lunes, 10 de marzo de 2008

Losing my religion

Recuerdo perfectamente cuándo perdí la fe: se me cayó por un agujero enorme que llevaba en el bolsillo izquierdo de mis vaqueros. Al llegar a casa y darle la vuelta a los pantalones para meterlos en la lavadora me di cuenta de que estaban casi vacíos. Debí de dejar un rastro de miguitas espirituales hasta mi puerta: la fe en los partidos políticos, en la iglesia católica, en las cremas anticelulíticas, en los amores eternos... todo perdido para siempre. Sólo me quedaba fe en The Smiths, Scorssesse, el jamón de pata negra y el Dr. Chams (se habían salvado porque iban en el bolsillico pequeño de los vaqueros, el de las monedas). Y con eso tuve que sobrevivir.

Pero ha llegado Ángela Portero ("La Noria") y al más puro estilo marxista-leninista se ha cargado uno de los pocos puntales que quedaban en mi vida. Ángela, tras una ardua investigación ha determinado que el cóctel de vitaminas del Dr. Chams es el opio de pueblo (ni siquiera es opio, ojalá): chutes de suero fisiológico a 1000 € la consulta. Y lo de siempre: si te llamas Pitita Estic Forrát del Tot el muchacho por lo menos te mete ácido hialurónico; si la gracia de servidora es Paquita Martínez Pérez, agua con sal. Sólo los ricos obtienen milagros. Así que Ángela, con la antorcha en una mano y "El Capital" en otra avisa a las señoras de la consulta (según ella "las que sisan de la compra para pagarse la visita" ¡glups!) de que ese enviado de Dios para ofrecernos el secreto de la eterna juventud es más falso que Judas. Ay! Yo, si fuera de Corporación Dermoestética estaría cagadica: empieza la quema de las clínicas de belleza, las iglesias del siglo XXI. Liposucciónense ahora, antes de que los periodistas de investigación arrasen con todo.

En cambio con Rafaella me pasa lo contrario: tengo la fe del converso, la peor, la más radical. Yo, pequeña y arrogante talibana cultural ("¿Rafaella Carrá? ¿"La Guerra de las Galaxias"? ¿Leif Garret? ¡VAYA MIERDA!" -bueno, lo de Leif Garret lo sigo manteniendo-) pensaba que la Carrá era un subproducto cultural para el consumo de masas teledirigidas por Valerio. Así que mientras yo adoraba a Simone de Beauvoir ella se planchaba el pelo e iba labrando su leyenda rodeada por una corte gay cada vez más grande. Hasta que un día, borracha, bailé "Rumore". Y me di cuenta del tipazo que tenía Rafaella. Y ya nada fue igual. Me convertí en apóstola de la italiana, recitaba "Caliente, Caliente" por las esquinas como un credo. A punto estuve de teñirme de rubio platino, oiga. Y el sábado "Salvemos Eurovisión" se convirtió en el acto de adoración de la diosa más grande que se haya visto jamás. Todos, pero todos, desde Guille Milkyway hasta Boris, expresaron su admiración y su fe en la italiana. Besaban su mano y se arrodillaban. A la misma hora, la Portero crucificaba a Chams en "La Noria". Y yo miraba a Rafaella, su cara, su cuerpazo y pensaba: ¿la habrá inyectado Chams? No, seguro que no. A una diosa sólo la puede tocar otro dios, así que deduzco que habrá pasado por las manos (ay, madre!) del Dr. Christian Troy (Julian Mc Mahon en "Nip/Tuck"; es el mismo guapo, guapísimo de mirada turbia que hizo de Balthazar en "Embrujadas") ¿Usted no pasaría? Yo sí, aunque tuviera que sisarle al mismísimo Pedro Solbes. Y espero sinceramente que la Portero no me toque al Dr. Troy. Porque entonces haré que la opere el Dr. Zelicovich con un subidón de cafeína.

P.D. Enhorabuena a los premiados. Los del sábado y los del domingo. Yo le voté a mi vecino, Enrike Lemus, y nada, ni un escaño. Todos para Chikilicuatre. ¡Para una vez que voto!

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