PUBLICADA EL MARTES 7 DE FEBRERO EN LA VERDAD
Ando revuelta. Del estómago, de la cabeza, del ánimo. Y
cuando una anda revuelta, no debe escribir nada. O, al menos, no debe publicar
lo que escribe, que luego hasta el frutero me pregunta si me pasa algo cuando
voy a por medio kilo de cebollas. Pero el desorden y el alboroto, con cebollas
o sin ellas, siguen ahí. Y la necesidad de ordenar una cabeza densa y confusa,
también.
La culpa del terremoto la tiene una película, una bella, luminosa
y extraordinaria película llamada "Call me by your name". Ya ven, qué
cosas: una, que se pensaba inmune hasta a la kriptonita, sigue siendo sensible
a la fulguración del celuloide. Y una, que se creía de vuelta de todo, o de
casi todo, que se agarraba a la ironía, a la frivolidad y a la rapidez verbal
como forma de vencer los desastres cotidianos, que se suponía ya domesticada, amansada
y adaptada al medio, una, digo, de repente, se da cuenta de la fragilidad de
sus cimientos. Y también se da cuenta de que ha vivido la mayoría de las
primeras veces, que no hay segundas oportunidades, que ya están aquí los
rumberos, que desde esta columna casi medio siglo os contempla y que ha dejado
de ser la pequeña de la clase para empezar a llevarles a todos veinte años, los
mismos que le sobran, los mismos que quisiera tener, y se rinde prematuramente,
y se convierte en una idiota melancólica y ridícula que comienza a añorar los
días vacíos y las noches llenas, cuando aún no había miedo al futuro, ni
tampoco al presente.
Pero entonces, una, curiosa, descubre que el
guionista de la película es James Ivory, que tiene ochenta y nueve años, y que
ha adaptado una novela de André Aciman, que tiene sesenta y siete. Y en ese
momento decide que si dos hombres de esa edad han podido recrear de una forma
tan extraordinaria el verano del primer amor, del descubrimiento de la belleza
y el dolor, todavía hay esperanza, y que en lugar de huir de la vida habrá que
lanzarse a ella, y dejar de añorar los paraísos perdidos, y disfrutar del que
se tiene. Y sí, frutero, estoy perfectamente, no se preocupe. Que una es como
un rascacielos japonés, capaz de seguir en pie a pesar de los terremotos. Por
cierto, además de las cebollas, póngame dos calabacines, que hoy toca
zarangollo. Y un melocotón.
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