miércoles, 2 de julio de 2014

Medio hombre


PUBLICADO EN LA VERDAD EL 1 DE JULIO DE 2014

Vivo con un hombre y medio. Hasta hace dos días vivía con un hombre y cuarto pero, mientras yo pasaba el tiempo escribiendo columnas, el cuarto se ha convertido en mitad. Ha crecido sin que nos diéramos cuenta, sin pedirnos permiso y sin consideración alguna: teníamos la absurda esperanza de que fuera siempre un niño chiquitillo, pero la esperanza ha saltado por los aires al comprobar que el vello suave que cubría sus piernas se ha convertido en un pelufo indecente, que empieza a asomarle una sombra de bigote, que su olor dulce se ha convertido en acre, que sus piernas delgaduchas se han vuelto musculosas, que sus calcetines de deporte y los míos se confunden en los cajones. Ya lo dicen las abuelas, que es hacer la Comunión y empezar a espumar. Y este enano ha espumado como un capuchino con chocolate.

El medio hombre sigue pensando que yo soy la mujer más hermosa del universo; no ve ni mi celulitis ni mis ojeras, y hasta mis brazos colganderos le parecen suaves y confortables, y los sigue buscando para que le abracen. Pero, envuelto en ellos mientras vemos la tele, me pregunta “Esa presentadora es guapa, ¿verdad, mamá?”. Y sí, claro que es guapa, guapísima. Y, en menos de lo que me imagino, esa presentadora guapa guapísima me destronará, y después lo hará una compañera de clase, y a continuación una nueva amiga, y entonces ellas pasarán a ser las mujeres más hermosas del universo. Y mis brazos, que por ese tiempo estarán más colganderos aún, tendrán que seguir abiertos para acogerlo cuando le rompan el corazón. Porque el medio hombre querrá conocer el amor como ya quiere conocer el mundo: con un sentido común que hoy es aplastante, pero que mañana será aplastado por las convenciones y las reglas, pregunta por qué existen las guerras, el hambre, la enfermedad, la injusticia; cuestiona todo lo que ve y todo lo que le rodea. Nos cuestiona a nosotros, nos desafía, mide sus fuerzas a ver hasta dónde puede tirar de la cuerda; quiere saber si, a pesar de las contestaciones y de las malas caras que nos pone a veces, seguimos queriéndole por encima de todo. Y un día, en medio de las preguntas, las discusiones, los partidos de fútbol, los juegos y los libros, levantaré la vista del ordenador y me daré cuenta de que ya tengo dos hombres en casa.

No hay comentarios: