miércoles, 12 de octubre de 2016

DON VITO

PUBLICADO EL 11 DE OCTUBRE DE 2016 EN LA VERDAD

En “Tienes un e-mail”, Tom Hanks le decía a Meg Ryan (cuando Meg Ryan era la vecinita de al lado y no una señora a la que le había picado un enjambre de abejas en la cara) que “El Padrino es la obra con las respuestas a todas las preguntas de la vida”. Y es cierto, sobre todo si te preguntas cómo esconder una pistola en un retrete o cómo convencer a un productor para que le de un papel protagonista a tu ahijado. No sé si Francisco Correa llegó a meter una cabeza de caballo en la cama de alguien, pero sí que se identificaba tanto con el personaje de Marlon Brando que quería que le dijeran Don Vito. Incluso le mandó al contable de la organización aparecer con ese nombre en las anotaciones de la Caja B. Don Vito sólo se llaman a sí mismos los gilipollas que se creen intocables o las pizzerías de barrio.

Ahora, la mala copia en papel carbón de Vito Corleone, sus secuaces y sus acólitos, hacen cola a la puerta de los juzgados, tan engominados, estirados y encorbatados que parece que están entrando a una boda en El Escorial. Cualquier día, los pensionistas que van a la entrada de la Audiencia Nacional a insultarles en lugar de ir a ver obras, se lían y les gritan “¡Vivan los novios!”, que con tanta boda de macarra con aspiraciones que hay últimamente (léase
Rociíto y Fidel, Kiko Matamoros y Makoke, y Kiko Rivera y una pobre mujer) es fácil confundirse. Se confunden hasta los imputados: Rafael Spottorno se equivocó de sala y se sentó en la que estaban juzgando el Caso Gürtel y no en la de las Tarjetas Black, como cuando celebran dos bodas a la vez en un salón de banquetes y te metes en el enlace de Samantha y Jonathan en vez de el de Pedro y Carmen, y te das cuenta de que te has liado porque que no conoces a nadie. La diferencia es que Spottorno entró en la otra sala y conocía a todo el mundo. “Mantén cerca a tus amigos, pero aún más cerca a tus enemigos” recuerda Michael Corleone que le dijo su padre. Aquí están todos tan cerca que se pueden oler la soberbia, el engreimiento y las colonias de Loewe unos a otros. Al final, Tom Hanks va a tener razón.

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