PUBLICADO EL MARTES 1 DE NOVIEMBRE DE 2016 EN LA VERDAD
Hay días en que los
que una no sabe si está viendo los informativos o el “Sálvame De Luxe”: oigo a Álvaro
Pérez “el Bigotes” declarar ante el juez y parece que lo está haciendo ante
Conchita la poligrafista. Su testimonio es un desorine, un descacharre y una
muestra de la poquísima vergüenza que tiene el gachó. Que si es muy vehemente,
que si es amante de los tacos como Camilo José Cela y que si Aznar aparentaba
siempre cara
de mala leche, pero que él consiguió iluminarlo tan bien que
parecía que se había hecho un lifting. Acabáramos: no hace falta un polígrafo
para saber que “el Bigotes” miente, porque por mucho que la iluminación haga
milagros (y bien lo sabe Isabel Pantoja, que pedía los focos hacia su persona),
lograr que Aznar salga guapo por un cámbiame allá esa bombilla no lo consiguen ni
“el Bigotes”, ni Vittorio Storaro ni la Virgen de Lourdes.
También afirma Álvaro
Pérez que si no hubiera llevado ese mostacho tan llamativo no estaría sentado
en el banquillo, así que se ha dejado barba. Justo ahora, que se llevan los
bigotes: de comandante del imperio austrohúngaro o de pornostar de los noventa,
de señor bajito cabreado a lo López Vázquez o de cristiano radical versión Ned
Flanders, de guardia civil con tricornio o de cómico convertido en paseador de
señoras, como Bigote Arrocet, que dicen que le está poniendo los cuernos a
María Teresa Campos. ¿De verdad alguien cree que puede haber dos mujeres en
España enamoradas de Bigote Arrocet al mismo tiempo? Otro milagro.
Yo, en casa, tengo a un medio hombre con una sombra de bigote en el labio superior. Hace tres días le asomaba un vello suave y casi transparente que sólo se veía a contraluz; ahora le ha aparecido un bozo ralo y oscuro bajo una nariz que comienza a crecerle desproporcionadamente, como los brazos y las piernas. En poco tiempo empezará a quitarle a su padre las cuchillas de afeitar, le cambiará la voz y me dirá que le suelte quince euros, que se va al cine y a darse una vuelta con sus colegas. Entonces la que necesitará iluminación, pero espiritual, seré yo, para saber cómo tratar a ese señor con bigote que vive bajo nuestro techo y al que seguimos viendo como a un niño. Que San Mario Bros del Mostacho Peludo nos proteja.
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