miércoles, 19 de septiembre de 2012

Bacio la mano



PUBLICADO EL 18 DE SEPTIEMBRE DE 2012 EN LA VERDAD

1972 fue un año de lo más variado en cuanto a nacimientos se refiere: Chicho alumbró al Un, dos, tres, Atari al primer video juego de la historia, Coppola dio a luz a El Padrino y Paloma Rocasolano a Letizia. Curioso, porque tiempo después a Letizia le hicieron una oferta que no pudo rechazar: convertirse en princesa.

A mí me hicieron otra oferta que sí pude rechazar, pero no lo hice. Y nos casamos al son del vals de Nino Rota, brindamos diciendo “Cent’anni” y nos fuimos de viaje de novios a Sicilia. Y mi santo también me trata como una princesa. Mejor, incluso: puedo interrumpirle en público sin que a Peñafiel le de una apoplejía y criticar a mis cuñadas (presuntamente) sin que ocurra una catástrofe nacional. Tampoco tengo que sufrir porque me hagan fotos en bikini, que a ver quién va a querer testimonio gráfico de mi celulitis adiposa. Y los 40, esa edad meridiana, los celebré con una fiesta de cogorza y descogurcie; así salieron las fotos, tan movidas que parecían hechas por Chiquito de la Calzada, no como las de Cristina García Rodero, tan monas, tan finas que no sé si están anunciando una nueva telenovela o un catálogo de muebles de jardín. Paradójicamente García Rodero, autora de las fantásticas fotografías de “La España oculta”, no nos ha revelado nada nuevo en este último trabajo. No sería esa su labor, claro, pero no distingo esas imágenes de cualquier reportaje del ¡HOLA!: sólo falta Julio Iglesias apoyado en una palmera con el bufandín rojo en la cintura para completar el cuadro.

Me hubiera gustado ver a la princesa desmelenándose en el concierto de The Killers (sí, estuvo allí), bebiendo cerveza a morro y pegado botes, pero siempre nos la sacan como si estuviera en una actuación de Pablo Alborán. Letizia se ha ido limando tanto por dentro y por fuera que ha conseguido un perfil de Blancanieves esculpido por un cirujano plástico, la versión moderna y no criogenizada de Walt Disney, y no se ha dado cuenta de que los claroscuros siempre son más atractivos, la madrastra es más interesante que Blancanieves, El Padrino mejor que Princesa por sorpresa. Por eso prefiero los consejos de Don Vito a los de Julie Andrews, porque El Padrino sí que es un manual de autoayuda, ya saben: mantengan cerca a sus amigos, pero aún más cerca a sus enemigos. Bacio la mano.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Querida Rosa Palo, el consejo del Padrino, realmente tiene su origen en "El Arte de la Guerra" atribuido a Sun Tzu. Es el mejor libro de estrategia de todos los tiempos. Inspiró a Napoleón, Maquiavelo, Mao Tse Tung y muchas más figuras históricas. Este libro de dos quinientos mil años de antigüedad, es uno de los más importantes textos clásicos chinos, en el que, a pesar del tiempo transcurrido, ninguna de sus máximas ha quedado anticuada, ni hay un solo consejo que hoy no sea útil. Pero la obra del general Sun Tzu no es únicamente un libro de práctica militar, sino un tratado que enseña la estrategia suprema de aplicar con sabiduría el conocimiento de la naturaleza humana en los momentos de confrontación. No es, por tanto, un libro sobre la guerra; es una obra para comprender las raíces de un conflicto y buscar una solución. “la mejor victoria es vencer sin combatir”, nos dice Sun Tzu, “y ésa es la distinción entre el hombre prudente y el ignorante”.
Un besico.

Anónimo dijo...

Perdón, donde dice "dos quinientos mil años", quería decir "dos mil quinientos años". Ya sabes, las cervecicas le traicionan a uno (que para más INRI es de ciencias). Otro besico, y a tu santo también.

Rosa Palo dijo...

Querido Anónimo, gracias por la información. Como diría la gran Mazagatos, sigo mucho a Sun Tzu, pero no lo he leído.
Y otra cosa: encantada de recibir su beico y de darle uno a mi santo en su nombre, pero ¿DE PARTE DE QUIÉN?

Hong Kong Blues dijo...

Adorada Sra. Palo, qué ganas tenía de reencontrarla. Y la verdad, tenía pensado dejarle otro comentario, pero ha sido leer el del "Anónimo" y quedarme tan pasmado y maravillado que no puedo decir más que "a los pies de ambos".
La adoro.

Rosa Palo dijo...

Hace usted bien en ponerse a los pies de Anónimo (que ya sé quién es), porque le aseguro que es un señor estupendo. A los míos no se ponga, que no me he hecho la pedicura desde 1999.
Usted me adora, yo le idolatro.