martes, 20 de diciembre de 2011

Laca

PUBLICADO EL 29 DE NOVIEMBRE EN LA VERDAD

Servidora siempre intenta aprender de las grandes, y como Isabel Preysler dice que ser elegante consiste en ir adecuada para cada ocasión, el jueves me puse de laca hasta las cejas para ver a Raphael y el sábado me dejé crecer las patillas para ir al concierto de los Fleet Foxes: nuestros amigos J. y J. se habían propuesto sacarnos de la caverna musical en la que vivimos y nos invitaron a verlos. “Os van a gustar”, nos dicen. Y es verdad: nos gustan. Y el público es ideal, todos tan bonicos, tan modernos (“Hay modernos pero de verdad, eh, de los que no se ven por aquí” apunta mi marido, aunque para él un tío con un pañuelo al cuello ya es el colmo de lo fashion) y, sobre todo, tan formalicos: no es que estos muchachos barbudos sean el colmo de la marcha y te hagan saltar del asiento para bailar un chuminero, no, que son más de fondos interestelares y armonía vocal, como si los de Mocedades se hubieran hecho hippies en Seattle, pero la gente no se pone en pie. Todos sentaditos como en un autocine; de lujo, eso sí, que el Auditorio El Batel es una monería (disculpen mi ignorancia en cuanto a términos arquitectónicos, pero a mí no me sacan del “¡Qué grande!, ¡Que chulo!” o del “¡Es espectacular!”).

En cambio, las fans de Raphael eran (éramos) unas locas: cuando sale Raphael le grito “¡Guapo! ¡Guapo!”. “Pero si desde aquí no se le ve la cara” me dice la señora del asiento de al lado. Es verdad. Entonces pienso en la cara de Rafael ¡y se me aparece Juan Ribó! ¿Ven?, otra secuela más del abuso de las miniseries: desde Felipe y Letizia en lugar de ver al Rey veo a Puigcorbé. Y a partir de ahí “¡Coqueto!, ¡Ole!, ¡Vamos, Rapha!”, y las señoras (y no tan señoras, que había chicas trendysísimas) de pie bailando yeyé o lo que fuera aquello que bailaban (bailábamos). Y cuando canta “Escándalo” ya es el acabose, la apoteosis, la traca final. Lo cual demuestra que, con la edad, una se convierte en una vieja dama indigna, que dice Esther Tusquets, y hace y dice lo que le da la gana, sin atender a formalismos. O también puede ser que tanta laca nos provocara un subidón masivo: qué barato sale colocarse con Elnett de L’Oréal.

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