuestro puesto en el coro de la iglesia para así (nos prometían, nos decían) convertirnos en personas de provecho y tener algo seguro el día de mañana.

Ahora, el día de mañana ha llegado, y lo único seguro que tenemos es un regusto amargo en la boca. Haber sido buenos chicos no nos ha valido para nada: estamos en el paro, las carreras que estudiamos sólo sirven para que nuestras madres decoren el salón con la orla de la Universidad y no sabemos qué futuro les vamos a dejar a nuestros hijos porque no sabemos ni qué hacer con nuestro presente. Estamos en la calle, perdidos, sin rumbo y en el lodo, y si nos dicen ven lo dejamos todo, familia incluida, para irnos a lugares que sólo conocíamos por “Callejeros viajeros” a buscarnos la vida en trabajos miserables. La mía es la generación del desencanto, perdida en un camino de falsas promesas donde ya no hay baldosas amarillas que seguir.

Pero si nosotros hemos cumplido nuestra parte del trato, ahora les toca a ellos cumplir la suya. ¿Dónde están la seguridad, la tranquilidad, la recompensa al esfuerzo? ¿Dónde está ese futuro estupendo que íbamos a tener si nos portábamos bien? En ningún sitio, porque hemos firmado nuestro contrato con Groucho Marx. Así que si la parte contratante de la primera parte no nos da opción, o nos dejamos de coros y volvemos a enchufar las guitarras (y que suenen tan fuerte que revienten los cristales) o inventamos nuevos caminos, pintamos otra vez las baldosas de amarillo y nos echamos una mano entre nosotros. Porque, a pesar de todo, a pesar de ellos, seguimos siendo buenos chicos.