PUBLICADO EN LA VERDAD EL 19 DE MARZO DE 2013
Hoy es el santo de mi santo. Está de
felicitación doble porque, además de santo, es padre (que no Santo Padre, no se
confundan, que por muy majo que sea el Papa Francisco no está como para
marcarse un Pájaro Espino). Y, como padre moderno que es, pertenece a esa nueva
especie de hombres desconcertados que ven con horror cómo sus hijos prefieren
el “Gangnam Style” a los AC/DC, que se compran los Madelmanes y no los sacan de
sus cajas (y los chiquillos que por qué no me los dejas, y los padres que
porque me los vas a romper, y los chiquillos que entonces para qué los compras
si no podemos jugar con ellos), y que se han prometido a sí mismos no decir
jamás “Cuando seas padre comerás huevos”. Pero todo llegará, porque si las
madres estamos perdidas, ellos ni les cuento.
Los padres modernos ya no tienen la mirada de
los padres de antes, esa mirada que acababa con cualquier discusión porque
estaba cargada de promesas (te prometía que, como siguieras por ahí, ibas a
estar castigado hasta que Mario Vaquerizo se cortara la melena). Ahora los
padres ponen la mirada Sabater, la de Leticia Sabater, porque se quedan bizcos
esperando a que los críos obedezcan. Nosotras ya no podemos ni utilizar el
“Cuando venga tu padre, verás”. Nada. La igualdad radica en que no nos hacen ni
puñetero caso ni a las madres ni a los padres; la conciliación, en que tanto
ellos como nosotras vamos de cráneo entre deberes, extraescolares, funciones
del colegio y días sin clase. Pero los padres de ahora, como los de antes,
siguen subiendo a los niños a caballito, y enseñándoles a montar en bici, y
jugando con ellos, y explicándoles las matemáticas, y llevándoles en brazos
hasta su cuarto cuando se quedan dormidos en el sofá. Son héroes en el microcosmos
familiar, y si tienen que serlo también en el mundo exterior para proteger a
sus hijos, lo serán. Y hoy, cuando les llegue una tarjeta con una corbata
malamente pintada en el colegio, se pondrán más contentos que si les hubieran
regalado un Barceló, y cambiarán la mirada Sabater por una más tierna que un
PowerPoint de gaticos, y se comerán a besos a sus hijos. Así que, por todo eso
y por todo lo que no me cabe en esta columna, felicidades, papás. A los de
antes y a los de ahora.
2 comentarios:
Ciertamente vale la pena felicitar a todos aquellos padres y madres que ejercen su rol de forma responsable, o que al menos le ponen ganas.
Yo, que me dedico a tratar los efectos de lo contrario, me alegro al leer ejemplos positivos, jaja.
Un abrazo enorme a su Santo y a usted. Al Papa ya no tanto.
¡Me ha encantado este post! ¡Qué bonito! ¡Pero que BONITO! (no esto no lo mejora ni medio litro de Brummel)
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