miércoles, 6 de noviembre de 2013

Espías como nosotros


PUBLICADO EN LA VERDAD EL 5 DE NOVIEMBRE DE 2013

Qué me gusta a mí una novela de espionaje: me han regalado por mi cumpleaños la última de Le Carré y estoy que me leo encima, que servidora ha pasado unos ratos estupendos con Smiley, el Circus, Karla, el MI6, el KGB y el sursum corda. Eso sí que eran espías de verdad, y no esta historia de escuchas de la NSA. Qué aburrimiento: ni una persecución en condiciones, ni un microfilm oculto en la guarda de un libro, ni un interrogatorio envuelto en humo, ni una gabardina que echarse sobre los hombros, oiga, nada más que tres tíos con un ordenador y ya estamos todos controlados. 60 millones de llamadas en un mes. Y en plenas fiestas, que entre el “Hola, soy Edu, Feliz Navidad” y el “Tráete sillas de casa de tu madre, que al final nos van a faltar”, tienen que haber acabado los pobres agentes hasta el mismísimo pinganillo.

Encima nos vigilan los americanos, fíjense, que se creen ellos que son la pera limonera cuando la mayor cantera de espías la tenemos aquí: cojan a un grupo de madres de adolescentes y ya verán cómo les dan sopas con onda a los del NSA, a los del CNI y a los del Mosad si hace falta, que el olfato de una madre preocupada no tiene rival. Y, encima, se han adaptado estupendamente a las nuevas tecnologías: antes se limitaban a registrarte el dormitorio y no paraban hasta que te encontraban el paquete de tabaco mentolado; ahora pillan el móvil del pipiolo y se leen los mensajes de WhatsApp, le piden amistad por Facebook poniéndose de mote “Jessi la Loba” y se instalan una aplicación para localizar móviles y tener al perla siempre controlado.

Y así nos están tratando los políticos y los servicios de inteligencia, como a adolescentes a los que hay que vigilar para que no hagan nada malo. Es curioso: vivimos en unos tiempos esquizoides en los que nos mosqueamos porque nos espían, pero no paramos de subir fotos a las redes, de dar nuestros datos, de decir qué hacemos, dónde estamos, con quién. Supongo que la distinción reside entre dar información voluntariamente o que la obtengan sin nuestro permiso. Lo que viene siendo la diferencia entre que te roben fotos en bolas y negociar un posado en el Interviú, vamos. Yo es que, si no hablo en mi lenguaje, me lío.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Ná! que tienes más razón que un santo.
He empezado leyendo tu entrada de "Sensación térmica" y continúo leyendo tu blog, es desenfadado, de escritura fácil e inteligente. Me gusta.

Rosa Palo dijo...

Gracias, querido Anónimo. Espero verle por aquí pronto.