Calentamiento global
En 1988 la porno salsa llega a España, Perico Delgado nos
despierta de la siesta al ganar el Tour de Francia y en Cartagena se descubre
el Teatro Romano
No sé bailar salsa. Ni bachata, ni cumbia, ni
merengue ni ninguna otra cosa donde tenga que menear el bullarengue. Será
porque tengo dos pies izquierdos, o porque cuando intento contonearme en plan
sexy parezco Carmen de Mairena en pleno ataque epiléptico. Por eso maldigo el
día de 1988 en el que Lalo Rodríguez trajo a España los ritmos latinos y se me
complicó la vida para siempre. Esa sí que es la venganza de Moctezuma, y no lo
de que se te suelte la tripa.
Con el portorriqueño llegó “Ven, devórame otra
vez”, y la porno salsa se hizo hueco aquel verano entre el “Camino Soria” de
Gabinete Caligari y el “Gimme Hope Joanna” de Eddie Grant, que ni Soria ni
Jamaica ni pa ti ni pa mi, que viva Puerto Rico, mi amol, y venga a devorarse,
y venga a castigarse con sus deseos más, y venga vigor que guardé para ti, y
venga a mojar las sábanas recordándote, y así todo. Finísimo. Pero nosotros no
nos asustamos de nada, que en el tema del autoconocimiento carnal ya llevábamos
lo nuestro: sin llegar a ser tan explícito como el salsero, Aute ya había
cantado “Dentro” (“Dentro / me quemo por
ti / me vierto sin ti / y nace un muerto”) y Rocío Jurado ya había gemido en “Amores
a solas”: “Mis manos que juegan / me siento flotando. ¡Ay!”. No hay más
preguntas, señoría.
Mientras que el país se devoraba por Lalo
Rodríguez y Felipe González, igual que ahora, devoraba a sus hijos (en julio de
1988 hizo cambios ministeriales para dar y regalar, sin que ello impidiera que
en diciembre de ese año hubiera una huelga general de las que hacen época), yo
dormía la siesta como una bendita con el Tour de Francia de fondo. A mí es que
es ver el Alpe d’Huez y darme una pájara, como a Perico Delgado. Ni siquiera
recuerdo el día en que el segoviano ganó el Tour (será porque como dice Ander
Izaguirre, “de Perico recordamos más el Tour que perdió por llegar tarde
que el Tour que ganó”, o será porque me pilló un poquico eclipsá), pero mi
santo se acuerda perfectamente. Y tanto le emocionó que, viniendo del concierto
de Springsteen en el Calderón, se desvió hacia Segovia para ver cómo una ciudad
entera se rendía a los pies de su
hijo favorito. Hasta Cándido, ese señor que desconoce que se pude cortar el cochinillo
con un cuchillo, creó para la ocasión las “Criadillas de Perico en Salsa
Maillot Amarillo”. Otro al que le dio por la porno salsa.
Pero es que el calentamiento global lo invadía
todo: no es casualidad que en ese momento se acuñara el término “cambio
climático”, ni que en Nochevieja Sabrina hubiera empezado el año calentando al
personal, dejando bizca a toda una generación y desatado una auténtica guerra
de tetonas (del Este nos llegaron Danuta y Tatjana dispuestas a destronarla)
ante la mirada atónita de adolescentes que mojaban sus sábanas blancas (y azules,
y verdes, y amarillas con lunares). En el Barça, Núñez también mojaba las suyas,
que se meó encima del susto que le produjo el “Motín del Hesperia”, aquel
levantamiento que la plantilla del
Barça realizó a través de un manifiesto en el que se enfrentaban
directamente al presidente. Núñez cambió la ropa de cama, invirtió 2.000
millones de pesetas para limpiar el vestuario, se cargó de un plumazo a trece jugadores,
fichó a Cruyff y puso las bases del Dream Team. Y se acabó
todo. O empezó.
Los cartageneros también pasamos nuestra propia
crisis deportiva (el Efesé bajó aquel año a Segunda B), aunque las penas con
pan eran menos, que en febrero habíamos inaugurado el estadio Cartagonova. Y
aún nos quedaba una sorpresa por descubrir: en octubre aparecería el Teatro
Romano al hacer unas excavaciones para construir el Centro Regional de
Artesanía. Muertos nos quedamos cuando supimos que habíamos estado años tomando
copas (y echando la pota, y pelando la pava, y más cosas que no voy a contar
porque una tiene derecho a su intimidad, hombre ya) sobre unas ruinas romanas
del s. I a.C. En Cartagena somos así de chulos.
En ruinas se habían quedado Irán e Irak: tras
ocho años de guerra, el conflicto finalizó en 1988 sin un claro ganador. Con
ese ojo clínico que han tenido siempre los norteamericanos, los EE.UU. apoyaron
a Sadam Hussein, válgame la soledad. Lo dijo Goeffrey Kemp,
el asesor de Reagan: “Sabíamos que era un tirano, pero era nuestro tirano”. Las noticias sobre el fin de la guerra comparten espacio con las
primeras fotos de una niña de catorce años llamada Kate Moss, ¡HOLA! saca su
versión en inglés (sí, se llamaba HELLO!, cómo se iba a llamar), y en la
versión española de la revista aparecen la primera entrevista de Isabel Preysler
como señora de Boyer y las memorias de Philippe Junot contando intimidades
sobre su matrimonio con Carolina de Mónaco y confirmando lo que habíamos
sospechado en su momento Su Alteza Serenísima Gracia de Mónaco (a la que aquel
casorio había puesto nerviosa tirando a atacá), Jaime Peñafiel y servidora: que
Junot era de la raza cobriza y un play boy de medio pelo. La reina Isabel II
realiza la primera y última visita de un monarca británico a España, la Infanta Cristina es la abanderada
del equipo español en los Juegos Olímpicos de Seúl y su abuelo Don Juan atraca
su yate “Giralda” en el puerto de Cartagena, y al día siguiente se va a Murcia
a visitar el Museo Salzillo, la catedral y el casino, donde se pimpla una ginebra
con jamón de jabugo y lomo de caña, que los progenitores de reyes siempre han
sido muy ginebrinos (y si no que se lo digan a William Tallon, mayordomo de la
Reina Madre a la que estuvo preparando los gintonics durante cincuenta años).
Yo veo pasar el verano de 1988 encerrada en mi casa
de la playa: tras llegar a la universidad con una sensación de libertad más
grande que Carmen Martínez Bordiú cuando se fue a París a vivir con Rossi, he
descubierto Murcia la nuit (y Murcia le matin, y Murcia l'après midi) y no abro un
libro. Así me va el curso y así me van las vacaciones, que ni Lalo
Rodríguez ni ná: mis padres sí que estuvieron a punto de devorarme y de comerme
enteretica cuando les enseñé las papeletas de las notas. Pero qué quieren: en
aquel momento, y con dieciocho años recién cumplidos, no todo estaba en los
libros. Por mucho que lo cantara Vainica Doble.
Lo normal sería poner el tema de Lalo Rodríguez, pero como ustedes ya se lo saben,
mucho mejor esta canción de La Más Grande en plena autosatisfacción
1 comentario:
Y a mí que el hombre me daba penica, condenado a buscar errante el partner que igualara a la zagala... "en mi cama nadie es como tú" y le veía todo mustio...
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