jueves, 29 de diciembre de 2016

DE LUZ Y DE COLOR

PUBLICADO EN LA VERDAD EL 27 DE DICIEMBRE DE 2016

Tengo la casa que parece un puticlub. Por las luces de Navidad, digo, que mi santo y mi heredero han decorado la fachada con tal desparrame lumínico que a punto están de empezar a parar camioneros en la puerta. Es lo que tienen estas fechas, que a la que te descuidas se te va la mano con las bombillas y acabas convirtiendo una casa cristiana y decente en un club de carretera. Y es lo que tiene la Nochevieja, que a la que te emocionas se te va la mano con las lentejuelas y acabas pareciendo un cruce entre una bola de discoteca y una novia de Paquirrín.

La Nochevieja es la encarnación de Terelu Campos puesta en cumplir. O de Norma Duval antes de retirarse a Tagomago, convertirse en señora bien y anunciar Punt Roma. La Nochevieja es una profusión de brillos y lamés, un despiporre de lentejuelas, de recogidos fantasía con extensiones, de uñas postizas y de vestidos morcillones. La Nochevieja saca a la vedette que todos llevamos dentro y se la lleva a una fiesta donde sirven copas de Gin Lirios, ponen reggaeton para que los tronistas restrieguen la cebolleta, reparten medias noches resecas con margarina y chorizo y hacen pirámides de champán con Rondel Oro y Rondel Verde. Y mientras, las chonis con alma de pija aspiracional y los tíos con smoking blanco a los que confundes con camareros te intentan colocar un collar hawaiano, y te lanzan confetti, y te besan para felicitarte el año, y te dejan la cara llena de purpurina. Y es entonces, justo entonces, cuando decides volver a casa con los zapatos en la mano, tristona, con ardor de estómago y sin ser capaz de reconocer que te has aburrido como una mona después de pagar un congo por la entrada. Nunca ha funcionado tener que pasárselo bien por obligación; nunca volveré a una fiesta de Nochevieja. Y así seguiré, en zapatillas y sin un brillo que echarme al ojo, a no ser que me invite Mariano Rajoy a pasar el fin de año en el Gran Hotel de La Toja, que fue ver al presidente bailando por Raphael e írseme las piernas. Qué marcha y qué frenesí, que ritmo y qué movimiento. Ya lo dijo Soraya Sáenz de Santamaría: "Rajoy es un tío divertido y bailongo". Para una vez que dice la verdad, la pobre, y no le hacemos ni caso.



miércoles, 21 de diciembre de 2016

COMO UN TORRENTE

PUBLICADO EL 20 DE DICIEMBRE DE 2016 EN LA VERDAD

¿Que quieres agua? Pues toma dos tazas. O 130 litros por metro cuadrado, para ser más exactos, que a puntito hemos estado en Cartagena de tener que sacar el Submarino Peral a la calle. Aquí no somos de lluvia dulce y delicada a lo película británica, no, aquí somos más de catástrofe natural nivel blockbuster de Roland Emmerich. Es lo que tiene esta tierra de contrastes y desigualdades, que pasamos de la inundación a la sequía y del ayuno al despiporre en un plis plas: toda la semana a pan y agua para poder hacerle  hueco a las Navidades que se avecinan hasta que llega el diluvio universal y te pilla con la despensa llena. Y entonces te tiras dos días echando viajes a la cocina, y venga de trufas, y venga de hueva y mojama, y venga de mantecaos, y de longaniza seca a pellizcos, y de vino de Jumilla. El mundo se derrumba y nosotros nos engollipamos.

