miércoles, 17 de enero de 2018

SAN ANTÓN

PUBLICADO EL MARTES 16 DE ENERO DE 2018 EN LA VERDAD

Límites. Se necesitan límites para educar a los niños, para el cálculo de las funciones trigonométricas, para las tertulias televisivas, para las vestimentas de Sergio Ramos y para saber cuándo tenemos que dejar de felicitarnos el año, que esto es un no parar. Afortunadamente, en este último caso sale en nuestra ayuda el refranero popular español, estableciendo una clarísima linde temporal : "Hasta San Antón, Pascuas son", dice. Así que nos podemos felicitar hasta el diecisiete de enero sin que a Carmen Lomana, a Pitita Ridruejo y a otras abanderadas de las buenas maneras les de un parraque. Además, el día de San Antón no sólo marca el fin definitivo e inapelable de las fiestas, sino que también señala el momento en el que hay que quitar la decoración navideña. Excepto que usted sea Julita Salmerón, claro: la madre de Gustavo Salmerón, protagonista del delicioso documental "Muchos hijos, un mono y un castillo", es una señora bien, caótica y locuela que se planta en junio con el Belén montado en el jardín. También es verdad que la señora es un catálogo de rarezas con moño: guarda en una caja las vértebras de la abuela, sueña con que se come a Primo de Rivera hecho croquetas y tiene un tenedor extensible en la mesilla de noche que utiliza para pinchar a su marido y así asegurarse de que no ha muerto mientras duerme. Al final, lo menos extraño es que Julita riegue a manguerazos al Niño Jesús y a los pastores para que no pasen calor en verano.

Esta prolongación sanantonera de las Navidades hace que perder los kilos que has cogido estas fiestas sea aún más doloroso de lo normal, que llegarte el olor del pulpico a la plancha y revolucionarse los jugos gástricos es todo uno. Lo malo es que sólo nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena y de San Antón cuando hay pulpo: metidos en despachos alfombrados y en cafés modernitos donde te sirven los cortados a precio de sangre de unicornio, se nos olvida que, de vez en cuando, hay que abandonar el centro de las ciudades y callejear por los barrios, porque en ellos también se ha de invertir en infraestructuras, recursos y limpieza. Y eso es más fácil de hacer que conseguir que Sergio Ramos deje de vestirse como un tío tiñalpa. O que acabar con las tertulias en televisión.



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