miércoles, 22 de mayo de 2019

CAFÉ FRÍO

PUBLICADO EN LA VERDAD EL MARTES 21 D EMAYO DE 2019

Una nunca ha visto las cosas que había que ver en el momento en el que había que verlas porque siempre ha ido al rebufo de los grandes fenómenos mediáticos. De joven, por esnobismo; de mayor, por pereza. Total, que por tonta o por vaga, he acabado sufriendo más spoilers que caídas de la bicicleta. Pero nunca me ha importado (lo de los spoilers, digo, que las rodillas las tengo lleneticas de cicatrices) porque lo que cuenta no es el final, sino la historia. Y porque podemos sortear la conclusión de una serie, de una película o de un libro, pero el final gordo, el definitivo, no podemos evitarlo, que la vida viene con spoiler incluido. Y sin más temporadas.

Conociendo de antemano el desenlace, lo interesante de la historia son sus puntos de giro inesperados: cuando ya has conseguido domar a los demonios y a los fantasmas, y comienzas a vivir en un estado fluido y semilíquido en el que tu máximo drama es que tu frutero de confianza haya cerrado el puesto, viene eso (el destino, la fatalidad, un gancho de izquierda, lo que sea) y te lo pone todo patas arriba. Y eso, el lo que sea, siempre llega sin avisar una tarde perezosa en la que te acabas de preparar un café, convirtiendo la tarde perezosa en una tarde trágica, o atribulada, o urgente, o inconsolable. Por eso hace ya años que te tomas el café rápidamente, casi sin remover y mirando por encima de la taza, porque sabes que en cualquier momento te puede venir un lo que sea por detrás que haga que el café se te quede frío, a medio beber, sobre la mesa de los periódicos. Pero también sabes (y esa es la única sabiduría que nos da la edad, junto con que las cremas reductoras no funcionan, que el día que te toca ir a la peluquería te levantas con el pelo genial y que no hay que lamer nunca el cuchillo de la carne) que el gancho de izquierda te puede dejar tambaleándote, o sonado, o tirarte de bruces contra el suelo, pero que lo vas a aguantar porque ya has pasado por ahí otras veces. Lo mismo sucede con Eurovisión: sabemos de sobra que vamos a quedar entre los últimos puestos, pero nos tragamos el festival enterico. Por si algún día ganamos.  

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