PUBLICADO EN LA VERDAD EL 5 DE NOVIEMBRE DE 2013
Qué me gusta a mí una novela de espionaje: me han regalado
por mi cumpleaños la última de Le Carré y estoy que me leo encima, que
servidora ha pasado unos ratos estupendos con Smiley, el Circus, Karla, el MI6,
el KGB y el sursum corda. Eso sí que eran espías de verdad, y no esta historia
de escuchas de la NSA. Qué aburrimiento: ni una persecución en condiciones, ni
un microfilm oculto en la guarda de un libro, ni un interrogatorio envuelto en
humo, ni una gabardina que echarse sobre los hombros, oiga, nada más que tres
tíos con un ordenador y ya estamos todos controlados. 60 millones de llamadas
en un mes. Y en plenas fiestas, que entre el “Hola, soy Edu, Feliz Navidad” y
el “Tráete sillas de casa de tu madre, que al final nos van a faltar”, tienen
que haber acabado los pobres agentes hasta el mismísimo pinganillo.
Encima nos vigilan los americanos, fíjense, que se creen
ellos que son la pera limonera cuando la mayor cantera de espías la tenemos
aquí: cojan a un grupo de madres de adolescentes y ya verán cómo les dan sopas
con onda a los del NSA, a los del CNI y a los del Mosad si hace falta, que el
olfato de una madre preocupada no tiene rival. Y, encima, se han adaptado
estupendamente a las nuevas tecnologías: antes se limitaban a registrarte el
dormitorio y no paraban hasta que te encontraban el paquete de tabaco
mentolado; ahora pillan el móvil del pipiolo y se leen los mensajes de
WhatsApp, le piden amistad por Facebook poniéndose de mote “Jessi la Loba” y se
instalan una aplicación para localizar móviles y tener al perla siempre
controlado.
Y así nos están tratando los políticos y los servicios de
inteligencia, como a adolescentes a los que hay que vigilar para que no hagan
nada malo. Es curioso: vivimos en unos tiempos esquizoides en los que nos
mosqueamos porque nos espían, pero no paramos de subir fotos a las redes, de
dar nuestros datos, de decir qué hacemos, dónde estamos, con quién. Supongo que
la distinción reside entre dar información voluntariamente o que la obtengan
sin nuestro permiso. Lo que viene siendo la diferencia entre que te roben fotos
en bolas y negociar un posado en el Interviú, vamos. Yo es que, si no hablo en
mi lenguaje, me lío.
2 comentarios:
¡Ná! que tienes más razón que un santo.
He empezado leyendo tu entrada de "Sensación térmica" y continúo leyendo tu blog, es desenfadado, de escritura fácil e inteligente. Me gusta.
Gracias, querido Anónimo. Espero verle por aquí pronto.
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