miércoles, 20 de abril de 2016

INFLUENCIAS

PUBLICADO EN LA VERDAD EL MARTES 19 DE ABRIL DE 2016

“La política es prosa y no poesía, razón y no sentimiento, que lo esencial no son los grandes ideales sino la minúscula gente concreta”. Lo escribe Javier Cercas y lo suscribe el día a día: de románticos que se afiliaron a un partido pensando en la revolución y han acabado como Concejal de Petanca y Tiempo Libre están los ayuntamientos llenos. Y también las facultades de Ciencias Políticas: entre los papeles de Panamá y los diez trucos para acabar con la celulitis, leo que ha aumentado un 41% en los últimos cinco años el número de estudiantes de esa carrera. Y esto ocurre justo en el momento en que una de las profesiones peor valoradas es la de político (junto con la de periodista, sí). En este país esquizoide, la gente quiere ser lo que repudia. Ya no es que me duela España, es que me deja patidifusa.


No sé si la chavalería se matricula en políticas por ser prosaica y minúscula o lírica y mayúscula, pero parece que los factores que han influido en este incremento de matriculaciones están relacionados con la crisis económica, el aumento de la participación de la ciudadanía en política y las tertulias de televisión. Ahí está lo prosaico. Y lo terrible: que Alfonso Rojo se convierta en “influencer” da más miedo que Raquel Mosquera como “it girl”. Pero es que nuestra permeabilidad a los estímulos televisivos es un clásico: proliferaron los estudiantes de Medicina con “House” y aumentó el pedido de máquinas de coser durante la emisión de “El tiempo entre costuras”, como si por meter dobladillos una pudiera acabar midiéndole el tiro a Rubén Cortada. También a principios de los noventa los chicos se matriculaban en Económicas porque querían ser como Mario Conde. Se dispararon las ventas de náuticos (daba igual que fueras de Albacete y no tuvieras oportunidad de pisar un barco en tu vida) y de gomina. Y la influencia perdura hasta nuestro días; la de la gomina y la de echarle morro: el alcalde de Zaragoza cargaba el fijador al erario público. Ana Botella, en cambio, es más de ponerse espuma y de ir a la peluquería con dos vehículos oficiales y cuatro funcionarios. Algunas veces yo iría con la Guardia Civil, que hay peluqueras que se merecen prisión incondicional. Pero mientras los pelos de Botella no se conviertan en tendencia, vamos bien.



Raquel Mosquera, reina del postizo y de pintarse los ojos con un corcho quemao

2 comentarios:

Hong Kong Blues dijo...

Adorada Señora Palo: leo su maravilloso texto y se me ocurren tantas cosas...
Primera: la espuma debería estar prohibida, y la Sra. Bottle también.
Dos: No me extraña que ya no le duela el país, nos tiene a tod@s anestesiad@s, y de eso se aprovechan los malhechores.
Tres: ahora lo entiendo todo, la culpa fue del exitazo de las series de MAFIOSOS y su efecto contagio.
¡BESOS!

Piticli ve visiones sin fumar p*rro dijo...

Ya veo la pareja IT del verano: el Mario Conde en modo prisi-ON y la Mosquera...