miércoles, 26 de septiembre de 2018

FUTURO

PUBLICADO EN LA VERDAD EL MARTES 25 DE SEPTIEMBRE DE 2018
Esta mañana me he sorprendido mirando el horóscopo. Sí, tal cual. Sí, yo también me he quedado muerta. Sí, no lo hacía desde los 12 años. Lo mismo que buscar matrículas de coche con tres nueves seguidos para saber si yo le gustaba al bigardo de turno, hacer los exámenes siempre con el mismo boli, cruzar los pasos de cebra sólo pisando las franjas blancas o comerme un Bony. Todo de una racionalidad que me río yo de Descartes
Pero llegaron los dieciséis y una se convirtió en una descreída militante con ninguna fe, poca esperanza y un mínimo de caridad. Y comenzó a parecerle incoherente la gente que se declaraba atea y luego se ponía ropa interior roja en Nochevieja; servidora los juzgaba con la dureza, la soberbia y la ignorancia propias de la adolescencia (y de Isabel Pantoja). Pero se ve que la edad ablanda el cerebro, el corazón y las carnes, sobre todo las carnes, y que nos invaden el miedo y la ansiedad: entonces empezamos a buscar señales absurdas que nos permitan sobrevivir a semanas que son un lunes eterno, y nos agarramos a lo que sea para aguantar firme en nuestras posiciones, y a intentar atraer la buena suerte y a ahuyentar la mala. Y todo eso lo hacemos aún siendo conscientes de que depositar nuestra fe en tocar un trozo de madera es tan efectivo como depositarla en que Paquirrín vaya a acabar el bachillerato.
Por eso, cuando vamos por la vida como pollo sin cabeza, pensamos en el destino como si existiera, cuando el destino no es más que el resultado de las decisiones que tomamos y de las que no tomamos. Hasta Stevie Wonder lo cantó, desatado y con el pelo a lo afro: "La superstición no es el camino". Y tanto que no; el camino es el curro, la constancia, el esfuerzo. Claro, que Stevie Wonder también cantaba "Si bebes, no conduzcas", y miren el caso que le hemos hecho. Pues lo mismo: al final, hasta los escépticos más recalcitrantes viven apoyándose en pequeñas supercherías cotidianas, y acaban llevando en la cartera un amuleto indio, una moneda china o la estampita de un santo. Yo llevo a Brays Efe disfrazado de Sor Francisca Salas, elegida por Dios mucho antes de nacer. Qué quieren, le tengo mucha fe a los Javis. Y más aún a los gintonics y a los torreznos. 

1 comentario:

Hong Kong Blues dijo...

Yo creo que hay que tener siempre fe en el gintónic. Eso no falla.
¡Besos astrológicos!