miércoles, 14 de diciembre de 2016

COTILLAS

PUBLICADO EN LA VERDAD EL MARTES 13 DE DICIEMBRE DE 2016

Hace ya muchos años que servidora se dejó de cotilleos, de preguntas improcedentes y de comentarios indiscretos. Exactamente desde aquella vez en que felicité a una conocida por su embarazo y me dijo que había parido hacía cinco meses (qué culpa tengo yo de que no le hubiera bajado la barriga, digo). A partir de entonces no doy la enhorabuena por una futura maternidad hasta que no veo una ecografía acompañada de un informe del ginecólogo, ni pregunto por el estado de padres, hijos o cónyuges (y menos ahora, que con la crisis de los cincuenta vamos a separación por mes).

Pero la que tuvo, retuvo: por una de las pocas cosas por las que me hubiera gustado ser presidenta de los EE.UU., además de por poder indultar el pavo, condecorar a Robert De Niro y que Bruce Springsteen cantara en mi toma de posesión, es por recibir los informes diarios de la CIA. Lo que tienen que saber esos muchachos: el Área 51, el proyecto Artichoke, los vuelos secretos, el número de cirugías plásticas de John Travolta, la verdad sobre el noviazgo entre Claudia Schiffer y David Copperfield y toda una series de documentos que harían salivar a Mulder, a Scully y hasta a Iker Jiménez. Pero ha llegado Donald Trump y ha dicho que no, que él no tiene necesidad alguna de reunirse todas las mañanas con la CIA, que se considera una persona lista y que sólo pedirá los informes cuando los necesite. El muchacho, que va sobrado. Como Montoro, al que tampoco le hacen falta informes del CNI para desarrollar su trabajo con profesionalidad y con rigor (pero con rigor mortis, que te quedas muerto cuando Hacienda dice que te va a hacer una paralela): cuenta Emilia Landaluce en su columna de "La Otra Crónica" que, para ver las andanzas patrimoniales de nuestros celebérrimos, en la Agencia Tributaria repasan el ¡HOLA! todos los miércoles, ven el "Sálvame" y le echan un ojo a las cuentas de Instagram del famoseo patrio (a pesar del riesgo que supone encontrarte una foto del último tatuaje de Paquirrín con faltas de ortografía y que te de una angustia en los ojos). Pensar en Montoro en su casa un viernes por la noche tomándose una sopita de fideos y viendo el polígrafo de Conchita es una imagen más pop que las botellas de Coca-Cola de Andy Warhol. Y más loca. Que a todo hay quien gane.





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