PUBLICADO EL MARTES 22 DE ENERO DE 2013 EN LA VERDAD
No sé qué nos da en invierno con las casas
rurales, de verdad. Con lo a gusto que se está en la ciudad, con sus cines, sus
tiendas y su asfalto, quién me manda a mí irme todos los años con la pandilla y
una caterva de críos a pasar el fin de semana a un pueblo que ni siquiera
aparece en el GPS. A respirar aire puro, me dicen, cuando hay una peste a cabra
que tira de espaldas. A estar en comunión con la naturaleza, me argumentan.
¿Comunión? Bastante tengo yo con la que me toca preparar en mayo.
Pero lo peor no son los campos minados con
boñigas de vacas, que a poco que te encantes con el paisaje, ¡zas!, ni las
carreteras más empinadas que la cuesta de enero, ni los barrancos a los que los
niños se empeñan en asomarse, no. Lo peor son las casas, esas casas decoradas
entre lo provenzal ochentero y el estilo remordimiento, y amuebladas con los
trastos que les sobran a sus dueños. ¿Por qué decide que ese sofá que se hunde
cuando usted se sienta no se va a hundir cuando me siente yo? ¿Por qué tiene
usted una Nespresso en su casa y a mí me deja una cafetera requemá? ¿Por qué
usted duerme con un nórdico (me refiero a un edredón, no a un sueco, que ahí ya
no me meto) y a mí me deja las mantas de cuando hacía la mili? Y, de verdad,
¿cree que puedo abrir un botellín de cerveza con la cuenca del ojo? ¿Tanto
cuesta poner un abridor? ¿Y piensa que se pueden caldear dos plantas con esa
estufica? ¿Dónde la ha comprado? ¿En Liliput? Ah, bueno, que la casa tiene
chimenea. Pero la chimenea no tira, así que nos pasamos el fin de semana con
más olor a zíngaro que en una película de Kusturica. ¿Volver a lo natural? Al
siglo dieciocho es a donde he vuelto.
Eso sí, una regresa convencida de que ha
cumplido con su cuota de ecologismo anual porque ha visto una ardilla. Pero la
próxima vez me pongo todos los capítulos de “El hombre y la tierra” en bucle y
los veo en mi comodísimo sofá, con la calefacción a todo trapo y un Ristretto
en la mano. Y me ahorro los cuartos y el tener que limpiar botas. Por cierto
¿cómo se quita la boñiga de vaca?
5 comentarios:
Nada mejor que un hotel urbano, dónde va a parar. Como mucho, excursión de unas horas a una campiña idílica + visita a la bodega + SPA y vuelta.
Que además el look rural nunca favorece.
Por cierto que me ha dejado de piedra con lo de la Comunión de mayo. Yo pensé que la gente ya no celebraba esas cosas. Pero claro, igual es "lo más alternativo" que se me ocurre. Estoy por imitarla.
¡Besos!
El look rural sólo le favorecía a Carolina de Mónaco cuando estaba retirada en aquel pueblecito de la Provenza con Vincent Lindon. O a lo mejor era Lindon el que la favorecía, no sé.
Por lo que respecta a la Comunión: si no fuimos capaces de decirle a mi suegra que nos casábamos por lo civil ¡cómo le vamos a decir que el niño no hace la Comunión! Y no se ponga usted muy tonto que le invito y le hago la puñeta ;)
Eso es una amenaza en toda regla, jaja.
Ahora lo entiendo todo. Cuando hay suegras de por medio todo lo demás es secundario.
De todos modos, ir de comunión me parece TOTAL y exótico.
Por cierto, creo que el pueblo al que se refiere es Saint-Rémy-de-Provence, ¿verdad? Pues no se lo creerá pero... ¿a que no sabe quién estaba casualmente allí mientras pasaba unos días Carolina? ¡BINGO!¡Servidor!
Si es que es mi destino.
¡BESOS!
Sí, su destino es llevar una tiara de brillantes. Decididamente.
Yo hay días que soy más rural que los caminos sin asfaltar, pero me pasa una vez al año... =D
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