jueves, 14 de agosto de 2014

Modorra


PUBLICADO EN LA VERDAD EL MIÉRCOLES 13 DE AGOSTO DE 2014

Cuando era pequeña, me horrorizaba la hora de la siesta. Después de comer, mi madre dejaba las persianas a media asta y el día se hacía noche. Y yo, insomne por nacimiento y por convicción, me negaba a dormir. En cambio, ahora es poner cinco minutos los pies encima de la mesa del café y quedarme eclipsá. Es lo que tiene la vejez.

Las siestas de invierno son un coitus interruptus: te sientas, entornas un poco los ojillos y, cuando estás cogiendo el sueño, te tienes que levantar. Cabezadas rápidas destinadas a aguantar el medio día que aún te queda; siestas de supervivencia, dalinianas: el pintor se dormía con las llaves en la mano y, cuando se le caían, se despertaba con el ruido. En cambio, las siestas de verano son como las de Cela, de pijama, padrenuestro y orinal; siestas largas de las que te levantas sudadico y con un hilillo de baba colgando de la comisura; siestas voluptuosas, gustosas, sensuales, de Sodoma y Modorra.

De lunes a viernes me quedo traspuesta viendo el “Sálvame”: pliego en cuanto sale alguna gataperra diciendo que ha retozado con Amador en el ático de Chipiona, que aquello tiene que ser como la Mansión Playboy, pero sin mansión y sin playboy; más bien parece el prostíbulo de Doña Jesusa. Los fines de semana, mi somnífero es un telefilme de Antena 3: siempre hay una madre de alquiler, unos gemelos separados al nacer o una vecina loca amarga vidas, siempre están basadas en hechos reales, siempre tienen títulos intensos como “Huyendo del pasado” y siempre salen Melissa Gilbert o Tracey Gold, que los telefilmes han sido la tabla de salvación de la mitad de los niños de las series norteamericanas de los primeros ochenta (la otra mitad han acabado en una secta evangélica). Y, lo mejor, es que da igual a qué hora abras el ojo: los argumentos son tan complejos como un discurso de Jesulín, así que no pierdes el hilo ni queriendo.

Decía Churchill que echar la siesta “es como disfrutar de dos días en uno". Si eso es así, mi verano este año va a durar sesenta días en lugar de treinta. Que yo, la siesta, no la perdono ni aunque Rosa vuelva con Amador. Otra vez.



2 comentarios:

Hong Kong Blues dijo...

Cuánta razón tiene. La siesta se valora (y necesita) más con la edad. Además, no hay mejor momento para sacar el polvo -ya me entiende-.
Un abrazo enorme.

Rosa Palo dijo...

Claro que le entiendo ;)