PUBLICADO EN LA VERDAD EL 8 DE MARZO DE 2016
La española, cuando besa, es que besa de
verdad. Y el español. El guiri no sé, que yo he sido siempre de consumir producto
nacional; kilómetro cero, para ser exactos: lo más exótico que han catado estos
labios que se han de comer una barrita de Biomanán fue un madrileño allá por el
Pleistoceno, bajo el reinado de Tierno Galván. Y pare usted de contar.
Pablo Iglesias, en cambio, ha probado un beso
catalán. Un “petó”. Y vaya si lo petó, que a Iglesias y a Domènech sólo les ha
faltado ser portada del “Nuevo Vale”. Normal: dicen que en Podemos se folla
mucho. Tanto como en Bolivia: a Evo Morales, que ya tiene dos hijos reconocidos
de otras dos mujeres, le ha salido un tercero. “El presidente también ama”, justificaba
en forma de bolero un alto funcionario del gobierno de Morales. Julio Iglesias,
Luis Miguel, Pepe Navarro o Alberto de Mónaco también son hombres que amaban a
las mujeres, hasta el punto de ir haciendo niños por ahí. Pero más le valdría
quererlas menos y quererlas mejor, a ellas y a sus hijos: Manuel Díaz está
hasta la taleguilla y ha anunciado que presentará una demanda de paternidad
contra El Cordobés, aportando como prueba la saliva presente en una servilleta con
la que Manuel Benítez se limpió la boca tras beber un vaso de agua y que un
investigador privado recogió en el suelo de un bar. Leo la noticia y no sé si
me parece más extraordinario que un tipo busque una servilleta entre huesos de
aceitunas chuperreteaos o que El Cordobés beba agua: por su nivel habitual de
exabruptos tiene que ser agua, sí, pero con misterio.
Con tantos hombres y mujeres amándose, tanto
beso y tanta intervención de Iglesias bromeando sobre amoríos politiqueros, en
el Parlamento hay más hormonas flotando que en el gimnasio de un instituto. Le
dice Ana Rosa a Iglesias que en la transición también había mucho tomate, sobre
todo entre políticos y periodistas. “Cuéntame esto, Ana Rosa”, le dice Pablo. “Eso,
cuenta, cuenta”, le digo yo, que ya he empezado a hablarle a la tele. Ana Rosa,
discreta, calla. Lo que no sabemos es si a esos periodistas se les aplicaba la
regla enunciada por A. M. Rosenthal, mítico director del “New York Times”: “No me molesta que mis periodistas se acuesten con
los elefantes, siempre que no cubran el circo”. Y circo vamos a tener esta
legislatura. De tres pistas.
1 comentario:
Muy de aquí es también el Beso de Judas o el de la española (¿también la Pantoja?), que besa de verdad.
Yo estoy encantado de los besos homoparlamentarios. Tan encantado como asustado de los apretones de manos de compromiso centroderecha.
¡Muchos besos!
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