Publicado en La Verdad el 7 de octubre de 2014
Leo mucho, pero me sirve de poco: ya no retengo nada en la cabeza, tan
sólo en las caderas. Para ser más exactos, en la grupa izquierda aún llevo las
tapas de este verano y, en la derecha, las cervezas correspondientes; si me enfundo
los vaqueros, me da un terelulismo. Pero sigo amontonando libros en la mesilla
de noche, a ver si por ósmosis se me pega algo.
Cuando leo doblo las esquinas de las páginas, pero no subrayo los textos
ni tomo apuntes en los márgenes: tengo miedo a que me descubran. Si alguna vez
presto un libro, no quiero que nadie sepa qué frase me ha arañado el alma, no
quiero dejar pistas. Paso. En cambio, hay gente que sí deja rastros. Compro “La plenitud de la vida” de Simone de
Beauvoir en un mercadillo de segunda mano. Mientras lo hojeo, se cae un post-it
de azul desvaído, escrito en rotulador rojo con una hermosa caligrafía: “Modigliani
/ sobre la mesa / de un café: / qué breve la herida / el niñito en el jardín /
mi rostro derramándose / sobre tus manos”.
¿De quién era ese libro? ¿Quién habrá escrito esas líneas? ¿Cómo ha
acabado ese ejemplar en un rastrillo en Elche? Con menos de eso, Ruiz Zafón se
marca una novela. Mala, pero se la marca. Y, por lo que respecta al dueño del volumen,
podemos descartar a Cañete, al alcalde de Valladolid y a Mónica de Oriol, la
presidenta del Círculo de Empresarios: no los veo leyendo a una feminista como Beauvoir,
sino más bien regocijándose con el “Cásate y sé sumisa”. También quedan fuera
de toda sospecha los de “Hombres, Mujeres y Viceversa” y la familia Pantoja. O
no, que a lo mejor la Pantoja va sin sujetador porque es de FEMEN, y se pirra
por las columnas de Caitlin Moran, mientras que Kiko Rivera lee a Virginia Woolf
y el tito Agustín a Doris Lessing. En inglés, que los pantojos son bilingües: Chabelita
hacía callar a su madre soltándole un “Shut up!” cuando era pequeña; ahora la
niña la manda a freír espárragos. Go away to frie
asparagous. Y
Pantoja, tan orgullosa. Pero si en esa familia se
hubieran preocupado más de la educación sexual de los chiquillos que de tangar
cuartos, ahora no irían dejando rastros de sus vidas en las televisiones y en
lo juzgados, sino post-its en los libros. Aunque fuera la receta del Pollo a la
Pantoja.
2 comentarios:
Fan de los libros de segunda mano con mensaje. Da gusto leerla, doña Rosa. Besos.
Muchas gracias, Doña Amanda ;)
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