miércoles, 10 de julio de 2013

Intimidad


PUBLICADO EN LA VERDAD EL 9 DE JULIO DE 2013

Nos espían. Ya ven, qué sorpresa: se monta un pollo con Snowden, Obama y la Agencia Nacional de Inteligencia, pero a usted y a mí no nos pilla de nuevas, ¿verdad? Porque usted y yo llevamos años recibiendo mails que nos ofrecen las cosas más peregrinas del mundo, porque nos llaman por teléfono a cualquier hora dando por saco (yo empleo lo de “No, lo siento, la señora no se encuentra”, que pensarán las teleoperadoras del mundo que la señora es un pendón desorejao que nunca está en su casa), o porque Facebook dice que nos gustan páginas que nos las traen al pairo, que cualquier día aparece que eres fan de Leticia Sabater y te arruinan la reputación para siempre.

Y es que entre lo que nos espían ellos y lo que contamos nosotros, nuestra vida es pública. Somos lo que tecleamos: subimos fotos, compartimos ideas, nos promocionamos, discutimos, contestamos, etiquetamos. Y cotilleamos a base de bien, que cuando te hablan de alguien que no conoces, lo primero que haces es buscarlo en Facebook y mirar las imágenes, los amigos, los intereses y hasta el estado sentimental. Yo, por si acaso, miro de vez en cuando el de mi santo, y el día que pase de “Casado” a “Relación abierta”, le abro yo la cabeza en canal, que una será muy moderna, pero abierta lo justo. Sí, nosotros también utilizamos las mismas armas que los espías americanos, el problema es que las nuestras son como un cuchillo de plástico al lado de un Kalashnikov.

Al final, estamos regalando nuestra vida. Al menos las de la raza cobriza son más listas, que ellas la venden: mientras que usted comparte las fotos de su boda gratuitamente, Adriana Abascal y Marina Castaño se las colocan al ¡HOLA! por un pastizal. Por cierto, la mejicana está impresionante, pero la española parece un gremlin vestido de novia, que está raruna, raruna. Bueno, es que es raruna, raruna, que se ha casado con un cirujano el mismo día y en el mismo sitio que se casó con Cela, un homenaje un tanto extraño, aunque peor hubiera sido que le hubiera dedicado una absorción de agua vía anal. A lo que iba, que me lío con el roserío: yo ya no publico ni una foto sin que me paguen un pastizal. Que no tienen interés, dirán ustedes. ¿Y las de Castaño tienen alguno? Pues eso. 

3 comentarios:

Amanda dijo...

Yo hay veces que veo a alguien por la calle y no sé decir si le conozco de Facebook, Twitter o de la vida real, así que figúrese!

Rosa Palo dijo...

Me lo creo, querida, me lo creo, que a mí me pasa lo mismo.

Piticli no tiene nada que ocultar, menos lo que no se ve. dijo...

Pues yo sigo defendiendo mi privacidad, esa parte que a nadie le interesa ni para cotillear... el resto lo comparto con singular alegría así que por mi pueden ahorrar un poquito que yo se lo pongo bien económico -el espionaje, digo.

Esta actitud, me acuerdo yo, ya la adopté allá al comienzo de los noventa, a raíz de un artículo del M*y Int*eresant* donde ya hablaban de como estábamos completamente controlados, por empezar, usando el carnet de biblioteca (claro que el de mi pueblo aún era de cartulina, cosa que no acaba de cuadrar). Como me gusta el futuro más que a un tonto un caramelo, me pasé al lado de "hazlo público que vienen curvas").

De aquella época debe de ser también el reto anal del premio Nobel con más sabor a morcilla de la historia de la humanidad... ¡lo suyo es memoria histórica!