lunes, 31 de agosto de 2015

PEPA ANIORTE


La vecina de al lado

PUBLICADO EN LA VERDAD EL 30 DE AGOSTO DE 2015 


Hace muchos años, la mayoría de los artículos sobre Meg Ryan la describían como “La vecinita de al lado”. Fue antes de que Hollywood y el resto del mundo occidental le metieran en la cabeza a la Ryan que estaba vieja y fea y que la sombra de sus arrugas era tan alargada que caía sobre su carrera; antes de que la Ryan pasara por las manos del Doctor Muñón y convirtiera a la vecinita de al lado en la inquilina del frenopático.

Dice Pepa Aniorte que ella sólo se operaría si le prometieran que se iba a quedar como Naomi Campbell. Yo me operaría aunque sólo me quedara como una pierna de la Campbell. Pero mientras se opera o no (que no lo hará), Pepa sí que sigue siendo la vecina de al lado, la que lo mismo te da un platico de arroz que le ha sobrado (y que le sale buenísimo) que te arregla un vestido; la que se coloca delante de una cámara con la cara lavá y recién despeiná y se muestra en carne viva, o se maquilla y se pone un tacón y se convierte en una mujerona tremebúndica. Porque Pepa Aniorte es camaleónica, lo primero que ha de ser una actriz. Y, además, es disfrutona, algo que viene bien para la interpretación, pero mejor para la vida.


La actriz nació en Orihuela, aunque con tres años se fue a vivir a Murcia. Y con cuatro, a Fini, como llamaban en su casa a la pequeña de tres hermanas (o Pini, que le decían sus compañeras), ya le gustaba el artisteo, que se metió a tocar la bandurria en una tuna de La Aparecida, el pueblo de su abuela. Veía tele, mucha tele, y jugaba a ser artista, y salía a la calle a brincar, a saltar y a subirse a las moreras para coger hojas con las que alimentar a sus gusanos (de pequeña llevó once escayolas, le contaba a Antonio Arco en este diario). Pero a la cabra loca le faltaba monte, y después de estar varios años en una peña huertana liada con las castañuelas, con la guitarra y con lo que hiciera falta, a los dieciocho años empezó a cantar en una orquesta, “Bohemia Musical”, y de allí pasó a “La Cuadrilla Latina”. Aniorte se subía al escenario, se creía las letras y las vivía; las interpretaba. De ahí a ser actriz, sólo había un paso.

Y lo dio: se matriculó en la Escuela de Arte Dramático de Murcia, y Pini la cantante se convirtió en Pepa la actriz cuando un profesor comenzó a llamarla así. Rebautizada para la farándula, con dos duros en el bolsillo y toda la alegría del mundo, en tercero de carrera la vecinita cambió de ciudad: se fue a Madrid y allí puso copas, limpió casas (y seguro que las dejaba más limpia que un jaspe, porque Aniorte es una tipa ordenadísima), hizo cursos de cine y doblaje, figuración en el teatro de la Zarzuela y hasta anuncios, eso sí, dirigidos por Benito Zambrano, que la tía ha tenido puntería hasta para hacer publicidad del “Marca”.

Y llegó León de Aranoa con “Princesas”, y Jaime Chávarri le dio en “Camarón”, el papel de la prima Pepa, la de Murcia, la que iba siempre de carabina de La Chispa. Pero un día le vino Dios a ver en forma de director de casting: Luis San Narciso, que ha descubierto más estrellas que el telescopio Hubble, la escogió para “Volver”, donde Lola Dueñas le lavaba la cabeza bajo las órdenes de Almodóvar. De allí, Pepa pasó a ser a la Choni de “Los Serrano” y, de repente, nos encontramos a una actriz hablando con acento murciano y nos dio un paparajote de orgullo y satisfacción, algo así como cuando Cristina García Ramos dijo por primera vez “corasón, corazón” y a los canarios se les hizo el mojo pepsicola. Porque la Aniorte es murciana por los cuatro costados y por el pico esquina, y en “Los Serrano” era la más serrana de todas: colaba un “Borbón y cuenta nueva” y se metía al público en el bolsillo. Tanto que, lo que en principio era para dos capítulos, acabó siendo para dos años y medio.


En “El camino de los ingleses”, dirigida por Antonio Banderas, coincidió con otra murcianica, Marta Nieto. Y no me extrañaría que la Aniorte se hubiera puesto a coser con Banderas en los descanso del rodaje: a ella le chifla la costura (tiene un maniquí con sus medidas y se hace vestidos para las galas) y él se ha matriculado en la Saint Martins, la escuela de moda más prestigiosa del mundo. No me veo yo al Banderas con los alfileres en la boca y las gafas en la punta de la nariz enhebrando una aguja, pero tampoco lo veía poniéndole los cuernos a Melanie y mire usted por dónde. Tengo menos visión de futuro que la bruja Lola con cataratas.

Aniorte, que también ha rodado con directores como Colomo, Sánchez Arévalo o Belén Macías, volvió a la televisión con “Águila Roja”, el papelón de Catalina y unos escotes que le suben las tetas hasta las amígdalas (a mí no me las suben ni con una grúa). Y, mientras espera su ansiado papel de mala malísima, hace teatro y hasta lo produce. Porque Aniorte defiende lo que le echen: si los del New York Times anunciaban a su admiradísima Lola Flores con “Ni baila ni canta, pero no se la pierdan”, la Aniorte sí que canta, y baila, y actúa, y tampoco hay que perdérsela. Que la dejas suelta y le sale toda la huerta que lleva dentro, y se pone fina y parece que se ha criado en la calle Serrano. Aniorte es de las que van a favor de obra, de las poco afectadas, de las agradecidas y de las emocionadas. Y seguro que, a pesar de no tener tantas pieles ni tantas joyas, ha disfrutado más de la vida que Lina Morgan. Y lo que le queda.


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