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miércoles, 4 de julio de 2018

BORRAR EL TUIT

PUBLICADO EN LA VERDAD EL MARTES 3 DE JULIO DE 2018
Si las reinas consortes no pueden tener pasado, que dice Jaime Peñafiel, los presidentes de Radio Televisión Española no pueden tener Twitter. Ana Pardo de Vera y Andrés Gil se han dedicado a borrar miles de tuits como locos en cuanto han sonado sus nombres para el cargo. Normal: que te propongan para un puesto así y no eliminar tu historial de Twitter es como que te llegue una visita de improviso y tú estés sin duchar, con los platos del desayuno aún sobre la mesa del comedor y la huella de tu culo en el sofá. Es que te pille en bragas, literalmente.
Borrar el tuit es el baile de actualidad. Hay que deshacerse del que escribiste una de esas noches en las que llegaste un poco borrachuzo y te invadieron la nostalgia, o el dolor, o la angustia; del que publicaste un día que estabas enfadado con el mundo y sus alrededores; del que subiste una tarde haciendo un chiste zafio porque el juego de palabras te quemaba en la punta de los dedos. Hay que eliminar el pasado en las redes, reinventárselo, reescribirlo. Y esa es la diferencia entre la vida virtual y la real: que la virtual se puede borrar, pero la otra no. Ojalá: tengo un colega al que le encanta sacar a relucir que tuve un novio feo y gilipollas, y una prima que en las comidas familiares siempre suelta que yo llevaba sayas hasta los once años, y una amiga que me amenaza con enseñarle a mis compañeros fotos mías de cuando iba a BUP, con el pelo al uno y las patillas rapadas. El pasado real es de todos los que lo compartieron contigo. Y, en cuanto se toman dos cervezas, se empeñan en recordártelo, que no hay nada más reconfortante para el alma humana que la humillación pública y ajena.
Si fuéramos todos siempre coherentes, en la ética y en la estética, podríamos suscribir lo que dijimos, hicimos o pensamos hace cinco años, o cinco días, o cinco minutos. Pero yo no soy así. Yo me arrepiento de lo que hecho, de lo que he dicho, de lo que no he hecho, de lo que no he dicho. Me arrepiento de casi todo. Especialmente de haberme afeitado las patillas en el 85, que después de aquello me crecieron tanto que ahora las tengo más largas que la Pantoja. No sé en qué estaría yo pensando. 

lunes, 20 de agosto de 2012

Desconexión


PUBLICADO EL DOMINGO 19 DE AGOSTO DE 2012 EN LA VERDAD

C. se operó de la vista hace años para poder ver bien a las payicas en el agua. C. estaba harto: era quitarse las gafas para darse un chapuzón y oír “¡Tío, jamba a las seis!”, pero C. se volvía y sólo veía un bulto que lo mismo podía ser Scarlett Johansson que Carmen de Mairena. A C. tuvieron que operarle dos veces: la primera para corregirle la miopía, la segunda para sacarle una teta del ojo derecho. Pero ahora C. se pone con el móvil en la playa y le da igual que pase por su lado una buenorra o que a su crío lo ataque un kraken: no despega los ojos operados de la pantalla.

C. no es el único: “Me largo unos días, que necesito desconectar”, digo. Y meto en la maleta el iPhone, el iPad, el pincho de Vodafone y el portátil, que parece el set de telecomunicaciones de la Srta. Pepis. Y me voy al Himalaya a meditar y a reencontrarme con la Madre Naturaleza, y si no tengo conexión para tuitear una foto subida a un yak me cago en la Madre Naturaleza y en la que parió a los sherpas. Todavía no me explico cómo podíamos cruzar España (¡o el extranjero, mon Dieu!) sin móvil, sin navegador, perdidos en medio de ninguna parte con un plano desplegado sobre el salpicadero, y yo “Vamos a preguntarle a alguien”, y él “Que no, que sé donde estoy”, con esa afición que tienen los hombres a perderse y a no preguntar. Sin facebookear cada piedra que vemos, que parece que estamos en plantilla del National Geographic. Sin fotografiar mariscadas, síntoma de que uno no come suficiente centollo a lo largo del año. Sin estar viendo Santo Domingo de Silos mientras llegan correos de Peláez, que dónde está el informe, chata, que no lo encuentro.

