lunes, 19 de noviembre de 2007

Cosas que parecen libros (pero que no lo son)

Le había prometido a Carlos Recio que no iba a decir nada sobre el libriquio de José Mª Aznar "Cartas a un joven español", porque a pesar de que el título me deja fuera del target (y es que ya no soy joven, aunque no lo parezca porque estoy monísima) cada vez que entro en El Corte Inglés por la sección de libros José Mari me mira inquietante, con una de esas miradas que te siguen vayas donde vayas y con esa melena que no necesita a Rupert, sino a Eduardo Manostijeras. Y yo, mujer cumplidora de promesas donde las haya, mordiéndome la lengua para no hablar sobre esa portada. Pero resulta que contraataca Zapatero con "Madera de Zapatero", una hagiografía del muchacho escrita por Suso del Toro, y eso ya me supera. Y como también soy una mujer equilibrada donde las haya, voy y compro los dos. Al ir a pagar los pongo juntos sobre el mostrador, y noto que los libros empiezan a agitarse, sobre todo el de Aznar, así que meto cada uno en una bolsa. Cuando llego a casa los coloco por orden alfabético en mi biblioteca (sí, también soy una mujer ordenada); como el apellido de uno empieza por la A y el del otro por la Z los pongo a cada uno en un extremo de la librería. Me siento en el ordenador y al poco tiempo oigo un ruido sordo: se ha caído de la estantería "La ceremonia del adiós" de Beauvoir. Me levanto para ponerlo en su sitio y mientras me agacho a recogerlo oigo ¡plof! y veo en el suelo "El fantasma de Canterville" de Wilde. Antes de que me de tiempo a colocarlo en el estante, ¡plof! ¡plof!: Bioy Casares y Böll. Del otro extremo caen un libro de Wells y tres de Verne. Y siguen cayendo; por la izquierda saltan por la borda Borges, Cernuda, Conrad y Cortázar, por la derecha son arrojados al vacío Twain, Stoker, Shelley y Salgari. Y entonces me doy cuenta: Aznar y Zapatero están tirando todos los libros que hay entre ellos. Unos se resisten más que otros, como el de Camus, que lucha como un jabato, pero al final caen. Contemplo atónita cómo el suelo de la buhardilla se inunda de libros; unos abiertos boca arriba, como descerrajados de un tiro en la barriga, otros boca abajo, con las páginas dobladas al intentar parar la caída. Siguen tirando libros hasta que llegan a la enciclopedia de "Historia de España". Se paran. Se miran (sí, sé que los libros no tienen ojos, pero también sé que estos se están mirando). Se retan: Aznar hojea sus páginas rápidamente, como una ráfaga; Zapatero apoya el lomo en la pared con pose chulesca. Y ya no puedo más: no les voy a consentir que se carguen la "Historia de España" porque a ellos le dé la gana. Así que los cojo con fuerza (Aznar se resiste de tal forma que me quedo con la guarda en la mano, Zapatero parece más tranquilo, pero cuando menos me lo espero me salta a la cara e intenta ahogarme con sus páginas, consigo arrancármelo y "prosperidaz", "solidaridaz" e "igualdaz" se quedan impresas en mi frente y en mis mejillas, pero al revés -"zadirepsoprp", "zadiradilos", "zadlaugi", parece que me ha atacado Antonio Ozores-). Los meto en una bolsa y consigo llegar a El Corte Inglés mientras me golpean los muslos al andar, cosa que me fastidia muchísimo porque yo soy de moratón fácil y va a parecer que La Masa ha intentado meterme mano. Llego a la caja y abro la bolsa: están prácticamente destrozados. La chica me mira y oye mis explicaciones con cara de no creerse nada de nada: "Lo siento, si me trae los libros en ese estado no le puedo devolver el dinero, señora" (encima "señora", ésta tampoco piensa que soy joven. ¡Pero si estoy otra vez con el "Advanced Night Repair" de Estée Lauder, que me cuesta un congo!). Mosqueada vuelvo a casa, doy varias vueltas sin saber qué hacer con ellos hasta que decido meterlos en el congelador, como hacía Joey con "Mujercitas" para que la historia no avanzase y Beth no muriera. Les hago sitio entre un paquete de "Salto" de Frudesa, 2 pechugas de pollo y "El Resplandor". Y entonces me doy cuenta de lo bien que hice en invertir en un frigorífico "no frost" que no necesita ser descongelado. Dios bendiga a Smeg y a su tecnología.

6 comentarios:

JT dijo...

Jajajaja... buenísimo. Hacía que no me pasaba a leer tus articulillos, y vaya si vale la pena :D

¡Larga vida al artículo de opinión (y sucedáneos, similares o familares cercanos)!

Anónimo dijo...

Que buenooooo, todavia estoy tronchandome jajajaja

Anónimo dijo...

Es muy bueno, de hecho el que más me ha gustado, bueno no sé, todos son de la familia, así que no puedo decidirme por uno. jajajaja
Yo como la abuela, los quiero a todos por igual. (pero luego es mentira).

Sonia

Anónimo dijo...

No recuerdo el nombre de la peli, pero están el Zapo y Suso de Toro en un coche. De repente,Suso,el intelectualillo orgánico, le dice a ZP:
- ¿Nos hacemos... unas pajillas?
Zapo le dirige su sonrisa bobalicona como de no enterarse de nada
- Tu me la meneas a mí y yo te la meneo a tí- Le explica el vividor del de Toro- ¡pero sin mariconadas!

Aurelio Quintana Duque

Anónimo dijo...

Comadre, eres buena ¡Muuy Buena!

J.Felipe dijo...

No había sentido tanta tensión desde que vi (de pequeño) La Cabina de Mercero...

J.Felipe