PUBLICADO EL MARTES 4 DE OCTUBRE DE 2016 EN LA VERDAD
Google cumple dieciocho años. Miguel Ángel
Rodríguez lo celebraría diciendo que si fuera mujer, se pondría de largo,
y si fuera ciudadano, iría a votar. Sí, es lo que dijo de la Constitución
Española cuando alcanzó la mayoría de edad. Y sí, he tenido que buscarlo en
Google para recordar la gilipollez exacta, porque hay palabras (y portavoces
del gobierno) que una prefiere olvidar. Pero Google ni olvida ni perdona. Para
eso es la nueva memoria colectiva, el nuevo listo que todo lo sabe, la nueva
enciclopedia universal. Y por eso nos ha cambiado la vida: ya no tenemos las
cosas en la punta de la lengua, sino en la punta de los dedos; ya no nos
metemos en el sacrosanto comedor a consultar algo en la Larousse ilustrada; ya
no preparamos los viajes desplegando un mapa sobre la mesa de la cocina como si
estuviéramos planeando la invasión de Polonia (aunque a Susana Díaz no le haya
hecho falta ni siquiera Google Maps para llegar de Sevilla a Madrid e invadir
el PSOE, que ha tirado por el camino de en medio). Ni siquiera tenemos que
aprender idiomas: Google Translate te traduce cualquier cosa. Como Aznar
hablando inglés puesto de Ribera del Duero, vale, pero te lo traduce. Antes todo
estaba en la cabeza y, lo que no, en los papeles. Hoy ya hay casas en las que
el único papel que existe es el del váter.
“No sé si Google nos hace más tontos, pero es un hecho que nosotros lo hacemos más listos con cada búsqueda”. Lo dice Siva Vaidhyanathan, autor de “La Googlización de todo (y por qué deberíamos preocuparnos)”. A mí, como soy una inconsciente y una ignoranta, no me preocupa, que información con información se paga, pero es cierto que, desde la aparición del buscador, el “Qué sabe nadie” de Raphael ha quedado desfasado: de mis secretos deseos, de mi manera de ser, de mis ansias y mis sueños lo sabe todo Google (lo que prefiero o no prefiero en el amor lo sabe mi santo). Lo que sí me inquieta son los términos más buscados: cómo ser feliz, cómo ser modelo y cómo ser guapa. Amárrame a esas pavas. No sé si las búsquedas las hacen solo aspirantes a tronista, a amante de Kiko Rivera o a modelo de Carrefour, pero lo leo y me entran ganas de encerrarme en la biblioteca del hermano Berengario. Sin conexión a internet, claro.
“No sé si Google nos hace más tontos, pero es un hecho que nosotros lo hacemos más listos con cada búsqueda”. Lo dice Siva Vaidhyanathan, autor de “La Googlización de todo (y por qué deberíamos preocuparnos)”. A mí, como soy una inconsciente y una ignoranta, no me preocupa, que información con información se paga, pero es cierto que, desde la aparición del buscador, el “Qué sabe nadie” de Raphael ha quedado desfasado: de mis secretos deseos, de mi manera de ser, de mis ansias y mis sueños lo sabe todo Google (lo que prefiero o no prefiero en el amor lo sabe mi santo). Lo que sí me inquieta son los términos más buscados: cómo ser feliz, cómo ser modelo y cómo ser guapa. Amárrame a esas pavas. No sé si las búsquedas las hacen solo aspirantes a tronista, a amante de Kiko Rivera o a modelo de Carrefour, pero lo leo y me entran ganas de encerrarme en la biblioteca del hermano Berengario. Sin conexión a internet, claro.
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