miércoles, 18 de mayo de 2016

VIEJOS ROCKEROS

PUBLICADO EL MARTES 17 DE MAYO EN LA VERDAD
Que seas del Madrid y que el día que el Barça gana la liga te pille en el Camp Nou es una guantá sin manos, un zas en toda la boca. Una putada, vamos. Pero por ver a Bruce Springsteen, uno aguanta eso y mucho más. El más son las colas kilométricas, las gradas vertiginosas, la imposibilidad de pillar una cerveza, el tener que someter a la vejiga a un control tántrico para no mearte encima, aunque alguno que otro se librara de ello porque venía sondado de casa: no hay nada tan enternecedor como un abuelo con hiperplasia de próstata, pantalón de pinzas y camiseta de Springsteen diluyéndose entre una multitud de tipos duros con pinta de estibador de New Jersey y corazón de Flanín el Niño, señoras que peinan canas (literalmente, que había mucha desteñida por convicción) y cincuentones que rescatan la cazadora de cuero del fondo del armario. Pero el hombre está condenado a elegir, que decía Sartre, y uno puede escoger entre hacerse una luxación de cadera en Benidorm bailando “Los pajaritos” o provocársela al ritmo de “Dancing in the dark”. Los viejos rockeros también mueren, pero mientras se lo pasan mejor.

Rockeros viejos sobre el césped y viejos rockeros sobre el escenario: la banda de Springsteen está formada por un grupo de venerables ancianos que podrían estar tranquilicos en Prados Soleados bebiendo julepe de menta, jugando al bridge, recibiendo la visita de sus hijos una vez al mes y reviviendo sus días de gloria en los pocos momentos de lucidez que les quedan. En lugar de ello, han optado por tirarse a la carretera a rasgar guitarras y aporrear baterías: los abuelos prefieren seguir siendo eléctricos a convertirse en acústicos. Y el abuelo bantú, el jefe de todo esto, sale con unos brazos tan fuertes como su voz y se tira más de tres horas y media saltando, corriendo, emocionando. Y es tan poca su impostura que llegas a creer que esos brazos se los ha currado descargando camiones y no gracias a un entrenador personal. Y es tanta su intensidad que olvidas que es un sesentón. Y canta, y toca, y arenga a la multitud, y se produce la comunión perfecta, y los feligreses alaban a su Señor, que los conciertos son las nuevas misas. Y sales feliz, tocado por una mano divina y buscando un cuarto de baño como si no hubiera un mañana.  


Springsteen en Barcelona con Steven Van Zandt, o lo que es lo mismo, Silvio Dante en "Los Soprano".
Esto sí que es un 2x1, y no los del Carrefour. 


1 comentario:

Hong Kong Blues dijo...

Definitivamente debió de ser una maravilla de concierto. Qué gustazo.
¡Muchos besos! ¡Me lo cuenta en persona!