miércoles, 16 de marzo de 2016

CENICEROS

PUBLICADO EN LA VERDAD EL MARTES 15 DE MARZO DE 2016

Me pasé la infancia haciendo ceniceros en clase por el Día del Padre; el regalo ideal para un hombre que no fumaba. Ahora, si hacen eso denuncian al colegio. Hemos cambiado tanto que vemos a Antonio Alcántara fumando junto a la cuna de su hija María y nos dan ganas de llamar a servicios sociales. O nos entra alferecía cuando, en el primer episodio de “Mad Men”, un ginecólogo le hace una revisión a Peggy Olson con un cigarrillo colgándole de la boca. “Las chicas fáciles no encuentran marido”, le dice mientras le receta la píldora “No se trata de que ahora te conviertas en la puta de la ciudad”. Amárrame esos pavos. Para cogerlo y apagarle el Marlboro en la calva por prescripción facultativa del Doctor Rosado. Pero mi pobre padre, que no había fumado en la vida, aceptaba de buen grado aquellos ceniceros toscos, falsamente envejecidos con betún de Judea (hubo una época que el betún de Judea, el pan de oro y las esculturas de escayolas eran el nuevo negro) y tan feos que no los pondría ni Jesulín en “Ambiciones”.

Mi santo también ha llevado con una sonrisa la colección de llaveros, colgajos para el coche, corbatas de papel y separadores de libros que nuestro hijo ha hecho en el cole por el Día del Padre. Se los echaba en la mochila envueltos en celofán de colores y se los daba en cuanto entraba por la puerta, sin esperar a que llegara el diecinueve de marzo, que los Palo somos de natural impaciente. Su padre montaba tal número jolgórico festivo que parecía que le había tocado el Euromillón, y el heredero levantaba la barbilla y decía con orgullo “Lo he hecho yo solito”. Ahora lo que nos dice es que ha quedado con sus amigos para ir a comerse una pizza. “Que yo tengo mis planes”, me suelta. “Que hemos quedado para hablar de nuestras cosas”. Y lo dice con el mismo orgullo con el que nos mostraba su regalo, con una pizca de altanería en la nariz y con la confianza del que se sabe, cada día, un poco más mayor. El próximo sábado me temo que ya no habrá llavero por el Día del Padre, ni separador de libros, ni un cenicero siquiera. Me acercaré a comprarle un taladro, que llevo con los cuadros sin colgar desde 1999. Que no se quede sin regalo, el pobre.

3 comentarios:

Teresa Balanzat dijo...

Pues lo de los cuadros sin colgar es porque quieres, pues aquí una servidora es la reina del taladro

Piticli alucina ceniceros en vinagre dijo...

¡¿Ya no se hacen llaveros con la huella para el Día del Padre en las escuelas!?

penchita dijo...

Nunca se lo he dicho , aunque la suelo leer asiduamente, pero me identifico mucho con usted, hay pasajes que cuenta que dudo si tengo una vida paralela en cartagena...jaja,es broma, debe ser que las dos somos cuarentonas, con herederos preadolescentes y por lo que veo una juventud muy similar, ay! ese morrissey.....