PUBLICADO EN LA VERDAD EL 21 DE NOVIEMBRE DE 2017
Si Gigliola Cinquetti cantaba "No tengo edad para
amarte", las Spice Girls no tienen edad para volver a reunirse. O, al
menos, para hacerlo encima de un escenario, que han amenazado con reaparecer, las
tías. Está muy bien que coincidan en un desfile de la Spice pija, en una
barbacoa de la Spice deportista o en una bótox party organizada por la Spice
pelirroja, pero no en un concierto, dando saltitos y cantando cosas que ya
quedan un poco ridículas en boca de una señoras. Es lo que tiene pasar de desayunar
Choco Krispis a leche de soja con isoflavonas, que cantas el "Wannabe"
y le pareces a Bette Davis disfrazada de niña en "¿Qué fue de Baby
Jane?". Claro que, si ellas ya no
están para actuar como si fueran unas adolescentes, nosotras tampoco estamos
para asistir a muchos conciertos: a nuestra edad, eso requiere más
planificación que la contraofensiva
de Eisenhower en Las Árdenas. Que si con quién dejamos al crío, que
si hay que colocarse cerca de los baños, que si tenemos que buscar algún bar para
cenar antes, que si te eches el ibuprofeno y el omeprazol y que si nos pedimos
libre el lunes para poder recuperarnos. Y de quedarte de acampada, nada de nada:
mejor un hotelito pequeño donde poder descansar después de ponerte hasta las
trancas en ese restaurante tan cuco que te ha recomendado tu amigo el
gastrorunner.
Luego están las señoras que tienen edad para todo, como
Carmen Martínez Bordiú, con una horquilla electoral más ancha que mis caderas:
lo mismo elige a un chatarrero forrado que a un joven australiano. Y, por
último, están las señoras que tienen la edad que les da la gana porque son y
han sido siempre libres, como Agnès Varda, que a sus ochenta y nueve años sigue
rodando maravillosamente. O como Rosa María Sardá, que ha devuelto la Cruz de
Sant Jordi y ha renunciado a la esquela que le va a poner la Generalitat cuando
muera. Normal: conociendo como se las gastan con todos aquellos que no comulgan
con el procés, me temo que la esquela que le pondrían sería tan fina y delicada
como aquella de un señor de Torremolinos que se publicó en Diario Sur, y que
acababa con un "Sus hijos, nietos, hermana y demás familia comunican que
la ha palmado". Se teme lo peor, la Sardá. Y con razón.
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