miércoles, 4 de febrero de 2015

Roma


PUBLICADO EN LA VERDAD EL MARTES 3 DE FEBRERO DE 2015

Si París bien vale una misa, Roma bien vale una amputación de miembros. De pies, para ser exactos, que a punto estuve de cortármelos con el cuchillo de la mantequilla del dolor que tenía. Pero a ver quién se resiste a pasear Roma, esa ciudad exuberante, excesiva, golosa, decadente, divina y humana.

En Roma uno se siente como en casa, sobre todo porque no hay forma de ir por la calle sin oír gritar en español: hordas de hispanos invadimos desde el Panteón de Agripa hasta la trattoria más recóndita, que si el marsala es el nuevo negro, los españoles somos los nuevos japoneses. La única diferencia es que los hijos del imperio del sol naciente van cargadicos de bolsas de Prada, Gucci y Armani, y los hijos del imperio del sol poniente hacen cola para traerse bolsos falsos o hacerle una foto a una niñita junto a la estatua de Anubis en los Museos Vaticanos mientras la abuela le dice “¿Has visto que perrito tan bonito? ¿Qué hace el perrito? ¡Guau, guau!”.

Pero tras sortear abuelas ladradoras, japoneses consumistas, adoquines mortales, modernos sin calcetines, coches asesinos y vendedores callejeros, empiezas a gozar la ciudad: si Truman Capote decía de Venecia que es como comerse de golpe una caja entera de bombones de licor, Roma es como devorar caviar a cucharadas. Y en Roma puedes disfrutar de un café con tres dedos de espuma, de una conversación con un taxista ultra de la Roma cagándose en la madre que parió a los fascistas de la Lazio, de un templo con una cruz sobre una monumental cornamenta de ciervo donde ningún romano se quiere casar para no salir por la puerta con los cuernos puestos, de iglesias repletas de turistas que miran al techo y escasas de fieles que miren al suelo, de helados gloriosos en el mes de enero, de la porchetta y del pecorino, de un stendhalazo en cada esquina y de vistas maravillosas en una ciudad repleta de vistas maravillosas: hay que tener los ojos de un camaleón (o los de Marty Feldman) para poder verlo todo al mismo tiempo, porque la bellezza, con dos zetas, te noquea, te aturde y te emborracha. Vivir un año en Roma debería ser un derecho fundamental, como llevar una vez en la vida un vestido de alta costura. Porque Roma es supercalifragilística y espialidosa.


2 comentarios:

Hong Kong Blues dijo...

Roma es tan abrumadora y bella como uno espera. O más. Dicen compañeros romanos que vivir allí es un infierno. Pero que en ocasiones vale la pena.Definitivamente a mí siempre me gustó más el calor que el frío.
Arrivederci Roma.

Rosa Palo dijo...

Ay, usted y yo juntos por Roma...