Así que el año que viene me marco un viaje vintage y me dejo el móvil encima del poyo hornilla. Lo haré por prescripción facultativa: me lo ha recetado el oculista después de sacarme un tuit del ojo izquierdo.

martes, 21 de febrero de 2012

Enamorados 2.0

PUBLICADO EL 14 DE FEBRERO DE 2012 EN LA VERDAD

Hoy es el día de los enamorados. Y no quiero ser agorera, pero a no ser que intervenga la Yakuza y deje sin dedos a Kiko Rivera, a Guti, a sus novias y a todos los famosos que se dedican a tuitear mensajes de amor, se nos avecina un cataclismo que nos va a dejar los móviles colapsados por un subidón de azúcar: nos amenazan cientos de “gracias por existir”, “TQ diosa”, “te amo mi reina”, corazones a tutiplén y citas de Paulo Coelho, muy socorridas cuando ya no les quedan emoticones con los que expresar tan puros sentimientos. Y se quedan tan anchos. Y tan enamorados.

El Twitter se ha convertido en la forma oficial de comunicar amores y desamores; a golpe de tecla exhiben sus parejas como joyas (algunas lo son de verdad, otras son más falsas que las tiaras de la boda de Farruquito) y anuncian noviazgos y rupturas a tal velocidad que a los de ¡HOLA! no les da tiempo a reponerse. Los enamorados 2.0 ya no se ocultan en un portal para besarse, y las cartas de amor que antes se escondían en un cajón bajo la ropa ahora se publican en 140 caracteres con faltas de ortografía: Pantoja ha dejado de registrar entre los calzoncillos de su hijo para saber cómo le va con Jessica Bueno, lo sigue en el Twitter bajo el nombre de @Yonosoy_tumadre y se entera de todo. Los avances tecnológicos también llegan a Cantora.

El amor del famoseo ha pasado del papel couché a la Instagram en un plis, o en un tuit. Son amores ilustrados porque la felicidad no es completa si no se puede mostrar al mundo: imágenes de los novios en Roma, las Barbados o París (a punto he estado yo de subir las mías paseando mi amor por Lo Pollo), celebrando los cumpleaños o tatuándose en pareja, como Guti y Romina, que han subido una foto donde muestran el tatuaje que se han hecho con las huellas de su perrita. Sí, han leído bien: con las huellas de su perrita, que menos mal que a Guti no le ha dado por los elefantes. Si eso no es una prueba de amor, que venga Dios y lo vea. Yo intentaré que el que no lo vea sea mi marido, que como me pida que me tatúe las huellas del hámster, ya tenemos lío.

lunes, 21 de marzo de 2011

Tuiterismo

El blog ha muerto. Así que si usted está leyendo estas líneas, sepa que es un necrófilo de cuidado, porque últimamente en un montón de artículos que hablan sobre twitter han declarado a los blogs (y, por ende, a los que tienen uno) como oficialmente demodé, cascaos y viejunos. Y la verdad, después de ver la pinta que tengo mientras escribo (me voy al gimnasio y no, no parezco Carmen Lomana cuando ensayaba en MQB, más bien parezco Isa P. cuando llega al aeropuerto tras cantar en Argentina -ella en chándal de Escada, a mí me patrocina Decathlon-) creo que empiezan a tener razón.

