PUBLICADO EN LA VERDAD EL MARTES 19 DE ABRIL DE 2016
“La política es prosa y no poesía, razón y no
sentimiento, que lo esencial no son los grandes ideales sino la minúscula gente
concreta”. Lo escribe Javier Cercas y lo suscribe el día a día: de románticos que
se afiliaron a un partido pensando en la revolución y han acabado como Concejal
de Petanca y Tiempo Libre están los ayuntamientos llenos. Y también las
facultades de Ciencias Políticas: entre los papeles de Panamá y los diez trucos
para acabar con la celulitis, leo que ha aumentado un 41% en los últimos cinco
años el número de estudiantes de esa carrera. Y esto ocurre justo en el momento
en que una de las profesiones peor valoradas es la de político (junto con la de
periodista, sí). En este país esquizoide, la gente quiere ser lo que repudia. Ya
no es que me duela España, es que me deja patidifusa.
No sé si la chavalería se matricula en
políticas por ser prosaica y minúscula o lírica y mayúscula, pero parece que los
factores que han influido en este incremento de matriculaciones están
relacionados con la crisis económica, el aumento de la participación de la
ciudadanía en política y las tertulias de televisión. Ahí está lo prosaico. Y
lo terrible: que Alfonso Rojo se convierta en “influencer” da más miedo que Raquel
Mosquera como “it girl”. Pero es que nuestra permeabilidad a los estímulos
televisivos es un clásico: proliferaron los estudiantes de Medicina con “House”
y aumentó el pedido de máquinas de coser durante la emisión de “El tiempo entre
costuras”, como si por meter dobladillos una pudiera acabar midiéndole el tiro a
Rubén Cortada. También a principios de los noventa los chicos se matriculaban
en Económicas porque querían ser como Mario Conde. Se dispararon las ventas de
náuticos (daba igual que fueras de Albacete y no tuvieras oportunidad de pisar
un barco en tu vida) y de gomina. Y la influencia perdura hasta nuestro días;
la de la gomina y la de echarle morro: el alcalde de Zaragoza cargaba el
fijador al erario público. Ana Botella, en cambio, es más de ponerse espuma y
de ir a la peluquería con dos vehículos oficiales y cuatro funcionarios.
Algunas veces yo iría con la Guardia Civil, que hay peluqueras que se merecen
prisión incondicional. Pero mientras los pelos de Botella no se conviertan en
tendencia, vamos bien.
Raquel Mosquera, reina del postizo y de pintarse los ojos con un corcho quemao
2 comentarios:
Adorada Señora Palo: leo su maravilloso texto y se me ocurren tantas cosas...
Primera: la espuma debería estar prohibida, y la Sra. Bottle también.
Dos: No me extraña que ya no le duela el país, nos tiene a tod@s anestesiad@s, y de eso se aprovechan los malhechores.
Tres: ahora lo entiendo todo, la culpa fue del exitazo de las series de MAFIOSOS y su efecto contagio.
¡BESOS!
Ya veo la pareja IT del verano: el Mario Conde en modo prisi-ON y la Mosquera...
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