jueves, 2 de noviembre de 2017

JARRONES Y JAMONES

PUBLICADO EN LA VERDAD EL MARTES 31 DE OCTUBRE DE 2017

Se me ha roto el ordenador, por lo que estoy de vacaciones involuntarias. No puedo trabajar sin él, no sé trabajar sin él; tengo una dependencia de mi Mac mayor que Anna Gabriel de las camisetas con mensaje ("Miss Camiseta Seca", la bautizó Rosa Belmonte). Intento escribir a mano, pero no resulta: el callo que tenía en el dedo corazón, hecho a fuerza de apoyar el bolígrafo, desapareció hace años, y ahora, en cambio, de tanto darle al ratón tengo en la muñeca un túnel carpiano más grande que el de Despeñaderos.

Busco por toda la casa hasta que encuentro un portátil arrinconado junto a un recordatorio de comunión y una bolsa de peladillas. Es un PC del año 20 a. W. (antes de Windows). Es lento, se atasca. Las teclas van más lentas que mi cabeza, así que pienso las palabras mucho más. Ya lo decía Nietzsche: los instrumentos de escritura contribuyen a nuestras ideas. De hecho, cuando él cambió la pluma por la máquina de escribir, su amigo Heinrich Köselitz manifestó que su prosa se había vuelto más telegráfica, más estricta. Si Nietzsche hubiera tenido un ordenador a mano, "Así habló Zaratustra" habría sido un hilo de Twitter.

En el ordenador puedes borrar, cortar, copiar, deshacer, empezar una frase por el final o un artículo por la mitad, como si hicieras una colcha de retales; puedes escribir sin miedo a emborronar folios, a hacer tachones o a cometer faltas; puedes vomitar palabras sin necesidad de calibrarlas cuidadosamente, y puedes hasta hacer la compra de Mercadona por internet y ver videos de gaticos mientras mandas la columna, que yo no sé si seré pronadora o supinadora, pero procrastinadora soy un rato. El ordenador, además, ha democratizado la escritura, que no la literatura: Alba Carrillo (ex de Fonsi, ex de Feliciano, ex de "Supervivientes", ex de casi todo) tiene una columna en SEMANA. En la portada de la revista, declara: "Soy una persona preparada, y no un jarrón". Yo leo "jamón". Ya no es que no sepa escribir, es que no sé ni leer. Y no soy la única: el otro día, una participante de "First Dates" flipaba porque su cita le había preguntado que si leía. "¿Libros, te refieres?". No, los prospectos del Alka-Seltzer. Otro comentaba que él, mas que de leer, era de ver dibujitos. Así estamos. Eso sí que da miedo, y no Halloween.