Así que me he hecho una cuenta en twitter, pero sólo para seguir los pasos de una persona que me interesa por motivos profesionales: no, lo siento, no lo puedo decir; tendría que matarles si les revelara su nombre. Pero ahí tengo la cuenta: muerta de la risa, porque ¿qué escribe uno en twitter? ¿les cuento mi agitadísima vida paso a paso? -les recuerdo que los Goya son una vez al año, por desgracia, que yo viviría en un cóctel permanente con Hugo Silva a un lado y Alberto Ammán al otro y tirándome por encima canapés de cebolla con manzana-. A ver, podría tuitear desde el Pilates:

@Ebaezan
tengo tantas agujetas en los abductores que parece que me he enrollao con La Masa

O en lugar de llamar pequeño filonazi a mi entrenador por lo bajini mientras expulso el aire ("¡pubis en la nariz!, ¡pubis en la nariz!, "¡cierra costillas!, ¡cierra costillas!" ¿qué se cree? ¿que trabajo en el Circo del Sol?), mandarle un tuit a @enanocabron. Desde la cama, mentarle la familia a John Connolly porque El poder de las tinieblas no me deja dormir. O puedo ponerles al tanto del estado de mi colon tuiteando con mi iPhone o mi iPad desde mi iWater. ¿Creen que la irritabilidad de mi colon se puede convertir en un trending topic?

Es decir, usted ya no puede estar cómodamente en su casa viendo Spartacus sin tuitear todo el rato acerca de lo buenos que están los gladiadores, ni tiene sentido que servidora bloguee sobre los Oscar dos días después porque medio planeta (incluída la abuela de James Franco) ya ha dado sus opiniones sobre la gala en tiempo real. Y si usted no sigue al tonto l'haba de Charlie Sheen, que llegó a los 4.812 seguidores en 60 segundos, pues eso, que no es nadie.

Ahora bien: mida sus palabras o miles de flechas envenenadas en forma de tuits caerán sobre usted. El que se lleva la palma es Bisbal: ¿recuerdan que en plena crisis egipcia escribió aquello de "Nunca se han visto las pirámides de Egipto tan poco transitadas, ojalá que pronto acabe la revuelta"? Pues los cachondos de la red se despepitan diciendo que ha escrito "Nunca se han visto olas tan grandes en Japón, ojalá pueda ir pronto a hacer surf en las playas de Fukushima", y sí, cada vez que David Bisbal tuitea, muere un gatito (leído en el Facebook de Mule). Entre eso, lo de Alex de la Iglesia con los tuiteros y la caída de una campaña de Vigalondo para El País porque se le ocurrió comentar "Ahora que tengo más de cincuenta mil followers y cuatro vinos en el cuerpo, podré decir mi mensaje: ¡El Holocausto fue un montaje!", está claro que el twitter tiene más peligro que un barbero con hipo, ¡jarrlll! Si John Galliano llega a tener twitter no lo despiden, lo fusilan al amanecer. Y el último: Eduardo Casanova (Fidel en Aída) dice en su twitter: "Tres minutos después de ver Vida Loca, ya puedo decir (con mucho respeto) ¡fracaso!”, a lo que contesta Miguel Ángel Muñoz en el suyo: “¿Con mucho respeto? Lo que te queda por aprender sobre el respeto a los compañeros”. Ya ven, el twitter es la vida misma: una zancadilla a lo Eva Harrington por aquí, un comentario hecho cuando vas pedo por allá, otro hecho sin ir pedo aunque parezca que lo vas... lo que antes se quedaba entre las cuatro paredes de un bar llega ahora a todo el mundo en un máximo de 140 caracteres.

Y claro: ¿se imaginan lo que se puede tuitear viendo cosas como Casadas con Miami? Además de que el tuiteo me impediría concentrarme en la profundidad estética del miamismo, probablemente no ganaría para demandas. Tengan en cuenta que a mí lo que me gustaría realmente es un crossover entre Casadas con Miami y CSI para que un asesino en serie matara a las cinco tipas, así que calculen. Veo mucho en el papel de psicópata a Víctor Sandoval, asesinándolas porque Nacho Polo se ha enrollado con todas, y a Nacho Polo gritando perseguido por Horatio Caine (por cierto, ¿para cuando un politono con el grito de Nacho Polo?). Pero siguiendo mi línea de incoherencia habitual, es más que probable que un día me despepite y empiece a tuitear como una Bisbal cualquiera. Al tiempo.