PUBLICADO EL 2 DE OCTUBRE DE 2012 EN LA VERDAD
Mi amigo Ingmar
habla 13 idiomas. Lo suyo no es poliglotismo, es bulimia. El último que está
aprendiendo es el sindarin, no sea que un día se le aparezca un elfo
preguntándole la hora y él no sepa contestarle. Ingmar, traductor y filólogo,
ha escrito decenas de libros, entre los que destaca Godos,
gautias y gotios: etnónimos nebulosos y reveladores.
No, en serio, se llama así: soy incapaz de inventármelo. En un español mejor que el mío, Ingmar me dice que no es tan complicado, que cuando hablas dos o tres idiomas
el resto se aprende en un plis. Y eso me lo cuenta a mí, que cuando me dirijo
en inglés a alguien, el alguien me contesta “Por favorrr, si tú hablar en
español despasito, yo entender mejor”, y a tomar por saco toda una vida de
clases extraescolares. A mí, que respondo los emails extranjeros con una
sintaxis propia de Tarzán. A mí, que pronuncio de tal forma que el Príncipe
Gitano perpetrando “In the ghetto” parece un locutor de la BBC a mi lado. Mi
amigo Ingmar no sabe que hablo inglés muy por encima de mis posibilidades.
Escuelas de
traducción hay muchas, pero la que tiene más predicamento en España es una que
consiste en gritarle al guiri hasta que se queda sordo. En nuestra familia, la
tía Fina era la traductora oficial; según ella, el alemán es facilísimo, es
como el español pero chillao. Las traducciones libres de la tía Fina las
padeció su cuñado: tras sus últimas vacaciones en Ferrol, el pobre Henry
regresó a Bremerhaven con seis kilos de empanada, una lesión irrecuperable en
el tímpano y la certeza de que los españoles éramos capaces de romper la
barrera del sonido al hablar. La tía Fina sigue convencida de que sabe alemán.
Lo cierto es que
nunca me preocupó demasiado no saber idiomas: si en España uno puede llegar a
presidente del Gobierno sin pasar del “Nice to meet you”, yo, que sé contar
hasta cien, no tengo techo. Pero ahora la clase política no es que no hable
inglés o alemán, es que tampoco habla español. El sistema de traducción de la
tía Fina no nos vale: por mucho que gritemos, ellos aplican el “no me chilles,
que no te veo”. Y, cuando se deciden a dar explicaciones, no las entiendo. Sólo
si traduzco “austeridad” por “miseria”, empiezo a pillar el hilo. Y así vamos,
from lost to the river.
7 comentarios:
Protesto: mi comentario no se ha publicado. Simplemente decirle que el aproach que hace de este issue me parece magnifique. Un tema de über actualidad con un enfoque tan inteligente. ¡ROSA PALO FOR PRESIDENT!
aPProach...
Lo siento... no pretendía que resultase un corrigendum en campaña electoral... ¡qué horror! Le suplico me corrija el primer comentario con approach y me elimine estos dos... ¡SOS!
AMÉN (que además creo que se dice así en varios idiomas y mitologías en boga).
Magnífica.
Gud, veri gud.
Dont güorri guapa, ai también espiquing inglis veri poco.
Madre mía! Mi amigo Ingmar va a tener que traducirme sus comentarios, amigos. Qué dominio de las lenguas que tienen todos ;)
No se preocupe usted. Si hubiera visto a los gaditanos hablando con los ingleses se le quitarían los complejos. En lugar del "Nice to meet you" decían "No hay tomillo", en perfecto gaditano. Y los ingleses, encantados (de conocerles).
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