PUBLICADO EN LA VERDAD EL MARTES 10 DE MAYO DE 2016
“Yo salgo todos los días a cazar frases, pero vuelvo con la manos
vacías”, escribe Juan José Millás en “El País”. Como Millás, yo también salgo a
cazar frases, que las palabras están hechas para ser pilladas al vuelo. Lo dice
Javier Marías por boca de uno de sus personajes: “Nada se entrega tanto ni tan
cabalmente como las palabras. Uno las pronuncia y al instante se desprende de
ellas y las deja en posesión, o mejor dicho en usufructo, de quien se las ha
escuchado”.
La diferencia entre los que salimos de montería armados con un
bolígrafo reside en nuestros cotos de caza: Marías se cobra las piezas en los
corrillos de Oxford, Millás en los aeropuertos y servidora en las paradas de
autobús. Que siempre ha habido clases y, entre los columnistas, más. La única
ventaja es que en el autobús me ponen las frases como a Franco le ponían los
gamos y las perdices, que raro es el día que vengo con el morral vacío: una
mañana cacé un “Es que estoy con la abstinencia primaveral”, y un mediodía le
pegué un tiro certero a “Donde está el cuerpo está la muerte”, frase de
existencialismo minimalista pronunciada por un abuelo al que se le había muerto
repentinamente un conocido en Benidorm. Esa pieza la llevé al taxidermista para
que me la disecara, y la tengo puesta encima de la chimenea junto a “Parece una
bicha con esas mallas” y "Hay personas que no lo saben, pero el
tomate les ataca el cuerpo". Las miro y me recuerdan la futilidad de la vida,
el triunfo de la muerte y que Benidorm es mal sitio para palmarla en mallas comiéndote
una catalana, porque corres el riesgo de que aparezcan María Jesús y su
acordeón y acaben sonando “Los pajaritos” en tu funeral.
Lo extraordinario de la caza es que, hasta en los días aciagos en los
que no hay presa alguna que llevarse al oído, se disfruta del paisaje: la
señora que baja las escaleras del autobús de espaldas para no caerse, la que se
santigua antes de subir o la que se pasa la seda dental en el asiento de atrás;
la mismica que se depila las cejas todas las semanas. En vilo me tiene: como el
autobús pille un bache, se clava las pinzas en el ojo y se queda como
Falconetti. No sé si podría considerarse accidente de caza.
La pasajera que ha montado un gabinete de belleza de la Señorita Pepis en el autobús,
intentando solucionar las consecuencias de su temeridad. Como Falconetti. Cortesía de @covanechi.
3 comentarios:
Bonito cambio de imagen, pero echo de menos tu taza pantone ;)
Yo tengo en la memoria aquello de "perdone, me he quedado absurda"
Qué buena frase! Me la apunto, porque a mí me viene que ni pintada. Gracias :)
Jajaja, la decían mucho los de Gomaespuma ;)
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