miércoles, 2 de mayo de 2018

DEAMBULAR

PUBLICADO EN LA VERDAD EL 1 DE MAYO DE 2018
Miren que es fácil que yo me empodere: con que el heteropatriarcado opresor se vaya al fútbol y me deje suelta una tarde por Madrid, servidora ya se siente la reina del mundo. Y del mambo. Ir sola, sin rumbo fijo, por una ciudad que no es la tuya. Poseerla durante cuatro horas. Perderse. Deambular. Deambular es una palabra preciosa; hay que decirla más. Como hijo de puta, que últimamente hay que decirla muchísimo.
Al final, siempre acabo en un museo. Quizás porque son un refugio, quizás porque en los sitios donde hay cultura no puede haber barbarie, o sí, no sé; en estos días extraños, la barbarie aparece en los lugares más insospechados. Paseo por las salas, miro, me duele la espalda, me siento, observo a la gente: la condición humana es más atrayente, a veces, que la obra. Veo a los amantes jóvenes que aparentan disfrutar de intereses comunes; él le habla sobre Tristan Tzara y ella pone cara de estar fascinada por lo que le cuenta cuando, en realidad, sólo quiere que se calle para poder abrazarle, y besarle, y enroscar sus rizos entre sus dedos. Veo a los grupos de chavales de instituto que pasan de obra en obra con la misma rapidez que pasan de pantalla en pantalla, y a la señora bien que va al museo con sus amigas como la que va a echar un ojo a los escaparates de Serrano, y al paliza intenso que lo mismo pontifica sobre el surrealismo que sobre los pavos preñaos. Mientras, los vigilantes, aburridos de tanta belleza, deseando que alguien se acerque demasiado a un cuadro para poder actuar, igual que John Wayne espera, impaciente, a desenfundar. 
Definitivamente, los museos son el mejor escenario. De la vida, de las películas. Como cuando James Stewart se encuentra a Kim Novak hipnotizada ante un retrato. Como cuando Woody Allen intenta seducir a una chica ante un cuadro de Jackson Pollock. "¿Qué te sugiere el cuadro?", le pregunta Allen. "Reafirma la negatividad del universo. El terrible vacío y la soledad de la existencia. La nada. El suplicio del hombre que vive en una eternidad estéril, sin Dios, como una llama diminuta que parpadea en un inmenso vacío, sin nada, salvo desolación, horror y degradación que le oprimen en un cosmos negro y absurdo". "¿Qué haces el sábado?". "Suicidarme". "¿Y el viernes por la noche?". Siempre hay tíos que no entienden una negativa. 

1 comentario:

Antonio Meroño dijo...

De Pollock hay una estupenda biografía, de unos americanos, la leí hace tiempo, no recuerdo a los autores ni si está traducida, está en clave psicoanalítica, son, espera que miro, Stephen Naifeh y Grigory White Smith..es densa, pero te da un mogollón de claves de todo el arte yanqui de la segunda mitad del siglo XX...De los mismos autores acaba de salir una de van Gogh, esa si está traducida y además, miel sobre hojuelas, se puede piratear en epublibre.org....la piratería, en sus dosis adecuadas, me parece una gran contribución al arte y la cultura: por cada libro que compro, pirateo dos o tres, por cada peli que veo en filmin o en el cine, pirateo dos o tres; es poner una vela a dios y otra al diablo. Me quedo con el diablo, en nombre de dios, de todos los dioses, se han cometido demasiadas tropelías, aunque las peores fueron sin duda las de los nazis, que eran mayoritariamente deicidas y asesinaron a muchos sacerdotes que ocultaban judíos..en fin, no sé por qué te doy la tabarra, supongo que por compartir inquietudes, apenas hay gente para hablar de algo que no sean nimiedades, fútbol, política, aunque hablar de tonterías sin sustancia es terapético..vale.