miércoles, 12 de septiembre de 2018

ESCRITORES

PUBLICADO EL 11 DE SEPTIEMBRE DE 2018
Tengo más imán para los escritores que Raquel Mosquera para los negros. De verdad lo digo, que a mi alrededor es mayor el porcentaje de amigos que han publicado un libro que de veganos, que ya es decir. Y claro, a mí me entra la ansiedad. Porque colocar a una tipa que daría su mano derecha por ser capaz de escribir una novela en medio de un grupo de bendecidos por la literatura es como colocar a Gracita Morales entre las candidatas a Miss España. 
No sé cómo lo hacen. Lo de escribir, digo. Lo de sacrificar la vida propia para inventar vidas ajenas. Lo de enfrentarse al folio en blanco por mera pulsión, por mera necesidad. Y ahí está la diferencia: servidora sólo se enfrenta a su columna por encargo y con la espada de Damocles en todo lo alto, que una es carne de sofá y tele o de taburete y caña, y no de silla y tecla, y cuando tiene un rato no le apetece ni hacerse el harakiri ni imaginar otras vidas ni calentarse la cabeza. Ya sufro lo suficiente los lunes por la mañana cuando, por mucho que fume, no encuentro el tema, el tono o el adjetivo; entonces hay que tirar de oficio, de café y de más tabaco, y juntar letras hasta que sale algo decente. Lo decía Truman Capote: "Cuando Dios le entrega a uno un don, también le da un látigo; y el látigo es únicamente para autoflagelarse". Será por eso que tengo la espalda en carne viva, como Raphael el corazón. Y lo único que me calma las heridas es saber que, lo que escribo hoy, servirá para envolver media docena de huevos mañana. O para limpiar los cristales. Y esa futilidad, esa intrascendencia, esa falta de permanencia en el tiempo es mano de santo para las llagas. 
Eso sí, daría el brazo derecho por firmar ejemplares en la feria del libro. Aunque no los hubiera escrito yo. Firmar las Páginas Amarillas, por ejemplo. O las blancas. O la hoja parroquial. Supongo que será porque, en el fondo, soy más Ana Rosa que Martín Gaite. Pero lo cierto es que dejarse la vida construyendo las vidas de otros tiene más mérito que cotillearlas. A lo mejor, el día que acabe "Sálvame" escribo una novela. O el día que le pierda el miedo al fracaso, que también.


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