Carburante para perrear
En el verano de 2005 una desconocida afirma que le gusta la
gasolina, se celebra el primer matrimonio gay en España y Letizia pasea el
embarazo de Leonor
Lo cierto es que 2005, año en el que el reggaetón llegó a nuestras vidas (y se quedó por siempre jamás, para felicidad de tronistas, viceversos y forocoches), empezó de una forma extraña, que en enero pasó de todo en nuestra región: nevó en Cabo de Palos y La Manga, hubo un fuerte terremoto en Lorca y Bullas y el Ministerio del Interior dejó tirados en el aeropuerto de San Javier a veinte inmigrantes subsaharianos procedentes del centro de internamiento de Fuerteventura. Pero si el comienzo fue desconcertante, el final del año fue raro, raro, raro: en diciembre murió Papuchi, padre de todos los españoles, ginecólogo (¿qué iba a ser si no?) y picha brava, que nos dejó como legado varias frases para estampar en camisetas, un hijo póstumo y un lío familiar donde los sobrinos son treinta años mayores que los tíos. Entre tanto, en primavera muere el Papa Juan Pablo II Te Quiere Todo El Mundo y lo sucede Benedicto XVI, al que no quería casi nadie, y en mitad de las exequias por el pontífice fallece Rainiero III, que no nos pudimos quitar la mantilla negra en una semana: el pobre Rainiero, eso sí, se ahorró de ver a su heredero con dos hijos bastardos, a su nieto Andrea casándose de penalti, a su nieta Carlota convertida en madre soltera, a su nieta Paulina en topless, a su hija Estefanía con falta de tinte, a su hija Carolina separada de Ernesto de Hannover y a Ernesto de Hannover pedo (y a Ernesto de Hannover dándole paraguazos a los periodistas, y a Ernesto de Hannover haciendo pipí en la calle).
Otro pipi, éste sin acento, se lía con Terelu. Pipi acabará contando sus encuentros sexuales en Interviú, y a Terelu le dará un terele. Es lo que tiene salir con un tipo con ese apodo. Nos solidarizamos con la Campos como lo hicimos con Chenoa cuando la vimos aquel abril en chándal gris, con la cara lavada por las lágrimas y el pelo sucio, llorando por el Bisbal perdido.
Pero no todo iban a ser desgracias y desastres amorosos: Letizia se queda embarazada de la princesa Leonor, nace Irene Urdangarín de Borbón y Carlos y Camila se casan. Camila hizo suya una frase que leí en Twitter: “Quédate con el que sepa comprar tus tampones en el súper, que comprar chocolate saben todos”. Camila no sólo se quedó con el que sabía comprar sus tampones, sino con el que quería ser uno de ellos. Y la gente siguió casándose: en julio se celebró el primer matrimonio gay en España. A pesar de que Fran Lebowitz ironizaba sobre el matrimonio afirmando que si lo bueno de ser gay era no casarse cómo es posible que quieran entrar en una de las instituciones más limitantes que existen, me alegra que todos tengamos el mismo derecho a jorobarnos la vida casándonos, especialmente porque acabaría asistiendo a dos bodas gays, maravillosas, mucho mejores que las bodas heterosexualas, dónde va a parar. La pena es que aquel año no asistí a la de Farruquito, pero tuve que ser la única: más de mil personas se colaron en el convite, se metieron en la cocina e interceptaron a los camareros, haciendo una línea Maginot que los invitados de postín no podían cruzar. Farruquito de blanco nuclear con la manicura francesa y la novia de Barbie Princesa del Polígono sólo fueron superados por la boda de Genoveva Casanova y Cayetano Martínez de Irujo, ella de pastel de chantilly, él de soldadito de plomo. Al final, la curiosidad antropológica y estilística con la que se mira una boda gitana o una pija es la misma. Y el desorine, también.
Pero pasó el amor, como pasó aquel verano gasolinero del 2005: Cayetano y Genoveva acabaron separándose, Chenoa siguió soltera, Dj Kiko perpetró “Quítate el top”, Benedicto XVI se retiró después de colocarse todos los gorros que encontró en el Vaticano y mi hijo el poseído dejó de llorar, convirtiéndose en un medio hombre que ya va solo a bañarse. Y ahora que puedo volver a bajar a la playa como antes, con un cigarrillo en la mano por todo complemento, veo el Mar Menor enmierdado y se me quitan las ganas. Dame más gasolina, sí, pero para prenderle fuego a unos cuantos.
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