Ponerte hecha un tordo es el peligro que corres si te quedas incomunicada en casa y no tienes un gondolero que te rescate. Pero eso nunca le hubiera sucedido a Zsa-Zsa Gabor: en tal de salir de su aislamiento, ella hubiera sido capaz de casarse con el mismísimo Noé, y hasta de quedarse con el arca ("Debo de ser una buena ama de casa, porque cuando me divorcio siempre me quedo con la casa", decía). La actriz, que también era un torrente desbordado, como la rambla de Benipila, ha muerto a los 99 años, dejando atrás nueve matrimonios y una vida de excesos, de glamour y de gusto por la charcutería fina, que decía Marujita Díaz: "Nunca odié lo suficiente a un hombre como para devolverle sus diamantes". Y con eso y con el título de su libro, "How to Catch a Man, How to Keep a Man and How to Get Rid of a Man", resumía su filosofía de vida. Qué pena que las petardas de hoy en día no tengan ni su gracia, ni su chispa, ni su capacidad para reírse de sí misma. Menos mal que nos queda Terelu, que ya lleva dos matrimonios en el cuerpo y que también es muy de quedarse con los diamantes (o con las gafas, que su segundo marido tenía una óptica). Y menos mal que ha dejado de llover y puedo salir a comprar. Porque me lo he comido todo.  


miércoles, 14 de diciembre de 2016

COTILLAS

PUBLICADO EN LA VERDAD EL MARTES 13 DE DICIEMBRE DE 2016

Hace ya muchos años que servidora se dejó de cotilleos, de preguntas improcedentes y de comentarios indiscretos. Exactamente desde aquella vez en que felicité a una conocida por su embarazo y me dijo que había parido hacía cinco meses (qué culpa tengo yo de que no le hubiera bajado la barriga, digo). A partir de entonces no doy la enhorabuena por una futura maternidad hasta que no veo una ecografía acompañada de un informe del ginecólogo, ni pregunto por el estado de padres, hijos o cónyuges (y menos ahora, que con la crisis de los cincuenta vamos a separación por mes).

Pero la que tuvo, retuvo: por una de las pocas cosas por las que me hubiera gustado ser presidenta de los EE.UU., además de por poder indultar el pavo, condecorar a Robert De Niro y que Bruce Springsteen cantara en mi toma de posesión, es por recibir los informes diarios de la CIA. Lo que tienen que saber esos muchachos: el Área 51, el proyecto Artichoke, los vuelos secretos, el número de cirugías plásticas de John Travolta, la verdad sobre el noviazgo entre Claudia Schiffer y David Copperfield y toda una series de documentos que harían salivar a Mulder, a Scully y hasta a Iker Jiménez. Pero ha llegado Donald Trump y ha dicho que no, que él no tiene necesidad alguna de reunirse todas las mañanas con la CIA, que se considera una persona lista y que sólo pedirá los informes cuando los necesite. El muchacho, que va sobrado. Como Montoro, al que tampoco le hacen falta informes del CNI para desarrollar su trabajo con profesionalidad y con rigor (pero con rigor mortis, que te quedas muerto cuando Hacienda dice que te va a hacer una paralela): cuenta Emilia Landaluce en su columna de "La Otra Crónica" que, para ver las andanzas patrimoniales de nuestros celebérrimos, en la Agencia Tributaria repasan el ¡HOLA! todos los miércoles, ven el "Sálvame" y le echan un ojo a las cuentas de Instagram del famoseo patrio (a pesar del riesgo que supone encontrarte una foto del último tatuaje de Paquirrín con faltas de ortografía y que te de una angustia en los ojos). Pensar en Montoro en su casa un viernes por la noche tomándose una sopita de fideos y viendo el polígrafo de Conchita es una imagen más pop que las botellas de Coca-Cola de Andy Warhol. Y más loca. Que a todo hay quien gane.





viernes, 9 de diciembre de 2016

PUENTES

PUBLICADO EN LA VERDAD EL 6 DE DICIEMBRE DE 2016

Cuando yo era pequeña era de poco viajar. A mis padres igual les daba que hubiera un puente que un acueducto; lo más lejos que me llevaban era a tomarme el aperitivo a Los Alcázares. Y lo hacían sin ningún tipo de complejos, sin pensar que estaban impidiendo mi adecuado desarrollo pisco-social o que me estaban creando un trauma existencial. Simplemente no viajaban más porque no les daba la gana. En cambio, mi heredero lleva más kilómetros en el cuerpo que Paloma Gómez Borrero, que mi santo y yo estamos imbuidos por el espíritu de los tiempos, ese que te impulsa a salir, a conocer, a ver sitios y a acumular fotos en el móvil, ese que te dice que hay que atesorar viajes y experiencias como si fueran puntos de descuento en la gasolinera, ese que te exhorta a llevar a tu hijo a Eurodisney antes de que cumpla diez años, no sea que el chiquillo vaya a ser el único de la clase que no haya ido y sufra acoso escolar, y se le quede ahí una espinica clavada por no haber saludado a un tío vestido de Mickey Mouse, y se vuelva un parafílico que sólo pueda tener relaciones sexuales con gente disfrazada de animales.

