miércoles, 2 de abril de 2014

Periodistas


PUBLICADO EN LA VERDAD EL 1 DE ABRIL DE 2014

De pequeña, servidora quería ser muchas cosas: escritora como Jo March, científica como Madame Curie, naturalista como Félix Rodríguez de la Fuente y oceanógrafa como Jacques Cousteau, gorrito rojo incluido. Ya ven, era una niña muy influenciable; gracias a Dios que “Un paso adelante” me pilló mayor, que si no me hubiera roto el peroné intentando hacer un Grand Jeté.

Pero sobre todo y, por encima de todo, quería ser periodista. Sí, échenle la culpa a “Lou Grant”. La pena es que a mis padres les gustaba más “La Ley de Los Ángeles” y, como la guerra de series la ganaron ellos, acabé matriculándome en Derecho. Y menos mal que no rematé la carrera, porque conociéndome como me conozco habría terminado como Teresa Bueyes, defendiendo a Ana Obregón y a Carmen Martínez Bordiú y poniéndome morros. O como Paloma Zorrilla, que es muchísimo peor.  

Será porque me hubiera gustado irme de cañas con Blas Castellote para celebrar una exclusiva, será porque siempre quise ser como Rosalind Russell en “Luna Nueva” (y tener como jefe a Cary Grant, claro), será porque llevar un sombrero con una acreditación de prensa metida dentro de la cinta me parece el complemento más favorecedor del mundo, será porque me enamoré de Sam Waterston en “Los gritos del silencio” y me volvía  a enamorar de él y de Jeff Daniels en “The Newsroom”, será porque la primera y última vez que fui a la redacción de “La Verdad” estaba como una niña con zapatos nuevos. Será por todo eso (y porque soy una romántica, de acuerdo), pero cuando he visto el regreso de Javier Espinosa y Ricardo García Vilanova, los dos periodistas que han estado secuestrados en Siria durante 194 días, me he emocionado como si yo fuera del gremio. Ellos han vuelto a casa, como Marc Marginedas, pero otros no han podido hacerlo. Por eso, en estos tiempos de trincheras periodísticas, tertulianos voraces y plumillas lameculos, sorprende comprobar que hay tipos capaces de arriesgar su vida y su libertad para que usted y yo sepamos qué es lo que pasa más allá de nuestro campo de visión. Porque, al final, las hojas del periódico sirven para mucho más que para no salpicar los fogones de aceite cuando uno hace chistorra en su casa. Porque la verdad está ahí fuera, y hay periodistas que se juegan la vida por contarla.  

3 comentarios:

Hong Kong Blues dijo...

El buen periodismo es como las buenas ferreterías, no nos damos cuenta pero sin ellos nuestra vida se deteriora.
Defendamos a los buenos periodistas.
¡Besos!

Piticli quería ser periodista pero ganó la presión familiar y acabo Derecho... (usted escapó a tiempo, suertuda) dijo...

¡SUSCRIBO CADA UNA DE SUS PALABRAS!

Rosa Palo dijo...

Qué dos grandes periodistas ha perdido el mundo, Piticli, querido! Hubiéramos desbancado a los mismísimos Woodward y Bernstein!