
Letizia es otra que tal: monísima (mejor antes que ahora, aunque sólo un rostro como el suyo puede aguantar tanto las crónicas hechas desde el frente sin una gota de maquillaje como los desatinos capilares de su ¿estilista?), profesional, lanzada al estrellato de los informativos. Letizia es la envidia de sus compañeras de master, incluida Carmen Alcayde, pero tiene un bocaíto en el estómago, le falta algo. Suspira por una mirada que la haga todavía más guapa, más lista, eterna. Y va el Príncipe y la mira, y se casa, y la preña. Y ella se acaricia la barriga mientras se mira al espejo pensando que ahí duerme la Futura Heredera de la Corona Española. Y sus pies se levantan unos centímetros del suelo, y levita hasta que ve reflejado el traje de Felipe Varela que le han dejado preparado para asistir esa tarde a un nuevo acto oficial. Entonces toma tierra de golpe, maldice y piensa en todos los sacrificios que ha de hacer una madre si quiere alumbrar a una Infanta de España.
El resto de mujeres no elegidas por los dioses pero preñadas igualmente también acariciamos nuestras barrigas con el mismo cariño, aunque nuestros embriones no tengan asegurado el futuro profesional como mini-Leonor. Y también nos reflejamos en los ojos del otro, no presidente, ni príncipe, ni naviero, ni Nóbel, sí economista, informático, cartero, profesor. Pero como no nos iluminan ni la grandeur, ni la corona, ni las perras ni la excelencia tenemos que conformarnos con estar aquí siendo nosotras mismas, que no es poco en los tiempos que corren. ¿Será esa terrible falta de millonarios en el mundo lo que ha posibilitado el avance de la mujer en el plano laboral? ¿Será la escasez de grandes cerebros masculinos lo que he hecho que las mujeres obtengamos mejores calificaciones académicas? Tendré que preguntarle a la gran Bárbara Ortiz.
Probablemente nosotras tampoco podamos aportarles a los hombres lo que históricamente se supone que nos han reclamado; no somos ni tan guapas ni tan jóvenes como para que nuestra mera presencia los convierta a ellos en súper tíos, destrozando el milenario intercambio de poder y dinero por belleza y juventud. Así que si no podemos hacer ese tipo de change al que parece que nos han condenado desde hace siglos (una condena que deduzco nos jode tanto a ellos como a nosotras) sí que podemos cambiar un piropo por una sonrisa, o un comentario inteligente por una respuesta a la altura, o un e-mail calentín a media mañana por otro e-mail calentín como contestación. A veces tú lo miras desde el interior del coche cuando vuelve de echar gasolina y piensas "mira qué bonico es ese tío"; a veces él te mira como si fueras un diábolo y no una campana (aunque la ilusión dure sólo hasta que dejas de verte por sus ojos y te ves por los tuyos, sobre todo si el espejo es de cuerpo entero). Y todo eso también sirve para convertirnos en los tipos y en las tipas más listos, guapos y deseados de mundo. No pondrá Francia a mis pies, pero pone su vida al lado de la mía. Tampoco está mal.
• Al margen: la Bruni no vive en el Elíseo. Increíble; como dice Bibiana Fernández (cito de memoria) "si yo hubiese sido Cecilia me hubiera encadenado al Elíseo y lo hubiera puesto en el acuerdo de divorcio como domicilio conyugal", así que de la decisión de la Bruni ni hablamos. También afirma que "será esposa de Sarkozy hasta la muerte". Pero si Sarkozy se divorcia siendo Presidente no creo que le falten voluntarias para que ese hombre voraz las super sarkozy me, se las coma, las degluta y las cague. Así serán una merde, pero una merde llena de glamour.
• Al otro margen: estoy con "Expiación" de Ian McEwan. Buscaba alguna novela de Mankell protagonizada por el comisario Wallander (Wallander crea adicción, jurao) y me encontré con "Expiación"; me la compré porque había leido "Sábado" y me había quedado traspuesta. Pues ahora lo estoy doblemente: este tipo no sólo hace gala de que nada de lo humano le es ajeno, sino que además lo cuenta como Dios. Eso sí que es una disección, y no las del forense cojo de CSI Las Vegas. La peli no la he visto, pero la han premiado con un mogollón de Baftas y va derechica a los Oscars. Y ahora que lo pienso: puestos a que te caguen casi prefiero a McEwan.
1 comentario:
a mi me gusta más Cecilia que Carla,Carmen Alcayde que Letizia.Son más "campana".
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