Por eso, en estos días de puente en los que no vamos ningún sitio, nos entra una especie de desazón, de no sé qué, de qué sé yo, de estar haciendo algo malo. Que una se queda en el sofá con una manta en vez de irse a conocer los encantos de Villapene, provincia de Lugo, y parece que ha matado a la madre de Bambi. Y miren que yo soy palomita voladora, pero hay veces en las que el único viaje que me apetece echar es de la cocina al salón para coger chocolate, en una suerte de homenaje personal a Emily Dickinson, que se pasó veinticinco años sin salir de su casa. La pena es que a mí no me da por escribir poemas, sino por meterme un atracón de series. Improductiva que es una. Eso sí, cuando me entre el azogue me saco una cerveza alemana al jardín con una Bratwurst y me hago la ilusión de que estoy un biergarten de Berlín. Y si ya me da el monazo mortal, miro el Facebook para ver lo bien que se lo han pasado ustedes este puente, que les gusta más darle a la pata que a Willy Fog.


GORDITO RELLENO

PUBLICADO EL 29 DE NOVIEMBRE DE 2016 EN LA VERDAD

En China han prohibido llamar “gordito” a Kim Jong-Un. Le puedes decir cafre, asesino, loco, enano cabezón, pero no gordito. Le puedes decir hasta que se le parece a Falete después de que Rupert le haya cortado el pelo a lo taza, pero no gordito. Los sitios web chinos bloquearon el apodo "Kim Gordito el Tercero" tras una reunión que mantuvieron con las autoridades norcoreanas. Lo normal en el orden del día: el programa nuclear, las restricciones al comercio y la prohibición de llamarle gordo al presidente. Amárrame esos pavos.

Menos mal que mi abuela no era china, que si no hubiera acabado en una cárcel asiática: lo que más le gustaba en el mundo era decirte “¡Estás más repuesta!” mientras te daba palicos en los brazos. Ella, que había pasado muchísima hambre de joven, lo decía como un piropo; tú, que también habías pasado muchísima hambre de joven (y de mayor, que una dieta es para siempre, como los diamantes) te lo tomabas a la tremenda. La diferencia es que no podías matarla porque cometer un abuelicidio estaba mal visto en mi casa. En Corea del Norte igual no.

La que está también muy repuesta de lo suyo es Mar Flores: acaba de divorciarse de Javier Merino, un señor mayor y millonario, y ya está saliendo con otro señor. Más mayor, claro. Y más millonario, claro: de magnate en magnate, que aquí hay tomate. Mi abuela hubiera dicho que la Flores tenía una asombrosa capacidad de recuperación. Bueno, no, mi abuela hubiera soltado cosas muchísimo peores, de acabar cumpliendo condena en el penal de Alcalá de Guadaira, que si yo tengo una boca de camionero, la de mi abuela era la del mismísimo conductor del diablo sobre ruedas. Pero lo cierto es que los famosos patrios tardan menos en encontrar un nuevo amor que yo en comerme un bocadillo de atún con pimientos. A mí me dan un palo emocional, que no amoroso (mi santo es un ídem), y la sensación de fracaso me persigue, me atormenta y me golpea en la nuca mientras me lavo los dientes. En cambio ellos se casan, se descasan, se despluman, se hacen una exclusiva con cara de pena, se van a Ibiza y se encuentran con un nuevo amor a velocidad de vértigo. Y los demás, que arreen. Los famosos revisteriles están hechos de otra pasta. De pasta gansa.