PUBLICADO EL DOMINGO 19 DE AGOSTO DE 2012 EN LA VERDAD
C. se operó de la vista hace años para poder ver bien a las payicas en el agua. C. estaba harto: era quitarse las gafas para darse un chapuzón y oír “¡Tío, jamba a las seis!”, pero C. se volvía y sólo veía un bulto que lo mismo podía ser Scarlett Johansson que Carmen de Mairena. A C. tuvieron que operarle dos veces: la primera para corregirle la miopía, la segunda para sacarle una teta del ojo derecho. Pero ahora C. se pone con el móvil en la playa y le da igual que pase por su lado una buenorra o que a su crío lo ataque un kraken: no despega los ojos operados de la pantalla.
C. no es el único: “Me largo unos días, que necesito desconectar”, digo. Y
meto en la maleta el iPhone, el iPad, el pincho de Vodafone y el portátil, que
parece el set de telecomunicaciones de la Srta. Pepis. Y me voy al Himalaya a
meditar y a reencontrarme con la Madre Naturaleza, y si no tengo conexión para tuitear
una foto subida a un yak me cago en la Madre Naturaleza y en la que parió a los
sherpas. Todavía no me explico cómo podíamos cruzar España (¡o el extranjero,
mon Dieu!) sin móvil, sin navegador, perdidos en medio de ninguna parte con un
plano desplegado sobre el salpicadero, y yo “Vamos a preguntarle a alguien”, y
él “Que no, que sé donde estoy”, con esa afición que tienen los hombres a
perderse y a no preguntar. Sin facebookear cada piedra que vemos, que parece
que estamos en plantilla del National Geographic. Sin fotografiar mariscadas, síntoma
de que uno no come suficiente centollo a lo largo del año. Sin estar viendo
Santo Domingo de Silos mientras llegan correos de Peláez, que dónde está el
informe, chata, que no lo encuentro.
Así que el año que viene me marco un viaje vintage y me dejo el móvil
encima del poyo hornilla. Lo haré por prescripción facultativa: me lo ha recetado
el oculista después de sacarme un tuit del ojo izquierdo.
1 comentario:
No sé qué decir (aparte de que tiene más razón que una Santa -si es que existen-).
Yo siempre viajo sin tecnología, sin internet. Y soy feliz (y raruno, ya lo sé, pero recuerde que ni tenemos tele).
Aunque también me beneficio de que usted no lo haga, y cuelgue fotos, y posts, y nos alegre.
Josú, qué dilema.
La Adoro.
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