miércoles, 29 de octubre de 2014

Fuera de casa


PUBLICADO EN LA VERDAD EL 28 DE OCTUBRE DE 2014

Fue Antonio Gamero quien dijo aquello de “No le cuente usted las penas a los amigos; que los divierta su puta madre”. Gamero se disfrazaba de actor secundario cuando, en realidad, era el Baltasar Gracián del siglo XX; el tipo profería máximas con la misma rapidez con la que yo trasiego quintos, pero con bastante más ingenio.

También soltó lo de “Como fuera de casa no se está en ningún lao”, frase que le hubiera gustado acuñar al mismísimo Rafael Azcona. Pero se ve que Gamero y Azcona tuvieron más suerte que yo con los hoteles, que últimamente no doy una: si las casas modernas están diseñadas por arquitectos sin hijos (es lo único que explica que hagan escaleras sin barandillas para que se nos despeñan los críos), los hoteles están proyectados por hombres que no aman a las mujeres. ¿Tan difícil es poner un espejito de aumento para depilarnos las cejas y una buena luz para maquillarnos en condiciones? Al final sales a cenar convertida en un trasunto de Carmen de Mairena con las cejas de Frida Kahlo. Y con los pelos de Mónica en Hawaii, que los secadores de los hoteles tienen la misma capacidad de soltar aire que la de un fumador con enfisema pulmonar.

A un hotel vas a quitarte el día del cuerpo, y para eso sólo necesitas una buena cama y una buena ducha. Eso si no es un hotel modelni donde las puertas de las duchas no tienen tirador (en Madrid me quedé encerrada en una durante media hora), o si no acabas en un hotel estilo remordimiento, con colchones sobre los que no yacería ni con Michael Fassbender una noche tonta y con moquetas a las que, si Grissom les pasa la luz ultravioleta, aparecen más manchas que en una orgía noruega. Y, para rematar, pagas el desayuno a precio de brunch en el Palace y te encuentras con un croissant revenío, café de recuelo, zumo de naranja que sabe a Tang y galletas de la misma marca desconocida que te ponían las monjas cuando ibas de retiro espiritual.

Sólo hay una cosa peor que dormir en un hotel cutre: dormir en casa de los amigos y que te vean sin peinar, sin pintar y con aliento de dragón. Prefiero hospedarme en el “Hotel de las mil y una estrellas” y que se me aparezca el fantasma de Luis Aguilé cantando “La chatunga”. Da menos miedo que yo recién levantada. 

1 comentario:

Hong Kong Blues dijo...

Cuánta razón tiene. Qué bien se está fuera de casa, sobre todo cuando el alojamiento está bien. A mí me encanta bucear en tripadvisor y leerme todas las críticas (algunas descojonantes), y la verdad, qué útil resulta en ocasiones.
La ADORO. Ojalá tuviera una casa grande para invitarla y coincidir con usted recién levantada.