miércoles, 13 de junio de 2018

ESCÉPTICOS ILUSIONADOS

PUBLICADO EN LA VERDAD EL MARTES 12 DE JUNIO DE 2018
El nuevo gobierno es el triunfo del rosapalismo. O mejor, del anarosapalismo, concepto que apunta P. en Facebook y remata alguien en Twitter: "Ojalá Màxim Huerta prometiendo el cargo sobre un ejemplar de la revista AR", leo. Pues eso, que al fin un ministro pop, que mezcla la alta con la baja cultura y las altas con las bajas pasiones, que sabe tanto de Belén Esteban como de la "Madonna del Magnificat" de Botticelli, que te puede recitar de memoria los ganadores de Gran Hermano y la filmografía de Billy Wilder, que lo mismo te canta por Raffaella Carrà que se queda extasiado con el preludio de "Tristán e Isolda", que tiene sobre la mesita de café el ¡HOLA! junto al último libro de Manuel Vilas. Un ministro tutti frutti, que pone de los nervios a los autoerigidos guardianes de la cultura. Y un ministro tuitero e instagramer: si hace años decía Lydia Lozano que nadie resistiría que le hicieran una cámara oculta, hoy nadie resiste un repaso a sus tuits anteriores, que uno es dueño de sus silencios y esclavo de sus tuits. O de sus fotos en Instagram. Pero si todos nos pusiéramos a tuitear pensando en que algún día podríamos llegar a ser ministros, esto se convertiría en un erial.
Por ello, y a pesar del escepticismo endógeno, este gobierno hace hasta ilusión. Ha sido como pasar del blanco y negro al color. Y ha sido tan brutal el cambio que Pedro Sánchez ha dejado de parecer un jefe de planta de caballeros de El Corte Inglés para convertirse en el mismísimo Don Draper, así, de golpe y en un giro inesperado de los acontecimientos. Y todo por montar un buen escaparate primavera-verano: ha diseñado un gobierno que ha dejado con el culo torcido a más de un agorero, un gobierno que es puritita fantasía y que parece un crossover entre "Portlandia" y "Borgen", con nombres tan molones como el Ministerio para la Transición Ecológica y ministros tan pintones como Pedro Duque. Ahora sólo queda que esta ilusión contagiosa no se desvanezca antes de tiempo a causa de las luchas parlamentarias, las guerras intestinas y la cruda realidad: afirma Pedro Duque que “Mi carencia es cómo hablar con las fuerzas políticas, cómo desentrañar su manera de pensar que no la entiendo, de momento”. Ni nosotros tampoco. A ver si él, que es ingeniero aeroespacial, puede.  


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